MUSICA › ALVY SINGER BIG BAND PRESENTA EL TIEMPO DEL AMOR
Jano Seitun, el cantante y multiinstrumentista detrás del alias Alvy Singer, asegura que para su cuarto álbum se corrió del lugar “tristón” que proponía antes, con una luminosidad que viene del lado musical. El show será hoy a las 23 en La Trastienda Club.
› Por Julia González
Jano Seitun trae consigo a su alter ego Alvy Singer, quien a su vez presenta al Sommelier Paul, que prepara tragos con una gaseosa light y cuya cara empapela la ciudad. Pero, lejos de padecer un trastorno de identidad disociativo, Jano juega y saca a relucir todo lo que quiere decir a través de Alvy Singer, nombre que tomó prestado del entrañable personaje de Woody Allen. Y lo hizo de nuevo en su cuarto disco, El tiempo del amor, un trabajo tal vez de desprendimiento de las estructuras que el mundo académico le había endilgado. A diferencia de los discos anteriores, éste está atravesado por la fortuna del amor y los ritmos circenses y bailables, más cerca de la fiesta de Kusturica que de las orquestas de salón. La orquesta Big Band acompaña a Seitún/Singer, quien a su vez acompaña con el contrabajo a Onda Vaga e integra Los Campos Magnéticos y el trío Nacho y Los Caracoles, una serie de formaciones donde las caras se repiten. Y puede que tanto saltar de una banda a la otra lo haya influido para dar nacimiento a una nueva forma de hacer música: combinar lo académico con lo espontáneo. “Antes era un poco más déspota y tenía todo escrito y súper planeado, armado en mi cabeza como tenía que ser. Para este disco ya me había cansado de ese sistema y decidí probar otro, entonces hubo como un cambio de dinámicas muy fuerte en el funcionamiento interno de la banda”, se sincera el cantante y músico. Eso podrá apreciarse hoy a las 23.30, cuando la Alvy Singer Big Band toque en La Trastienda Club (Balcarce 460).
“Lo de Paul me lo tomo con humor, debe haber un par de enojados en el rock, pero la verdad es que me tiene sin cuidado. Yo no veo a ningún Luca Prodan por ahí y esas críticas me hacen gracia”, dice respecto de la publicidad. Como no se puede vivir del amor y la Big Band aún no les paga el sueldo a todos los que la componen, actuar de sommelier de gaseosas no fue mala idea. Entonces a Singer se le ocurrió adjuntar otro disco con El tiempo del amor, Pequeños éxitos, donde se recopilan las once canciones más significativas de sus trabajos anteriores. Fiel al elegante humor que caracteriza al músico, en la tapa se lo ve vestido de tenista, levantando una minicopa, pero con una paleta de ping pong en la mano. “Me gusta reírme un poco, me parece que al rock le falta algo de humor y trato de regular esa canilla, porque el humor con gag ya deja de interesarme, cuando el remate es muy claro. A veces el rock me aburre con esa visión tan solemne y lo de Pequeños éxitos viene un poco por ahí, con eso de tratar de hacer una lectura a mi alcance. ¿Qué, voy a poner grandes éxitos? Si ninguno es un gran éxito, son mis pequeños éxitos”, reconoce.
–¿Llegó el tiempo del amor, a diferencia de los discos anteriores donde se ponía en el lugar del perdedor?
–Sí, fue una decisión consciente más que para hacer un reality de mi vida. Siempre me había quedado la sensación de que con los otros discos me tiraba más para lo triste. Me gusta mucho el balance entre lo triste y lo alegre, o lo luminoso y lo siniestro, y en los discos anteriores me parece que me había caído más para el lado tristón. Esta vez me propuse más conscientemente balancearlo para el otro lado y el disco viene un poco de las ganas de eso, de ser una obrita un poco más luminosa. Traté de enhebrar un relato con una curva más ascendente y que terminara en una fiesta. Me parece que el disco traza ese relato, termina en una especie de festejo bizarro. Y también tiene que ver el hecho de que las canciones fueron escritas un poco a cuatro manos con mi pareja de ese momento, así que sí, también es un poco un reality.
–¿Pequeños éxitos representa una despedida de esa época más oscura?
–Sí, tiene que ver un poco con razones emocionales, porque siento que en este disco cambiamos un poco la dinámica de trabajo con el grupo. Desde el vamos, escribir a cuatro manos ya fue un cambio para mí. Entonces me encontré motivado por ese envión y decidí trasladar eso al grupo y que los arreglos fueran escritos a dieciséis manos. Entonces escribí mucho menos, hice esquemas muy básicos de lo que me imaginaba, un poco qué era lo que tenía que sonar, y dejé también que la banda propusiera ideas y arreglos. Hubo cambios de instrumentos, entradas y salidas de gente, una dinámica más de grupo. Por eso, para mí este disco tiene una importancia medio emocional. Y el compilado es una manera de demostrar el pasado y el presente del asunto. También en lo práctico tiene que ver con que esos discos están agotados y yo tenía ganas de que estuvieran en algún lugar además de las redes, el limbo de Internet, quería que tuviera un soporte físico todavía un ratito más.
–¿Este cambio en cuanto a la forma de componer o de encarar el disco tiene que ver con su amistad con los Onda Vaga, que tal vez son más relajados?
–Puede ser, me cuesta un poco ver el alcance que tiene eso en mí. Siento que somos un grupo de gente que nos estamos influyendo todos mutuamente todo el tiempo. Cuando conocí a Nacho (Rodríguez), él estaba en un momento estéticamente supereléctrico, saliendo de Doris. Pero sí, capaz que hay una especie de remolino en él que le pegaba por algún lado ver lo que estábamos haciendo con los artistas de la orquesta y toda esa cosa de encarar el rock desde un lugar distinto. Siempre se filtran un poco todas las influencias en una ensalada personal, de la que no termino de ser consciente. Pero desde los trabajos que hice con orquestas con música clásica hasta los trabajos de jazz, siempre estoy tratando de ver qué es lo que me gusta de los entornos, de los géneros. Hay que ser medio esponja para ser músico.
–Esta luminosidad de la que habla también se refleja en las armonías.
–Sí, porque para lograr esos climas que quería es difícil encarar sólo con la letra. En discos anteriores por ahí tenía esa especie de contraste, tal vez una letra supertétrica con una melodía más alineada, y siento que a veces la música es mucho más poderosa que la letra. Esa luminosidad viene por el lado musical.
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