Jueves, 10 de mayo de 2012 | Hoy
MUSICA › SEGUNDA FIESTA DE MAMA CHABELA, UN ENCUENTRO ENTRE ROCK Y FOLKLORE
Mama Chabela, una banda que conjuga folklore tradicional con sonidos contemporáneos, organiza este ciclo al que se suman diversos artistas. Esta noche serán de la partida el grupo Inti Huayra, Se Armó! y, claro, los anfitriones.
Por Sergio Sánchez
Se podría ensayar una definición simple de música popular: es lo que suena de fondo, en los barrios, en el tren o en el café de la esquina. Es lo que se inmiscuye en los oídos muchas veces sin buscarlo. Es, a veces, esa melodía que se pega, que entra sin pedir permiso. Lo que musicaliza los recuerdos. Son esas músicas que siempre parecieron haber estado ahí y que dicen mucho de quien las escucha. De las identidades que conviven en la Argentina y en el resto de América latina. Lo que se dio a llamar “rock folklórico o fusión”, cuyo exponente más conocido es Arbolito. Algo que no está de moda, sino que habla de los tiempos que corren. Habla de tecnologías que permiten un mayor acceso a la información, de un redescubrimiento de las raíces latinoamericanas y también habla de ciudades cosmopolitas donde cabe todo. De eso se “hace cargo” Mama Chabela, una banda que conjuga folklore tradicional con sonidos contemporáneos y que se puso sobre los hombros la organización de un ciclo para reunir grupos que transitan, con matices, el mismo camino. “Por Buenos Aires pasa todo. Uno no se puede mantener con los ojos cerrados ante las cosas que pasan: así como te puede emocionar una chacarera, también te pueden emocionar un rock and roll o un tango”, apunta el músico Guillermo Daverio, bajista de Mama Chabela y uno de los organizadores.
La segunda Fiesta de Mama Chabela –como se denomina el encuentro– encenderá sus colores y ritmos hoy a las 21 en Uniclub (Guardia Vieja 3360), con entrada gratuita hasta las 23. En esta oportunidad, serán de la partida el grupo folklórico Inti Huayra, Se Armó! y, claro, los anfitriones. Sin embargo, no sólo participarán de las fiestas –que se realizan los segundos jueves de cada mes– aquellas bandas o solistas que combinan el rock con estéticas folklóricas, sino que el panorama es más amplio. Según coinciden los organizadores, la intención es crear un espacio integrador con artistas que compartan “una energía y una sensibilidad común”. Un nuevo “decir”. Por ejemplo, en la primera fiesta, el mes pasado, la comunidad de sikuris Arcoiris compartió sus ritmos tradicionales andinos. “El ciclo está vinculado con la posibilidad de conocer otras músicas y la pérdida de los prejuicios”, entiende Pedro Borgobello, guitarrista de Chackaston, una de las bandas que participó de la primera jornada. “Antes el rock era rock y el folklore era folklore –dice el también dueño del clarinete en Arbolito–. Esos prejuicios existen pero se van perdiendo de a poco. Con Arbolito se nos abrieron muchas más puertas del lado del folklore que del rock. ¡Pero nosotros rockeamos con una quena!” Con esa idea, el ciclo continuará durante todo el año y recibirá a otras disciplinas, como el teatro, la danza y la plástica.
En un plano más amplio, la apertura musical responde a un acercamiento a las raíces no sólo en el campo artístico, sino también en la esfera política y social. En definitiva, las nuevas generaciones son el resultado del contexto cultural. Aquellos que durante el neoliberalismo eran la emergencia, hoy han ganado ciertos terrenos. En definitiva, se trata de otra etapa de la historia. La “nueva verdad” se construye día a día. Para Bárbara Silva, la cantante de Mama Chabela, “hay un volver. El hombre empezó a avasallar todo a su paso. Y ahora la tierra nos está haciendo volver a la raíz y haciendo acordar que no todo depende de noso-tros”. Sin embargo, Daverio tiene un reparo: “No hay que tirar abajo todo lo que el hombre puede idear, porque por algo tenemos esa capacidad. Lo que está bueno es entender que hay que convivir con la naturaleza y con los otros. Ningún cambio es radical. Se tiene que dar naturalmente”. Para la baterista Carla Vianello, “el hombre tiene que darse cuenta de que es parte de la naturaleza y de que es necesario el cuidado mutuo...”
–¿A qué creen que responde la apertura musical?
Borgobello: –En realidad, esta mezcla entre el rock y folklore viene de antes. Y nosotros somos una generación criada a rock. Yo nací en Rosario. Lo que pasa es que durante la dictadura se cortó toda esa onda. Quedó del folklore lo más paisajista y se cortó con la fusión y con la movida que hablaba de cosas más profundas. Si te remitís a la palabra folklore, tiene que ver con el saber popular. Si a un pibe de Salta o de Burzaco le das una viola, seguro un tema de rock va a tocar. Porque se podría decir que el rock argentino es parte del folklore a esta altura, como el cuarteto o la cumbia villera. Nosotros hacemos todo lo que sabemos y escuchamos. Cuando sos chico quizá no te ponés un disco de folklore o de tango, pero está, lo percibís.
Daverio: –También se está incorporando la electrónica. Cuando salís en Buenos Aires podés terminar en una fiesta electrónica. Entonces, ¿por qué juzgar y no tomar lo que está bueno de eso? Porque en realidad son nuevos instrumentos. Así como se incorporó la guitarra eléctrica, se puede incorporar una computadora. Si uno se queda con lo ya hecho está cortando el crecimiento artístico. Están buenísimas las tradiciones, pero no está bueno el fundamentalismo.
–En el ciclo es importante el concepto de “fiesta”. ¿Qué sentido le dan?
Vianello: –Queríamos festejar que nos encontramos en un mismo lugar todas estas personas diversas. Esta fiesta te hace pasar por diferentes sensaciones, desde la sorpresa hasta la emoción.
Silva: –La fiesta es realmente algo popular. Y queríamos generar un espacio independiente, continuo y un lugar para encontrarnos con gente que también necesita un espacio de expresión.
Daverio: –La idea es que cada fiesta tenga su trabajo, su dedicación y su armado, para no caer en la repetición. Que nada esté pegado porque sí, sólo porque hay que hacerlo. Mama Chabela es un poco hacerse cargo. La intención es generar un espacio sin prejuicios. La gente va preparada para que pase cualquier cosa. Hay miles de bandas que no encajan en un circuito determinado. Entonces, está bueno generar un espacio de inclusión.
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