MUSICA › LOS AMADOS PROPONEN MáS BAILE Y SUS BOLERAZOS EN EL DANZóN DE LOS AMADOS
El nuevo espectáculo del grupo kitsch se estrenará mañana en Siranush, donde habrá espacio para que el público pueda bailar. “Cada bloque empezará bien arriba y cerrará apretando con un bolero”, anticipan Alejandro Viola y Lisandro Fiks.
› Por Facundo Gari
Los espectáculos de Los Amados tienen un punto de encuentro con las Bizarren Miusik Parti: ambas propuestas son atractivas para “salir del closet” sin vigilanteadas. Por un lado, las personas que jamás admitirían en otros ámbitos conocer milimétricamente las canciones de Fey o Machito Ponce, en esas fiestas las cantan con ardor. Por el otro, los del grupo kitsch dirigido en lo general por Alejandro Viola y en lo musical por Lisandro Fiks son shows en los que los sentimentales viven una noche de desenfreno sin el temor de tener que aceptar haber asistido a un afinado muestrario de los boleros más melosos del cancionero latinoamericano. “A lo sumo, dirán que fueron a ver un grupo que hace humor... y boleros”, supone Viola, que arriba del escenario interpreta al “latin lover pegajoso” que es el Chino Amado. La descripción del cantante estrella corre por cuenta de Fiks, contrabajista que le presta el cuerpo al polémico Tito Richard Junquera. Sin embargo, ambas propuestas sumarán desde el próximo viernes otra coincidencia: el baile. Es que ese día a las 21 el conjunto estrenará en la sala Siranush El danzón de Los Amados, un puñado de viejas y nuevas cumbias colombianas, merengues y más “popurrí”, esta vez –y a diferencia de sus presentaciones anteriores– ofrecido con pista y dinámica para mover el esqueleto. “Siempre tuvimos un final con uno o dos temas para bailar, como plus y reclamo del público. Pero había que hacerlo en la mesa o desde las butacas, apenas parado. Ahora habrá espacio para danzar”, explica Viola, junto a Fiks, en charla con Página/12.
El conjunto nacido en 1989 cuenta además en sus filas a la pequeña Analía Rosenberg, que hace a la excelente pianista Raquelita Jarsinsky; Oscar Durán, como el sutil violero guyano Don Cristino Alberó; Hernán Sánchez, que encarna al trompetista guatemalteco Angel; Fernando Costa, a cargo del doble de riesgo y percusionista Pochoclo Santamaría; Rubén Rodríguez, como el cantante y multiuso Mambo Méndez; y Daniela Horovitz, cuerpo y alma de la diva Rosa Bernal. Cada cual con el doblez en la historia de sus vidas que implica estar sobre o debajo del escenario. Es que sus alter egos tienen tanto pasado como sus egos: mientras en los DNI de los artistas figuran diversos domicilios, la banda de los jopos, bigotes caminito de hormiga, sacos de seda y vestidos con moños enormes acusa su base en un pueblito llamado Dos Corazones, en la Banda Oriental. Y lo más peculiar es que sus integrantes son “desvergonzadamente románticos”, según Fiks. Los espectáculos de Los Amados son una oda al amor apasionado y febril; también una diatriba al desamparo. En su anterior Karabalí, ensueño Lecuona, el Chino seducía a las damas presentes con flores y anillos de perlas y recetaba melodías para los corazones con agujeritos. Claro, no se trata sólo –sin atisbos de menosprecio– de una banda: Los Amados es un mix musical y teatral que aborda el amor desde el humor.
–Tras más de veinte años de presentaciones, ¿por qué decidieron darle paso al baile? ¿Cuál es el límite que le pone la identidad al cambio?
Alejandro Viola: –Los Amados apuntamos a ganar los espacios tipo café concert, con mesitas y sillas para tomar algo. Esta vez buscamos un espacio en el que se pudiera armar una pista. Empezamos a rever el repertorio que habíamos hecho, las canciones que dejamos y que acá vuelven. Ya teníamos planeado hacer un baile, pero por giras en el interior y otros estrenos, lo aplazamos. Ahora, le dimos marcha.
Lisandro Fiks: –Otra característica de este show es que viene con un disco, que estará a mitad de julio. Más allá del reclamo del público, la posibilidad del baile es una variante del espectáculo. El límite es muy amplio. Un grupo como Los Amados, en su larga trayectoria, pudo haber hecho estos bailes en cualquier época. No deja de ser del grupo, pero con tres bloques con finales bailables en lugar de uno.
–¿Cómo serán esos bloques?
A. V.: –La noche tendrá tres momentos y cada uno empezará como espectáculo. Habrá piezas bailables, pero también charlas sobre el amor. Se dará la situación teatral y, de repente, diremos: “Bailemos cumbia colombiana”. Tendremos proyecciones y un entretenimiento muy kermesse. Podrán bailar diferentes ritmos. Cada bloque empezará bien arriba y cerrará apretando con un bolero.
–A primera vista, el anclaje estético de Los Amados está entre los ’50 y los ’60. ¿Es sólo una invitación para quienes hayan vivido esas épocas o estén familiarizados con ellas?
L. F.: –El público varía mucho, va de adolescentes a abuelos.
A. V.: –Hemos provocado algo que me agrada: una estética que gusta a la gente joven por la unión teatral–musical y los temas latinos. Muchos jóvenes dicen “voy a traer a mis viejos”, no al revés. Así ha pasado con Les Luthiers. Me parece que se da cierta preocupación porque los hijos no tienen salidas para compartir con los padres. Está el viejo “cheronca” que va al recital con el hijo, pero queda fuera de contexto.
L. F.: –O el padre que lleva al niño a ver a Paul McCartney.
–Bueno, el pasado siempre vuelve y no sólo en la música: en la moda, el diseño e incluso en la televisión, con Diego Capusotto por ejemplo. ¿Los Amados son parte de ese eterno revival?
A. V.: –En el ’89, cuando aparecimos, no había revival de bolero. Llegaban algunas cosas kitsch, como las películas de Almodóvar. En ese contexto, que no hubiera habido revival nos permitió arrancar. Luego llegó Luis Miguel y se dio una polarización entre él y nosotros, y Luis Miguel es más kistch que cualquier personaje de Los Amados. El revival existe todo el tiempo. Los géneros musicales se mezclan. Ahora surgen más grupos latinos, con instrumentación regional. Fuimos observadores de esa situación. Pero los ’50 no fueron nuestro momento de gloria. No habíamos nacido y nuestros viejos no nos contaron si iban a los bailes de los bomberos. Tocamos música latina y tenemos en cuenta la actual. Por ejemplo, el clip “Vamo’ a portarnos mal”, de Calle 13, podría ser de Los Amados.
–¿Cómo equilibran la seriedad que les ponen a las interpretaciones musicales con el humor de las teatrales?
L. F.: –Los temas se tocan lo mejor posible desde una búsqueda estética que tiene que ver con el bolero que tocarían estos personajes, que no tocaría un músico actual del género. Conservamos las raíces románticas y tradicionales. Nunca deja de ser kitsch y dramático, como un bolero que acabamos de grabar, que se llama “Bravo”, de Luis Demetrio. El Chino canta la letra serio, casi llorando, pero no puede dejar de producir risa que diga: “Que Dios me perdone por desear que ni muerta tengas calma”.
A. V.: –Muy despechado. No había amor, el tipo la detesta.
–Muy cursi, también. ¿Por qué creen que cuesta admitir ese costado?
A. V.: –Es difícil aceptarlo. Hablamos y nos reímos de eso. Pasamos del gran amor al odio. Con los sentimientos no tenemos límites, guían nuestras vidas diarias. El que tiene pareja porque la tiene, el que no la tiene porque no la tiene. Toda esa maraña discursiva para mostrar lo vulnerables que somos. Hablamos de los celos, que son enfermos. No es romántico el celoso, está depresivo, se tiene que tratar, está volviendo loca a la mina y ella se convence de que la vuelve loca porque él la adora. Siempre me preguntan: “¿Cómo se mantiene la pareja tantos años?”. Y qué sé yo, hay un montón de ingredientes: amor, humor, entenderse, compañerismo y llevarla diariamente. Pierde River y los hinchas entran en la peor depresión. Pará, pará, dramático. Eso habla de una desazón, de una falta de afecto, de una vulnerabilidad fuerte que te tenés que analizar. Esto va más allá de la moral del fútbol: es falta de afecto. Hagamos un análisis de desamparo porque las caras que se veían el domingo eran de gente desamparada. Todo bien, es un deporte. Pero hay gente a la que el desamparo le pega en la vida.
* Las funciones de El danzón de Los Amados serán los viernes y sábados a las 21 en Siranush (Armenia 1353), durante julio y agosto.
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