“Durante la primera audición de Pelléas et Mélisande, con Debussy tocándola en el piano de espaldas a nosotros y dándose vuelta cada tanto para espiar las reacciones de Maurice, muchas de sus maravillas se me escaparon”, contaba la actriz y cantante Georgette Leblanc, amante de Maeterlinck, en cuyo texto se había basado el compositor. “Pero en el preludio a la muerte de Mélisande sentí esa emoción especial y única que nos sobreviene en presencia de una obra maestra: la vida parece alejarse de nosotros, algo se detiene. Las palabras, las lágrimas, la emoción misma, todo aquello que constituye nuestra humanidad, repentinamente se vuelve inadecuado.”

La obra fue escrita bajo el influjo de Tristán e Isolda de Wagner y, también, en contra suyo. Impensable sin la sensación de abismo a la que había llegado el compositor alemán, esta única ópera de Debussy que se estrenó en 1902 y que llegó a 107 representaciones en la Opéra Comique antes del comienzo de la Primera Guerra, no sólo respondió a la pregunta que nadie se animaba a formular en voz alta, cómo seguir después de Tristán..., sino que fundó una nueva manera de concebir la creación musical. Si para los poetas franceses, y en especial para Mallarmé, una de las preocupaciones había sido la de encontrar la música oculta en las palabras, el procedimiento de Debussy, un asiduo lector de sus contemporáneos, fue el inverso: crear a partir del ritmo y las inflexiones de la lengua. Tal vez por eso, en esa primera ópera sin rima parece inevitable hablar de poesía. André Messager, quien dirigió las primeras funciones, cuenta una escena bastante parecida a la que relataba Leblanc: Debussy mostrando la ópera a los cantantes, tocando el piano y cantando todos los personajes “con esa voz profunda y cavernosa que a menudo llevaba las frases una octava más abajo, pero cuyo sonido se iba volviendo gradualmente irresistible”.

Representada por última vez en el Colón en 1999, en una recordada puesta de Jorge Lavelli que, lamentablemente, no volvió a reponerse, Pelléas et Mélisande vuelve hoy a ese escenario, con dirección escénica de Olivia Fuchs y conducción musical de Emmanuell Villaume. Con nuevas funciones el viernes 12, el martes 16 y el miércoles 17, la ópera cuenta con diseño de escenografía y vestuario de Yannis Thavoris y coreografía de Claire Whistler. Participarán la Orquesta y el Coro Estables del Teatro Colón y será protagonizada por Markus Werba –el notable Papageno de la última representación de La flauta mágica de Mozart realizada en ese teatro– como Pelléas, Anne Sophie Duprels en el papel de Mélisande, Marc Barrard como Golaud y, como Arkel, Kurt Rydl. Junto a ellos estarán Fabiola Masino, Vera Cirkovic, Mario De Salvo y Sebastiano De Filippi.

Uno de los secretos de Pelléas et Mélisande es el uso del silencio. La cantante Mary Garden, que para decepción de Leblanc fue la elegida para el estreno, decía, por ejemplo: “En la mayoría de los teatros de ópera nadie está en silencio. Están todos cantando y por eso nunca se percibe lo que el silencio significa. Tengo más poder frente a la audiencia con mi silencio que con cualquier nota. Y ésta es una obra que debe interpretarse teniendo siempre en cuenta al silencio. Porque lo que hace es bordearlo y delinearlo. El sonido está aquí para mostrar al silencio; para que se lo perciba”. Este pronunciamiento casi cageiano se correspondía con precisión al que el propio Debussy les había dedicado, al concluir su lectura de la obra. Garden no podía dejar de llorar y el compositor dijo, simplemente: “Señoras y señores, esto es mi Pelléas et Mélisande; ustedes van a cantarla pero, para hacerlo, deben olvidar que son cantantes”.