Vie 11.11.2011
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MUSICA › FAITH NO MORE OFRECIO UN POTENTE CONCIERTO EN EL MALVINAS ARGENTINAS

La banda a la que le gusta desconcertar

Pese al calor sofocante y el sonido mediocre, el martes el grupo repasó clásicos como “We Care a Lot”, “Easy” y “Epic”, siempre con el prodigioso rango vocal y la presencia escénica del cantante Mike Patton como armas letales.

› Por Mario Yannoulas

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FAITH NO MORE

Músicos: Mike Patton (voz), Bill Gould (bajo), Mike Bordin (batería), Roddy Bottum (teclado) y Jon Hudson (guitarra).
Lugar: Estadio Malvinas Argentinas, 8 de noviembre.
Público: 6000 personas.
Duración: 90 minutos.

“¿Qué es esto? ¿Un casamiento, un funeral? ¿Qué es lo que es?”, interrogó Mike Pa-tton en su particular español a las seis mil personas que llenaron el estadio Malvinas Argentinas la noche del martes para ver a Faith No More. Claro que no obtuvo respuestas concisas, pero fue lo que todos se preguntaron al ver el escenario por primera vez. Rosas y pétalos de flores en el piso, arreglos florales y absolutamente todo de un mismo color: blanco marfil. Desde el piso hasta los equipos. Evidentemente la banda tampoco lo tenía muy en claro, pero se trataba, sin dudas, de algún tipo de ritual. ¿Renovación de votos o muerte para el grupo? El mensaje era confuso y la gran bola de boliche que pendía sobre las cabezas tampoco ayudaba. En efecto, a Faith No More lo que le gusta es desconcertar.

Patton no quiere hablar sobre Faith No More, y muchos menos de un nuevo disco. Desde la gira de regreso emprendida en 2009, que los trajera por Buenos Aires ese mismo año, sólo se trató de jugar con aquellos viejos temas, introduciendo alguna que otra variación. Esa aventura había terminado en diciembre de 2010 con un implacable concierto en Santiago, de Chile. Pero, sorprendentemente, este año regresaron a Sudamérica. ¿Qué pasará después de esto? Si crearan nuevas canciones, ¿serán tan perspicaces como en décadas pasadas, cuando supieron conjugar el virtuosismo, el talento y el enfado de su generación con el incontenible derrame del pop? ¿Serán como esos grupos de la secundaria que cada tanto se juntan a comer para recordar viejas y hermosas anécdotas? Probablemente ellos tampoco lo sepan. De ahí la confusión.

En el Malvinas, después de clásicos del vivo como “Land Of Sunshine” (Patton siempre apela al megáfono y despunta como tenor), “Be Aggressive” y “Midlife Crisis”, el público se encendió y, al escuchar sus cantos, el cantante preguntó (siempre en español): “¿Qué canción es ésa? ¿Una de Charly García?”. El sonido no estuvo equilibrado a lo largo de todo el show, por lo que no se pudo apreciar por completo el sorprendente registro del vocalista y se perdieron muchas veces líneas de teclado o guitarra. Según se adivinaba, la performance era demoledora. Luego de la loungera “Evidence”, cantada mitad en castellano y mitad en inglés –entró en juego la bola de espejos–, llegó un bloque duro que incluyó “Cuckoo For Caca”, una de las perlas sucias del grupo. Patton pudo gritar todo lo que quiso y jugar con las distorsiones, y la banda desarrolló su típica estructura de picos a la hora de generar climas: momentos muy tensos e instancias de relax sin solución de continuidad.

Después del “momento Aspen” con “Easy”, llegaron “Ashes To Ashes”, “Everything’s Ruined” y “The Gentle Art Of Making Enemies”. Y antes de los bises, otros tres nuevos del vivo: “King For a Day”, “Epic” (quizás el más clásico de todos) y “Just a Man”, con Patton acarreando una caja de cartón repleta de pétalos para arrojarlos al campo, igual que las rosas y demás elementos del escenario. Cuando la banda volvió, sonó su primer clásico, “We Care a Lot”. Quedaba tiempo para cerrar el desconcierto: “This Guy’s in Love With You”, cover empalagoso de Burt Bacharach. Ni el mediocre sonido ni el sofocante calor ni el óxido de la “primera vez” pudieron opacar otra inolvidable actuación de un grupo único, potente y atrevido (esquizofrénico, quizá), cuyo cantante es una excepción a toda regla (por capacidad vocal y presencia escénica), cuyas presentaciones en vivo son siempre carne de antología y cuya música sigue zumbando, como una abeja testaruda y molesta, en los oídos del rock actual y su desidia.

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