MUSICA › TOMI LEBRERO Y LAS CANCIONES DE ME ARREPIENTO DE TODO
En su nuevo disco, que presentará mañana en Café Vinilo, el cantautor hace base en el rock argentino, pero deja filtrar influencias del tango y el folklore. Siempre desde una mirada urbana, con toques de ironía y espíritu viajero.
Tomás Lebrero –o Tomi, como se lo conoce más– es un músico con espíritu viajero. Y ese rasgo lo define como artista y como persona, habla de su obra y de su filosofía de vida. Uno de los aspectos que guía su música es la curiosidad por descubrir y conocer gentes, historias, paisajes y pueblos. Es lo primero que evidencian las letras de sus canciones, muchas veces autorreferenciales. Nacido en una familia de clase media de San Isidro, reniega de la forma de vida “cheta”, esnob. Decidió colgarse la mochila y seguir un poco los pasos de Atahualpa Yupanqui, uno de sus referentes. “Los viajes tienen un peso en mi vida –confiesa Lebrero–. A mí me gusta ser extranjero, me encanta la sorpresa. Si por mí fuese, estaría siempre en una ciudad diferente del mundo. Ese extrañamiento que me produce estar en movimiento me gusta mucho. Hasta los 25 años viajé mucho más, de una forma más ‘hippie’ si se quiere; esos fueron los verdaderos viajes. Pero hace un par de años aflojé un poco. Porque también está bueno generar desde un lugar, tener una base de operaciones. Y en ese sentido elegí Buenos Aires, con todas las contradicciones que me genera esta ciudad, este tremendo monstruo. Pero nací acá”, reflexiona el músico, antes de presentar su tercer disco, Me arrepiento de todo (2011), mañana a la medianoche en Café Vinilo (Gorriti 3780). Luego se detiene a pensar y concluye: “Es tremendo el debate entre el allí y el acá. Pero aprendés a convivir con esa angustia. Por suerte, mi profesión me permite viajar bastante, aunque no de la manera en la que lo hacía antes. Entonces, voy encontrando el equilibrio”.
Lebrero es también un artista versátil: sus composiciones recuerdan por momentos a grandes emblemas del rock argentino de la década del ’70 y hasta a los registros vocales de Mercedes Sosa y su folklore. Sus canciones también cruzan el rock local con géneros tradicionales del Río de la Plata, como el tango y la milonga, más presentes en su disco anterior, Cosas de Tomi (2008). Parte de ese sonido –muy propio, ya maduro– viene tanto de la banda de sonido de su infancia como de su paso por la Orquesta Típica Fernández Fierro, en la que tocaba el bandoneón, instrumento infaltable en su proyecto solista junto a El Puchero Misterioso, su banda. Al igual que en su segundo disco, el diálogo con la naturaleza es un elemento recurrente. “Eso tiene que ver con mi infancia, con mi historia. Yo fui mucho al campo, en Dolores. Tengo una sensibilidad con la naturaleza, que me conecta. Esa es un poco mi impronta. A veces pienso cuáles son las maneras de nombrar a la naturaleza, para que no suene de una forma tan romántica”, explica. Sin embargo, en sus letras también aparecen personajes de la ciudad y las historias están contadas, inevitablemente, desde una mirada urbana. “Quise hacer un disco más urbano que el anterior”, aclara sobre su última obra y cuenta: “Con Lisandro (Aristimuño, el productor del disco) elegimos el repertorio que también abarcó parte de ese Tomi más folklórico”.
–¿Cómo llegó a ese sonido tan personal?
–Crecí –tengo 32 años– escuchando The Cure, Charly García, Los Rolling Stones, Bob Marley, lo que mis hermanos escuchaban. Y en la adolescencia me pegué un viaje con (Astor) Piazzolla. Y creo que venía de esa ligazón con lo telúrico. Era un freak que a los trece años escuchaba Piazzolla, mientras mis amigos estaban con los Guns N’ Roses. Eso me marcó un poco. Después me metí en el tango. Hasta los 23 años fui como un investigador del tango, el folklore, el jazz, la música clásica. Y también música brasileña y francesa. Y hace algunos años me reconcilié bastante con el rock. En realidad, fue mi cultura, mi cosa primigenia. Quedó una huella de todas esas escuchas.
La reconciliación se comprueba con la primera escucha de Me arrepiento de todo. “Para mí es un disco de rock argentino. Pero obviamente está influido por otras músicas, porque eso está dentro de mí”, reconoce. “Noche en La Pampa” trae al presente la esencia de canciones de Litto Nebbia o Pedro y Pablo. No por una cuestión ideológica, sino por una actitud interpretativa. Lo mismo sucede con la estética y la forma de “Sentires que bailan”. “El disco en general tiene algo setentoso –explica–. Porque me crié escuchando a músicos de esa época. Además, los estudios donde grabamos (Ion y Circo Beat) tienen como un sonido setentoso. Sin quererlo quedó con un sonido medio retro, cosa que no me disgusta para nada. Y el arte del disco es un poco vintage.” También, en la lista de temas, la milonga y la ironía aparecen en “Choro de las estaciones” (“Cuando vuelve el frío / los porteños nos sentimos parisinos / pero sin acordeón”). Luego, en “Quilpo” dedica una oda a un bello río escondido en San Marcos Sierra, Córdoba (“Quilpo, ábreme tus brazos plenamente / déjame nadar en tu vertiente”, pide permiso) y en “Pero en vos” despliega su voz más aguda y melancólica.
En “Pericón de Hilda” rescata otro de sus elementos más genuinos: el humor, esa picardía que se imprime en muchas de sus historias y que es parte de la cultura popular. “Yo trabajo mucho con el humor –destaca–. Me parece importante. Pero también me parece importante el equilibro. Porque así es mi vida: hay cosas más densas y otras con las cuales te cagás de la risa. De todas formas, en este disco, a Lisandro le interesaba recortar un poco esa moral de bufón que yo tengo. Y quería resaltar más mi lado profundo y yo lo seguí en ese viaje. Porque a veces el humor opaca otras partes. De todas formas, a mí me gusta el humor, porque descontractura. A la hora de componer me sale, no me lo propongo. Pero a veces me hago llamados de atención. La gente flashea que todas las cosas me pasan a mí. Todo el tiempo juego con esa ambivalencia.” Uno de los temas que más llama la atención por la fuerza de su nombre y sus versos es “Cantor de los pueblos”.
–¿Es autorreferencial?
–No, en realidad, todos los temas son un poco autorreferenciales. Pero ese tema lo hice cuando estaba viajando, yendo de Córdoba a Jujuy. Y justo paré en Catamarca, en un pueblito, y estaba andando ahí el Chaqueño Palavecino con su mega, bondi, con su megaproducción. Y justo me salió la frase “cantor de los pueblos” y lo asocié en realidad con Atahualpa. Llegar esa noche y ver al Chaqueño me hizo preguntar: ¿este es el cantor de los pueblos? ¿Quién es? Enseguida me acordé de Atahualpa, empecé a escribir y después se mezcló con mi historia. Es como una pregunta sobre qué es ser el cantor de los pueblos. Fue raro hacer ese tema. En general, uno tiende a hacer temas donde se presenta más loser, es más fácil entrar por ese lado. Es una invención. Pero también me dije ¿por qué no?
Informe: Sergio Sánchez.
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