Mié 29.06.2011
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MUSICA › LUCRECIA MERICO Y MARíA DE LOS ANGELES LEDESMA HOMENAJEAN A GARDEL

La mina rea y la cantora criolla

Una es porteña, la otra es santafesina. Pero ambas tienen por dónde abordar al Morocho del Abasto, tan amplia era su paleta genérica. Interpretarán sus canciones esta noche en el Centro Cultural Recoleta, acompañadas por las guitarras saavedrinas.

› Por Cristian Vitale

Lucrecia nació en Buenos Aires. Es actriz y tanguera vieja. Por ello, por cantar bárbaro además, la distinguieron varias veces. Tiene dos discos rodando (Sin vueltas y Las minas del tango reo), alguna entrada como cantante de la Orquesta de Música Nacional Juan de Dios Filiberto y una larga vida de conciertos de cara a la luna. Es docente en el Espacio Cultural Nuestros Hijos y, como tal, directora artística de Señales de Vida, el disco que parieron las Madres con todos intérpretes mayores de 70 años. María es de Venado Tuerto, Santa Fe. Sus primeros discos (Miradas y Esencia) motivaron que parte de la patria tanguera hablara de su voz “única”. Y Otra vuelta, el tercero, confirmó la sensación. Homenajeó a Mercedes Sosa y Violeta Parra, y con Rodolfo García coordina el área de música del ECuNHi.

Lucrecia Merico y María de los Angeles Ledesma tienen algo en común, más un plus: una profunda, casi holística, admiración por Carlos Gardel.

“Para mí es el cantor más representativo del acervo nacional. Y es también el sonido cotidiano de mi infancia y el recuerdo de los juegos en el patio de mis abuelos con la radio prendida, o sus canciones en la voz de mi madre”, evoca Ledesma. “Para mí –canta Merico–, Gardel sigue siendo ese amigo, ese hijo, ese hermano que todos hubiéramos querido tener. Como hombre era sumamente atractivo, porque se permitía la ternura y la sensibilidad que los de su época no dejaban ver, y como artista era realmente extraordinario, cantó tangos reos y tradicionales, canciones criollas, rancheras argentinas, foxtrots, zambas, valses, pasodobles, vidalitas, shimmys, fados, estilos, cuecas, milongas y hasta llegó a cantar una balada rusa. Y todo con una gran solvencia. Era enorme... era el límite más alto de lo bueno.”

Entre la admiración y el homenaje hubo un paso, entonces: “Una tarde, entre mate y mate, hablando de música y otras yerbas, coincidimos en la admiración por él y nos dieron ganas de despuntar el vicio, de cantarlo”, cuenta Ledesma, orientando sobre el origen del tributo al Zorzal Criollo que ambas plasmarán esta noche en el Salón El Aleph del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930), acompañadas por las guitarras saavedrinas (Germán Layna, Hernán Pérez y Nacho Iruzubieta) y Marita Luna Ramírez como artista invitada. “Para los que cantamos, Gardel es una meta en cuanto a cómo abordar y trabajar un tema para que éste cobre vida y sea la verdadera estrella. María me comentó que había hecho una selección de canciones criollas de la primera época de Gardel que le atraían musicalmente y me di cuenta de que en mi repertorio tengo más de una veintena de tangos que él interpretaba”, dice Merico.

Tratándose de quien se trata, claro, la tarea fue ciclópea. A la idea matriz le siguió un tozudo trabajo de selección (Gardel tiene 780 temas registrados) y un operativo descarte del que apenas zafó un puñado. Merico optó por “Anclao en París”, “Marionetas”, “Cuesta abajo”, “Lloró como una mujer”, “Qué vachaché”, “Seguí mi consejo” y “Palermo”. “Los elegí por varias razones –explica–. En el caso de ‘Seguí mi consejo’, además de ser un tango que está dentro de mi estilo, tiene que ver directamente con una cuestión familiar: la música es de mi abuelo Salvador Merico y el solo hecho de pensar que Gardel alguna vez pronunció mi apellido me llena de emoción.” Ledesma eligió “Lejana tierra mía”, “Caminito soleado”, “Gajito de cedrón”, “Guitarra mía”, “El rosal”, “Claveles mendocinos” y “La violetera”, algo así como el ala criolla del dualismo gardeliano que completaba la línea rea. “Yo canto al Gardel criollo y compositor, al de las milongas, las canciones, los estilos, las rancheras y las cuecas... al que en sus versos le hace tributo a su tierra, su guitarra, su paisaje, al paisano de su lugar y al amor incondicional de su china amada. Creo que esta forma de elegir el repertorio tiene que ver con nuestras vivencias personales, con el lugar donde nacimos y nos criamos; Lucre es porteña de ley, yo soy del interior”, dice Ledesma.

Esta especie de división de tareas, sin embargo, no estuvo solamente motivada por el determinismo geográfico a secas. Merico, “la rea”, encargada de revisitar la picaresca del burrero, el hombre de bar y timba, el urbano, plantea que el tango reo que ella encarna siempre estuvo muy ligado a la figura femenina. “Muchos de esos tangos eran compuestos para los espectáculos de revista. Sofía Bozán, Tita Merello o Elba Berón, entre otras, han sabido recrear la picardía del contenido de estos tangos. Siempre me sentí atraída por este estilo, su teatralidad e ironía son un desafío interpretativo que disfruto enormemente.” Entre el suburbio reo y el paisaje criollo, Ledesma y Merico encuentran sus voces, se “equilibran”, en “Soledad”, la ranchera “Me enamoré una vez” y el inoxidable “Volver”. “‘Soledad’ es un tango que tanto a María como a mí nos gusta tanto por la melodía como por la historia que cuenta... nos resultó ideal como para cantar a dúo.” “Pero pudo haber sido cualquier otro, porque Gardel es y fue de esos artistas únicos, completos, nacidos, bendecidos y elegidos para la inmortalidad. Como decía Yupanqui, ‘la tierra señala el camino de sus elegidos...’ Ninguna tumba guardará su canto”, cierra Ledesma.

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