MUSICA › PARALAMAS VUELVE A BUENOS AIRES PARA PRESENTAR UN ACúSTICO EN EL GRAN REX
El trío formado por Herbert Vianna, Bi Ribeiro y Joao Barone ya no toca tan seguido en la Argentina como en su momento de explosión en los ’80, pero disfruta de cada paso dado tras el accidente que dejó al cantante y guitarrista al borde de la muerte.
› Por Leonardo Ferri
“Nos sentimos como en casa, muy felices.” Más allá de no tener las mismas playas ni un Maracaná, y de la creencia popular que indica que la alegría sólo es brasileña, a los Paralamas les gusta decir que disfrutan cada visita a la Argentina. Y es lógico que así sea. Cuando en los ’90 se hicieron populares en el país –a fuerza de hits y sobreexposición televisiva–, el trío ya llevaba más de diez años de carrera en Brasil, donde eran considerados los fundadores del rock de ese país, junto a bandas como Titás y Legiao Urbana. Esa fue la década de “Inundados”, “Track-Track”, “Coche viejo”, “Dos Margaritas” y tantos otros, y la época en que se convirtieron en la “banda brasileña más argentina”. Hoy, Paralamas está más cerca de ser un grupo de culto que de la popularidad desmedida, y el bajista Bi Ribeiro –sentado en el sillón de su casa de Río de Janeiro, desde donde atiende el llamado de Página/12– disfruta del camino recorrido, que mañana a la noche los traerá de nuevo al escenario del Teatro Gran Rex. “No extrañamos nada de lo que ya pasó, aunque sí nos gustaría ir más seguido”, acepta.
A treinta años de aquel comienzo que fusionó la MPB, el rock, el reggae, la new wave y el funk, Paralamas sigue siendo una banda popular en Brasil, aunque no sea el rock la música que más suene en esas tierras. De aquella oleada inicial de bandas –que completaba Legiao Urbana– sólo sobreviven Titás y el trío de Ribeiro, Herbert Vianna y Joao Barone. “Desde nuestra generación de los ’80, nunca más hubo una gran irrupción de bandas”, explica Ribeiro. “Surgen algunas, como O Rappa y Skank, pero la mayoría duran poco. Es decir, hay un pequeño nicho de rock, pero los estilos que predominan son otros, como el axé o la música rural, que es una especie de country brasileño que pega muy fuerte, pero a mí no me gusta”, admite. Para hacerles frente a las modas, es habitual ver que Paralamas se reúna en el escenario con bandas como Titás, tal como lo hicieron en la última edición de Rock in Rio. “Cuando empezamos había una especie de rivalidad entre las bandas, pero después nos conocimos mejor con amigos como Andreas Kisser (Sepultura) o Renato Russo (Legiao Urbana), y nos dimos cuenta de que vivíamos una realidad muy parecida, más allá de los géneros musicales”, reconoce. “Además, ya somos todos más grandes y tenemos hijos, hay cosas más importantes en que ocuparse”, completa.
–Paralamas nació antes de que ustedes mismos supieran tocar bien sus instrumentos. ¿Ve usted posible que algo así pudiera pasar hoy, en tiempos en que hay tantas bandas en búsqueda del éxito rápido?
–Nosotros nunca pensamos en que la música fuera a convertirse en una profesión, que pudiéramos vivir de esto. Era todo casi como un juego, un pasatiempo, y yo veo que ahora los chicos se preparan muy bien, tienen otras ambiciones que hacen que toquen todo el día y usen la computadora para crear música. Eso genera que haya mucha más competencia y todo se vuelque más a la interpretación que a otra cosa. No me imagino que ahora surja una banda con un espíritu más amateur, a no ser que tengan un talento compositivo que esté por encima de la capacidad de interpretación.
–El año próximo cumplen treinta años de carrera. ¿Por dónde pasa la búsqueda de la banda hoy?
–Hay un poco de todo. Para armar las listas de temas de los conciertos nos dejamos llevar mucho por el ánimo del momento, buscamos el cambio para tener la motivación que necesitamos. No tenemos reglas. Hace poco hicimos algunos conciertos por el vigésimo quinto aniversario del disco Selvagem en los que tocamos el disco completo, de principio a fin. Y, por ejemplo, para el show de mañana en Buenos Aires preparamos algo especial, un acústico distinto al que hicimos para MTV en 1999, con canciones muy conocidas y arreglos distintos a los que la gente ya conoce. Estamos realmente ansiosos, si fuera por nosotros iríamos todos los meses, pero eso no significa que extrañemos la popularidad.
Ribeiro pregunta por el estado actual de salud de Gustavo Cerati y se sorprende al saber que todavía sigue en coma, a un año y medio del accidente cerebrovascular que sufrió en Caracas. “Es fundamental la energía de la persona y de quienes la rodean”, afirma, con la autoridad que le da haber pasado por una situación similar con Herbert Vianna, el cantante y guitarrista de la banda. Aunque sea casi un lugar común volver a contarlo, existe un antes y un después en la carrera de Paralamas, marcado por el accidente que sufrió Vianna en 2001, cuando el ultraliviano que piloteaba se estrelló en Angra dos Reis. Su mujer falleció y él, luego de pasar cuarenta y cuatro días en coma, logró sobrevivir, pero quedó parapléjico. Según explica Ribeiro, la banda nunca pensó en separarse, pero sí fue difícil encontrar la forma de seguir. Si bien no hay casos conocidos de personas que después de haber sufrido lesiones en la médula hayan vuelto a caminar, Ribeiro cuenta que Vianna no pierde la fe: “El es distinto, muy optimista, y trabaja mucho todos los días para volver a hacerlo”.
En plena recuperación de Vianna, Paralamas retomó su rutina como banda y editó Longo caminho, un disco que desde su nombre marcaba la actualidad del grupo. Si bien la música del trío siempre fue de lo más amplia, la crítica social presente incluso en su mayor hit (“Inundados” habla de las favelas “esperanzadas en el mar y en las antenas de TV” y del “arte de vivir con fe y sin saber con fe en qué”) dejó su lugar para otras temáticas propias de lo que Vianna estaba atravesando, cuestión que se profundizó en Hoje, el primer álbum compuesto en su totalidad después del accidente. Una de las marcas distintivas de Paralamas ya no estaba. “El eje cambió”, admite Ribeiro.
–Es evidente el cambio que hubo en las letras de Paralamas después del accidente: se volvieron más intimistas, hablan bastante de la culpa y las pérdidas. ¿Temieron quedar marcados sólo por ese tema?
–(Piensa) Cada vez que creamos música lo hicimos de manera espontánea, sin una dirección establecida previamente, y siempre estuvo presente el elemento autobiográfico, sobre todo de Herbert, que es quien escribe las letras. Lo que pasó significó un dolor muy grande para él y es difícil separar las cosas, por más que algunas hayan mejorado. Es una marca demasiado fuerte.
–¿Les cansa hablar del tema?
–No, convivimos con ello todos los días, es un proceso por el que indefectiblemente tuvimos que pasar. Fue una tragedia y no hay manera de dejar de pensar ni de hablar de ella, nos pregunten o no por ella. Aprendimos a convivir con lo que sucedió, ya pasaron diez años y es natural. Herbert es una persona muy fuerte, yo mismo no sé si hubiera podido superar algo así como lo hizo él. Creo que me hubiera quedado en la cama mirando el techo, pero a él lo que más le gusta es trabajar, sentirse parte de un proyecto y ser uno más. Eso hizo y sigue haciendo, con su rutina de fisioterapia y ejercicios de varias horas todos los días.
–Russo en Brasil y Federico Moura en la Argentina son sólo dos ejemplos de músicos de los ’80 que murieron jóvenes, y ahora son varios los que enfrentan problemas de salud. Aunque haya sido por distintos motivos, ¿ve algún patrón, algo en común en ellos?
–No sé si puedo hacer un análisis de todas las pérdidas o problemas de salud que hubo en el rock argentino y brasileño. Los ’80 eran distintos, más espontáneos. Los jóvenes de esa época empezábamos a hacer las cosas que no habíamos podido hacer antes, por culpa de la dictadura. Me acuerdo de que cuando eso terminó fue como si la gente hubiera salido de la prisión, como un grito de libertad. Hoy la libertad es una cosa común, la gente joven no sabe lo que es que no le permitan reunirse, encontrarse en un concierto de rock.
–Paralamas puso en música y letras algunas de las realidades sociales y políticas de Brasil. ¿Cómo ven ahora al país?
–La cosa camina bastante bien en Brasil. Desde la presidencia de (Fernando Henrique) Cardoso, la política económica estuvo orientada hacia lo cotidiano y lo real. Pero bueno, todavía queda mucho por hacer, la mayoría de los políticos se mete en política con otras intenciones, hay mucho robo. La educación y la salud pública no funcionan, pareciera que cuanta menos gente piense, es mejor para ellos.
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