Miércoles, 21 de diciembre de 2011 | Hoy
MUSICA › DANIEL MELERO HABLA DE CóMO CONCIBIó SUPERNATURAL
El nuevo álbum del ex Los Encargados fue compuesto junto a los integrantes de su banda, en lo que supone una novedad para él. “Tal vez lo más hermoso que me sucedió en los últimos tiempos es la inteligencia de quienes me rodeé”, afirma.
Por Roque Casciero
Supernatural, el nuevo álbum de Daniel Melero, arranca casi como un sample de Neu!, banda crucial del krautrock, hasta que entra la voz y la canción que da nombre al disco sale para otro lado. Después viene “Por el río”, a la que el propio Melero define como “una especie de Gainsbourg atacado por psicodelia”, y en “La perspectiva” una guitarra marca apenas el pulso sobre el que se mueven la voz y las voces (procesadas). Entonces aparece “La puerta”, que bien podría definirse como “ambiente” (no confundir con ambient): una charla sobre estrategias para una canción, debidamente manipulada en lo sonoro, se convierte en... otra canción (o un track, mejor dicho). Más tarde, “Tantas cosas” se aventura por las formas de la canción y le encuentra pasadizos inesperados, con una poesía de Borges en medio; “Pequeño Aleph” resignifica una anécdota íntima, con más aura borgeana; “Así (fase uno)” le plantea, en base a ambiente, el camino a “Cauce”, que retoma fragmentos de “Por el río”; “El insecto” hace pensar en la ominosidad de Scott Walker al servicio de Low, de David Bowie; y “Luz” cierra mutando desde la potencia de la guitarra eléctrica hacia la calma de sonidos procesados. Pero esta descripción no alcanza para siquiera empezar a absorber un trabajo rico en climas e ideas, que cuesta ubicar en cualquier discoteca, incluso entre el material anterior del cantante, músico y productor.
Y todo esto se hace más difícil de encuadrar si se tiene en cuenta que Supernatural es el primer disco que Melero compone junto a una banda estable desde las épocas de Los Encargados. “Para mí mismo es una sorpresa, y es grata”, empieza a explicar el cantante. “Hace tiempo que creo que el proceso es tan interesante como lo que uno firma, finalmente, y acá llegué a poder mostrar el proceso de los sonidos. Tal vez lo más hermoso que me sucedió en los últimos tiempos –y por ahí suena un poquito engreído– es la inteligencia de quienes me rodeé. Siempre digo que el lugar más aburrido es el de mis ideas, el de mi mente, pero eso no quita que me interesen las ideas de otros. Los músicos con los que toco son disímiles entre sí, pero capaces del diálogo. Para mí, el diálogo fue una de las estrategias fundamentales de este disco.”
Embalado, Melero cuenta que Supernatural fue grabado en sólo dos sesiones y que en el proceso sucedieron “cosas fabulosas”. “Los temas son de una estructura que tiene que ver con las de los trabajos de Scott Walker –sin imprimir el terror que imprime él– o de Robert Ashley.” Pensé mucho en estos compositores”, afirma. “‘Tantas cosas’, por ejemplo, era un tema muy complejo de comprender. Yo no comprendía y, sinceramente, no me importaba, porque confiaba en los demás (el bajista Félix Cristiani, el guitarrista Tomás Barry y la baterista Silvina Costa). Ellos, en su responsabilidad, crearon un mapa muy complejo de cómo parecía que era la canción; el responsable de llevar ese mapa al estudio era Félix y... ¡se lo olvidó! Y tanto a él como a mí nos sirvió muchísimo esa posibilidad. Era una posibilidad hermosa. Pero sí, fue una canción que me costó mucho resolver.”
–También, si se mete con Borges...
–Sí, bueno, es una barbaridad (se ríe). Pero yo fui a ver a Borges en vivo, en los ’70, en el Coliseo, cuando daba estas conferencias sobre qué es la metáfora y todas esas maravillas. Y al mismo tiempo iba a ver rock, entonces para mí Borges forma parte de mi cultura de rockero, que creo a veces tener. Recuerdo como el día de hoy la entrada de Borges en el teatro, yo estaba en el pullman. Y sí, me metí con Borges mal, se debe estar revolviendo (risas), pero mi aprecio es enorme. Yo no leo ficción, en general leo especulaciones...
–¡Muy buena definición!
–Sí, seudociencias, genética, cosas así, pero dentro de eso, la especulación: qué pasaría si. Y Borges y Bioy Casares son lo máximo... Es más, soy tan cholulo que me compré el diario que escribió Bioy de cada día que se veía con Borges. Siempre empieza “Hoy vino Borges”. Ahí se ve el tremendo humor que tenían. Y ya llegué a lo peor... Porque el punto más bajo de la literatura tal vez sean las biografías (risas).
–¿Y las autobiografías?
–¡Eso es peor!
–Otra canción “borgeana” del disco es “Pequeño Aleph”, en la cual usted habla sobre un caleidoscopio roto que le vendieron. La forma de la canción, ¿no tiene también algo de caleidoscopio fallado?
–Sí, creo que lo tiene. De ese tema tenía los acordes y la letra, que es una anécdota muy sencilla: fui a comprarle a Adrián Dárgelos (cantante de Babasónicos) un regalo al barrio chino... y al final nunca le regalé el caleidoscopio ése. Me dijeron en un español dudoso “Lléveselo usted” y lo sentí como un mensaje. El problema es que quedaba sólo ése... Es divino, lo tengo en casa. Muchas veces juega con él la hija de Diego Tuñón (tecladista de Babasónicos y “codirector artístico” de Supernatural), que es mi ahijada. Lo que a mí me atrajo fue que tenía muy pocos elementos. En este disco estuve muy perdido, tal vez como nunca desde Rocío. Travesti, en cambio, sabía perfectamente cómo tenía que ser: me lo propuse y lo realicé, con los defectos que tenga. Para mí, todos los discos son obras inconclusas, pero éste contenía esa inconclusión, como la tenía Rocío. Pero fue más un ready made, porque se grabó en dos noches, y fui una tercera noche a corregir una impronta vocal. En los pocos temas que tenía ideas claras, no me funcionaron (risas). En mi escaso delirio, mi impresión es que el disco tiene como islas a las que uno va llegando. “Tantas cosas” fue muy traumático para mí, porque además me enfrenté a algo que detesto, que es trabajar con una interfaz nueva para hacer un disco, mío o de otro. Llegué a llorar por no poder realizar operaciones muy básicas, como... cortar (se ríe). En ese sentido, apareció Tuñón como una figura importante. Y un día le dije que me había dado cuenta de que en “Tantas cosas” lo que importaba era, contrariamente al mensaje general del disco, que ahí había un cantante. Yo no podía llegar a editarlo y vino Tuñón y lo resolvió. Mal, como él sabe hacerlo. Y fue fascinante: le introdujo más irregularidades a la canción. Ese “mal” para mí es un valor positivo, porque es de otra forma. Y ahí el tema se me multiplicó. Después, el sonido final de la mezcla terminé haciéndolo, pero todo el tiempo estábamos titubeando. A Tomás, por ejemplo, lo llamo por teléfono y le digo: “Tomi, necesito que me hagas una guitarra así y asá para tal secuencia”. Y él me hace algo totalmente distinto ¡que es mejor que mi idea!
–Por eso de que el lugar más aburrido...
–Es mi mente, claro. Yo creía que era de un modo, pero había otro más interesante. Eso sucedió todo el tiempo.
–Entonces no es sólo “Mi pequeño Aleph”: el disco entero es como un caleidoscopio fallado.
–Sí, sí. Al principio y al final tiene estabilidad, pero no tiene suscripciones a géneros, lo cual me parece un logro. ¿Por qué yo debería hacer un disco hoy en día? Porque me parece que hay una impronta que vale la pena, que es distinta, que a mí me nutrió, y tengo la vanidad de decir “escúchenla”. Yo no dejo de usar fórmulas de trabajo: mi fórmula es una especie de negación de la fórmula.
–Por, su disco anterior, llevó años de elaboración; éste lo grabó en dos noches.
–Sí, pero no fue deliberado. Yo fui al estudio y sabía que no era un demo, que iba a grabar un disco. Confiaba totalmente en mi gente. Y Gustavo Iglesias microfoneó todo como para un disco: sin saberlo, él confiaba en este sistema. Fue muy lindo que los chicos (Babasónicos) estaban de gira, como siempre, y cuando volvió Diego lo escuchó y me dijo: “No grabes más, esto es un disco”. El estaba convencido de que yo estaba haciendo un demo para que él conociera los temas, pero tomó esa actitud. Y a mí me parece que ésa es la actitud del disco: estar abierto a sorprenderte ante algo que no necesariamente es un error, pero sí una intención que ni siquiera está terminada, y tratar de construir otra intención encima de eso. Volver a grabar hubiera sido una falta de respeto para con los artistas que forman parte de la banda. Fue tan concentrado y tan maravilloso... Además, ¡sin el mapa! Todo fue favorable...
–Eso que le dijo Tuñón, ¿determinó que él sea “director artístico” y no “productor”? Es una interesante elección de palabras.
–Así es. Producir, producían todos. Además, ¿qué es producir? Yo ahí suscribo a Baudrillard: “Producir es generar por la fuerza”. Acá ni siquiera hacía falta la fuerza, era por el diálogo. Diego Rodríguez (multiinstrumentista de Babasónicos) fue muy importante en Por, pero me pareció que este disco iba a ser una molestia para él, por eso preferí que no trabajara: yo precisaba una falta de estructura de canción y que a la vez fuera una nueva forma de ver la estructura de canción. Creo que en algunos temas lo logramos... Aparte, la idea de la grabación del disco fue juntarnos en la sala de ensayo para no ensayar ningún tema. Lo que tratábamos de hacer era incrementar la comunión, para saber cuándo alguien se pierde y poder hacer que se pierda en un nuevo nivel en lugar de traerlo de vuelta. Ese fue un ejercicio que realizábamos y que nos sirvió mucho en vivo. En los conciertos improvisamos. De hecho, antes de la grabación, los temas perdieron la forma: son improntas que puede tener cualquiera de los músicos. Entonces, todos tenemos que estar escuchando, que es muy diferente a oír.
–Operación escuchar, como uno de sus discos...
–¡Sí! Y los temas a veces terminan teniendo forma porque la canción se desarrolla y es válido que tenga forma, y es bello que tenga estribillo. Pero, de repente, puede ser que sea víctima de otra mutación, y todos tenemos que estar atentos a eso.
* Daniel Melero tocará hoy, a las 20, en Ultra Bar, San Martín 678, en la Feria de Discos de Navidad del sello Ultrapop.
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