MUSICA › AXEL KRYGIER EDITO UN NUEVO DISCO: “ZORZAL”
Sin dejar de lado su espíritu universalista, el músico ofreció su CD más “autóctono”, pleno de espontaneidad y sencillez.
› Por Cristian Vitale
Un día, antes del alba, Axel Krygier, notable músico experimental, no podía seguir durmiendo y se levantó poco antes de las cinco. Lo perseguía la inspiración. Tomó un café solo –porque así vive en un PH de Colegiales–, se sentó frente al teclado de su estudio casero y, a través de un inmenso ventanal de vidrio, divisó visitas reveladoras, que vinieron a confirmar la causa del madrugón: tres zorzales curtiendo su cotidianidad. “Empezaron a llegar con su vida temprana y fue tal la sensación que les compuse la canción. El zorzal me fascina. Lo veo como un pájaro en estado contemplativo. Algunos tienen su nidito acá”, señala hacia al jardín. La canción que nació ese día y a esa hora traduce, en sonidos despojados y apoyado en la voz medieval de Marcia Krygier, un estado del alma introspectivo y “criollo”, pero no por Gardel. “Admiro a Gardel, pero no pretendí jugar con ese doble sentido, aunque no me molestan los múltiples sentidos de las cosas. Más bien me considero un observador aficionado de pájaros... me cautiva mirarlos.”
–¿Es porque vive solo? No cualquiera, dado el ritmo cotidiano de los días de hoy, puede ponerse a observar pájaros a las cinco de la mañana...
–La situación de contexto me llevó a eso, pero también es el cuelgue que uno tiene: a algunos les da por la electrónica casera, a otros por la pintura y a mí, por mirar pájaros. Son muy divertidos.
Las intervenciones de sus amigos Gaby Kerpel en programación, Fernando Samalea en batería y Christian Basso en bajo no le quitan simpleza a la canción. No es dato menor: en su tercer disco, este multiinstrumentista –que alguna vez pasó por Instrucción Cívica, La Portuaria, Soda Stereo, Charly García y vivió prolongadamente en España– evidencia una búsqueda mayor de espontaneidad y simpleza. “La intención también aparece en Ya me voy. En este tema no hay ningún invitado, imité la batería con la voz y un bajito. Tiene poquísimos canales e instrumentos. Indica que terminé por aprender algo”, ratifica. El peso de la secuencia matinal fue tan fuerte que Axel no sólo hizo la canción, sino que también le puso Zorzal al disco, recientemente editado a través del sello Los Años Luz. Heredero de Echale semilla (1999) y Secreto y Malibú (2003), tiene 12 canciones y una impronta “autóctona” que colisiona con su identidad musical universalista. “Hoy pretendo identificarme con lo criollo. Es vital asumirse de un lugar, más allá de la música que hagas”, señala.
–¿Por eso se radicó en la Argentina definitivamente?
–Puede ser. Cuando estás de viaje es “para arriba” todo el tiempo, pero después comenzó a quitarme energía sentirme de otro lugar, por más placentero que fuera andar en bicicleta por Barcelona. Además, yo pretendía armar una banda con muchos instrumentos y se me hacían imposible los ensayos. Costaban sacrificio y dinero.
–Se complica tener muchos instrumentos si se quiere ser un músico nómade...
–Sí. Ojo, estuvo increíble hacerlo. Fue vital para mi vida, iniciático. Pero no hubo cosa más placentera que volver y sentir que ya no eran cinco argentinos los que me rodeaban, sino toda la gente. Asumí mi pueblo...
–¿Tiene algo que ver con esa sensación el tema que abre el CD, Vamos los gauchos?
–Acá juego con algo que me gusta, pero a modo de homenaje... No pretendo aparentar una raíz criolla. Mi educación es demasiado múltiple como para eso. De todas formas, mis letras tienen cierto aroma gauchesco, porque leí todo lo que pude: desde el Martín Fierro hasta el Fausto criollo, y sigo en ese afán revisionista. El disco es como un homenaje a esos artistas.
–Comparado con sus discos anteriores, ¿hay un vuelco hacia la canción?
–No sé si estoy volcado a la canción. Lo mío es una búsqueda. No soy un hacedor de canciones, aunque aspiro a eso.
–¿Se le abre un nuevo modo de componer?
–Siento que sí. Siempre sufrí de cierta incapacidad para organizar los temas. Cuando era joven y estudiaba composición, creía que iba a componer escribiendo solamente. Los compositores que me gustaban más allá del rock hacían una música tremenda, toda escrita. Pero existe una desorganización en mí que no me ayuda. A su vez, descubrí que lo que más me gustaba era lo que ocurría con la música en movimiento, en la improvisación. Hay cosas que sólo ocurren en determinados momentos. Una combinación entre la inteligencia musical adquirida y cierta cosa traviesa del instinto. Hay algo en mí que me produce una especie de orgasmito artístico.
–¿Cómo es la experiencia con el Sexteto Irreal, que comparte con Cristian Basso, Fernando Samalea, Alejandro Terán y Manuel Schaller?
–Una experiencia de improvisación, que no pudo aspirar a más. No dan los tiempos para ensayar. Es cierto que la banda logró un sonido y los últimos shows (esta noche tocan en La Trastienda) estuvieron increíbles, mientras yo no daba dos pesos por el sexteto. Pero no tiene demasiadas perspectivas de organizarse y crecer... Terminó siendo un grupo demandante de líderes tiránicos. Y no me sirve: prefiero serlo con la banda que arme ahora y no con mis propios amigos.
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