MUSICA › COMO ES LA SERIE DE REMASTERIZACIONES DE LA BANDA INGLESA
› Por Eduardo Fabregat
La seguidilla deja los auriculares al rojo vivo. Porque está claro que la experiencia exige auriculares: al fin, Queen tiene el audio que le hace justicia, que hace que esas canciones escuchadas una y mil veces vuelvan a convertirse en territorio a descubrir. La serie que cerrará el 5 de septiembre (en coincidencia con lo que debería ser el cumpleaños de Freddie Mercury, se editarán los últimos cuatro discos del historial y un DVD con los shows de julio de 1986 en Wembley) es la contundente prueba de cuánto significa el cuarteto inglés en la historia de la música rock. Y viene, además, con una serie de “bonus EP” que condensan lados B, tomas en vivo, gemas perdidas como “Mad the swine” o “Feelings feelings”, versiones alternativas, ensayos y rarezas como “Bycicle race” sin voces, un “Don’t stop me now” con más guitarras, las voces solas del segmento operístico de “Bohemian Rhapsody” o el mítico demo 1971 en los estudios De Lane Lea. Además, los Greatest Hits (dos de los compilados más vendidos de la historia) se refuerzan ahora con los dos volúmenes de Deep cuts, que reúnen las canciones menos obvias a la hora de recopilar.
Así, recorrer la historia de Queen, en una versión sonora que impacta por su limpidez, calidad y potencia, se vuelve un ejercicio de puro placer. Porque detrás de las consideraciones técnicas y el rastreo de archivos escondidos, llega esa convicción en la que reposa la razón por la cual Queen fue una banda que supo dominar el mundo. El repaso de su obra hasta el primer paso en falso no deja de confirmarlo: basta decir que, en sólo siete años, entre 1973 y 1980, Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon grabaron nada menos que ocho discos a los que nadie puede negarle el status de clásicos. Queen, Queen II, Sheer heart attack, A night at the opera, A day at the races, News of the world, Jazz, The Game: antes de desencantar con la banda de sonido de Flash Gordon (sólo tres canciones en una marea de música incidental) y la patinada al pasto de Hot Space, Queen sentó las bases de algo irrepetible. En una seguidilla envidiable, compuso y grabó álbumes que hicieron historia, con canciones que forman parte de la herencia de la música contemporánea.
¿Excesivo? La atenta escucha de este festín de remasterizaciones despeja cualquier duda. Incluso, Queen supo recuperar la dignidad entrados los ’80, aunque está claro que nada podía ser como esa primera década de oro, cuando el grupo pudo ser tan delicado como poderoso, tan sencillo como intrincado, apoyándose en cuatro tipos que componían y se complementaban a la perfección. Y que, como si esa tarea de estudio no fuera suficiente, además pusieron a punto una maquinaria en vivo que encendía a las multitudes, y tenía en Mercury un frontman de los que no se repiten así nomás.
La industria musical vive una era de remasterizaciones y rescates que incluye más de un lanzamiento discutible, por utilizar un término elegante. Pero la discografía remasterizada de Queen es mucho más que un recurso para ingresar dinero fresco: es, sencillamente, un atronador acto de justicia.
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