Dom 29.01.2012
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MUSICA › ANDY CHANGO HABLA DEL TALLER DE ROCK PARA NIÑOS QUE DIRIGE EN ESPAÑA

“Es más fácil lidiar con niños de 8 años”

Alguna vez escandalizó a Chiche Gelblung y Lucho Avilés por su discurso sin ataduras sobre el consumo de drogas. Los padres españoles no ven en él al demonio que se quiso pintar: el éxito de su primer taller garantiza una nueva edición en breve.

› Por Javier Aguirre

Que Andy Chango dirija un taller de rock para chicos avala la máxima educacional que supone que un docente tiene que merecer el respeto de sus alumnos. Su currículum tiene mucho de aquello que, según parece, puede esperarse de un músico de rock: formación en música clásica, excesos, cuatro discos grabados, más excesos, duetos cómplices con estrellas como Andrés Calamaro o Fito Páez, otro poquito de excesos, escándalos mediáticos con Chiche Gelblung y Lucho Avilés... Con ese recorrido, el músico argentino radicado hace más de una década en España, que hacia el cambio de milenio supo componer pegadizas (y pegadoras) canciones de militancia narcótica en las que pregonaba “Qué lindo es drogarse en familia”, y que en 2009 grabó un gran álbum en el que adaptaba composiciones de Boris Vian, ofreció un taller de iniciación rockera para niños de entre 7 y 11 años, en el espacio de un centro cultural madrileño.

En diálogo con Página/12, Chango niega cualquier inspiración en Escuela de rock, la película de Richard Linklater protagonizada por Jack Black en 2003: “No la vi, las comedias americanas actuales me dan ganas de llorar”, resopla. Y cuenta el surgimiento de la idea del taller: “Fue a partir de los juegos musicales que habitualmente desarrollo con mi hija. El año pasado compusimos algunas canciones, fuimos a grabarlas al estudio de Candy Caramelo –conocido en la Argentina como integrante de la banda de Calamaro–, y lo pasamos genial. Un día, en la cama, como casi siempre, pensé que se podría intentar extender la experiencia, darle forma y compartirla con otros niños. Me puse manos a la obra; y muy rápidamente se completaron las 14 plazas que había disponibles en el centro cultural”.

El método educativo Andy Chango es intensivo: cinco días consecutivos de cursada, con clases de tres horas de duración. Y los contenidos incluyen una introducción al rock (con videos de Elvis Presley, The Rolling Stones y The Beatles, en particular, fragmentos del film animado Submarino amarillo), la escritura de una letra, la búsqueda de una melodía, la grabación de la canción en un estudio con intérpretes profesionales –entre ellos Fernando Lupano, el prestigioso ex músico de Charly García–, ensayos y grabación de voces con los chicos, sesión de fotos, diseño de la gráfica del disco, fabricación del CD y rueda de prensa, con brindis para padres y todo. Condensado en una semana, como en un veloz reality (casi) sin cámaras.

“La experiencia como docente, por llamarla de alguna manera, fue alucinante. Simplemente llegar, ver el pizarrón, la computadora, mi escritorio... era la vida que siempre quise llevar, decente y académica...”, se sincera, en apariencia, Chango. “Los niños respondieron estupendamente. Cuando me llamaban ‘profe’, sentía un júbilo indescriptible, cercano al éxtasis, aunque algunas jornadas fueron extenuantes, porque no es fácil mantener a 14 chicos bajo control durante tanto tiempo. De todas maneras, es más fácil lidiar con niños de 8 años, que con niños de 30”, reflexiona.

Mientras prepara un nuevo disco “tranquilamente, sin ninguna prisa”, se presenta en vivo y trabaja en radio y televisión en España, Chango admite que el “balance altamente positivo” del taller de rock para niños lo llevará “a repetir la experiencia, un par de veces, durante este año”. “Y por supuesto que me gustaría hacerlo también en la Argentina; todo lo que hago me gustaría hacerlo en la Argentina”, sostiene.

Y nadie mezcló las cosas. Chango niega haber recibido ningún comentario, de parte de los padres de sus alumnos, vinculado con la explícita lírica sobre drogas que caracterizara sus primeros dos discos; y destaca que el proceso creativo de los niños no tuvo, prácticamente, limitaciones. “Quiero dormir todo el día, que me despierte la policía”, cantan los infantes rockers madrileños, y el docente da detalles. “La letra fue hecha con total libertad. Los niños proponían frases y luego votábamos. La alusión a la policía fue un acierto de uno de los niños, que respondieron siempre estupendamente. Quizá la única limitación fue con el nombre de la banda, que terminó llamándose Las Lunas Siniestras, y que originalmente iba a ser Las Madres Cabreadas. Ese primer nombre había surgido porque uno de los niños, mientras veíamos un video de Mick Jagger gesticulando, dijo que se parecía a su madre cabreada. Finalmente decidimos cambiar el nombre por razones diplomáticas”, reconoce. Es que ningún docente, por rockero que sea, quiere un escándalo en la reunión de padres.

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