MUSICA › CARLOS GARCíA LóPEZ, CARCA Y BALTASAR COMOTTO
Además de acompañar a Charly García, Babasónicos y el Indio Solari, respectivamente, estos tres músicos tienen carreras solistas. Mañana, en el ND Ateneo, protagonizarán un encuentro llamado “Las guitarras del rock”. Y no piensan bajar el volumen.
› Por Roque Casciero
Alguien trae una Gibson Les Pauls y Baltasar Comotto no puede resistir la tentación de ponerse a tocar ahí mismo, con la guitarra desenchufada. A Carlos “El Negro” García López se lo ve con ganas de hacer lo mismo, pero acaba de comer una empanada y jamás se le ocurriría posar sus dedos sobre el encordado sin haberse lavado las manos antes. Carca mira la escena con cierto orgullo y sin ansiedad por ponerse a tocar: la Les Pauls es suya, ya la conoce al dedillo. Los tres músicos serán mañana (a las 21) los protagonistas de un encuentro titulado “Las guitarras del rock”, lo cual tiene cierta lógica: García López es un histórico al lado de Charly García, Carca toca con Babasónicos (aunque en rol de multiinstrumentista) y Comotto es parte de la banda del Indio Solari, además de haber tocado en la última formación que acompañó a Luis Alberto Spinetta. Pero los tres son, también, artistas por peso propio (ver aparte), por eso el show en el ND Ateneo (Paraguay 918) será una confluencia de estilos diferentes, que, acuerdan ellos, tienen como nexo último al rock. “A un productor se le ocurrió ganar mucho dinero y por eso nos convocó a nosotros”, bromea de arranque García López. “En realidad, a ninguno de los tres se nos hubiera ocurrido armar esto, sinceramente, pero lo que está bueno es que se produjo una buena química.”
–¿Se conocían?
Carca: –Más o menos. Con el Negro nos habíamos cruzado un par de veces y había buena onda; obviamente que yo tenía que conocerlo porque tiene una carrera muy larga y muy a la vista, pero él bien podría no conocerme... De Baltasar me habían hablado maravillas muchos amigos en común, pero no nos habíamos cruzado nunca.
Baltasar Comotto: –Mi cuñado, Fernando Lupano, tocó mucho tiempo con el Negro, entonces (le habla a García López) alguna vez te saludé en el Rodney... Pero, bueno, éste también es un tiempo para que haya más conversaciones entre nosotros y para poder escuchar la música que hace cada uno en vivo, que no es lo mismo que en un disco.
–Cada uno de ustedes se dio a conocer en una década diferente.
Carlos García López: –Es cierto, aunque hoy la onda del rock y el pop está muy mezclada, la gente puede escuchar distintos estilos sin problemas. Estoy escuchando las canciones de ellos, pero quiero verlos arriba del escenario. Y va más allá de ir a verlos a un show: compartir los camarines, todo ese momento previo...
C.: –Claro, porque para noso-tros es un momento muy especial el de tocar, estar en camarines. Forma parte de una intimidad sagrada y accedimos a compartirla entre nosotros cuando dijimos que sí a esta propuesta. Ahí hay una comunión súper importante, al menos para mí. Si hubiese visto que no iba a pasarla bien, habría dicho que no. Pero estoy seguro de que vamos a estar todos atrás del escenario compartiendo, viendo los shows desde el costado... Hace varios años que a mí no me pasa con mi proyecto personal, salvo en un festival, y vivirlo en un formato más chico es fabuloso.
–Cada uno toca con artistas muy reconocidos, pero también tienen vuelo propio.
B. C.: –Sí, eso es particular de este encuentro, no es el típico cruce de guitarristas que están esperando para hacer su solo...
–Y termina siendo un embole.
C.: –¿Qué? ¿Hacen eso los guitarristas? (risas)
–A ver, un show de tres guitarristas esperando para meter su solo y demostrar que tocan mejor que los otros...
C. G. L.: –... es lo que va a pasar en el Ateneo (carcajadas).
C.: –¡Si no da, no lo pongas!
C. G. L.: –No, precisamente lo interesante es que cada uno tiene su proyecto y que todos son distintos entre sí, pero estamos los tres en el rock and roll, ésa es la idea. Y nadie se va a aburrir. Además, cero competencia: la música no es un deporte.
–¿Ya tocaron juntos?
C.: –Todavía no. Nos estamos dando un tiempo para estar cómodos con lo que vamos a tocar cada uno. Aunque tampoco quiero definir lo que vamos a hacer...
C. G. L.: –Pero estaría bueno empezar a definirlo un poquito (risas).
C.: –Nos estamos dando un tiempo para ver por qué lado todos nos llevamos bien, que tiene que ver con todos nuestros ídolos en común. No quiere decir que vayamos a tocar obras de ellos, pero todos admiramos frenéticamente a Pappo, a Luis Alberto... y a todos los grandes guitarristas del rock argentino: Kubero Díaz, Edelmiro Molinari...
C. G. L.: –David Lebon, Claudio Gabis... Hay muchos, por suerte.
B. C.: –Ulises Butrón...
C. G. L.: –Gustavo Cerati, Ricardo Mollo...
–¿Marca alguna diferencia en el trabajo ser “el guitarrista de” o tocar en sus proyectos?
C. G. L.: –Para mí, la importancia de tocar es siempre la misma. Hay una cuestión de respeto a la música, al instrumento y a la gente que me escucha. Si hay alguna diferencia cuando toco con mi banda, es que tengo que preocuparme por muchas más cosas que cuando lo hago con Charly. Con él sólo tengo que pensar en llegar a horario y en concentrarme para el show, porque sé que las violas van a estar bien calibradas, que todo va a estar listo para cuando yo llegue. En cambio, al estar al frente de mi banda, tengo que preocuparme por la escenografía, las luces, el sonido...
B. C.: –A mí me pasa más o menos lo mismo. Obviamente es un rol diferente al que tengo con el Indio o al que tuve con Luis, porque en mi banda además canto. Con el Indio toco la guitarra y hago coros, es otra forma de interacción, pero el compromiso y la energía son los mismos. Y ni que hablar del disfrute.
C. G. L.: –Supongo que cantar es lo que más nos preocupa a los tres. Cuando toco con Charly, probamos temprano o el día anterior; en cambio, cuando es con mi banda, a veces probamos a las 11 de la noche y terminamos a las 4 de la mañana, y obviamente que no puedo cuidar la voz. Quedás medio disfónico. Eso me preocupa bastante.
C.: –Claro, te suma una preocupación más. Aparte, al no tener una dinámica muy aceitada de conciertos solistas, hay cosas que a uno lo paranoiquean un poco más. Aunque, en realidad, si tenés una dinámica de shows muy aceitada, te podés quedar sin voz. Más o menos, la guitarra la sabemos hacer sonar.
–“Más o menos, la guitarra la sabemos hacer sonar”: buen título para esta entrevista.
C. G. L.: –Es que podés estar fisurado, te puede haber caído mal la comida o lo que sea, pero la guitarra la tocás igual, por más que tengas una cara de culo bárbara. Ahora, cantar es otro tema. Por eso tantos cantantes que conocemos no hablan durante el día del show, por ejemplo. Cuando tocaba con Celeste Carballo, por ejemplo, ella no hablaba durante todo el día del show. Pero yo no sé cómo hacer eso, si no puedo parar de hablar (risas).
C.: –En algún momento tuvimos que disociarnos del gran amor que le tenemos a la guitarra para ser intérpretes de nuestras propias composiciones. Seguramente lo que le pasa a cada uno es distinto, pero mi primer amor fue con la guitarra, no con el canto. Después, el canto apareció a partir de una necesidad de expresión propia, de no ser autor de temas que interprete otro.
B. C.: –A mí me pasó al revés: primero fue cantar. En el secundario había un coro de chicos y la profesora vio que cantaba bien, entonces empecé a usar la voz como instrumento. A los 17 empecé a coparme con la guitarra, a sacar temas y cosas. Y aunque el primer encuentro fue con la voz, después me desa-rrollé más en la guitarra. Empecé a tocar con diferentes músicos y por eso se me conoce más como violero que como cantante. Pero compongo desde los 16 años. Que la gente me conozca porque toqué con Luis o toco con el Indio es... un accidente.
C. G. L.: –En mi caso fue primero la guitarra, como le pasó a Carca. Es más: ciertas canciones las grabé con la guitarra colgada, sin enchufar, pero forma parte del todo tener el instrumento colgado mientras canto.
–¿Alguna vez cantaron en vivo sin tener la guitarra colgada?
C. G. L.: –Alguna vez le presté la guitarra a un amigo para que tocara mientras yo cantaba.
B. C.: –A mí no se me ocurriría. Es como tener un escudo...
C.: –Yo no tengo ni ganas de hacerlo (risas). Me gusta como toco la guitarra y canto mis canciones, entonces, no tendría a otro tocando. Si canto solo, ¿de dónde sale la otra guitarra? No tiene que ver con que no haya buenos guitarristas, pero a veces la simpleza de tu historia sólo podés hacerla vos.
B. C.: –Además, uno canta de una manera distinta cuando está tocando la viola. La expresión es otra.
–Tal vez eso era lo que buscaba García López cuando grababa con la guitarra colgada...
C. G. L.: –Exacto. Las veces que le pasé mi guitarra a otro y seguí cantando, sentía que me faltaba algo. Toco la guitarra desde muy chico, desde los 9 años, porque mi primo Pancho me enseñó un par de notas y cuando se fue, dejó la guitarra en casa. Entonces empecé a estudiar. Y hoy la guitarra forma parte de mi vida, no existe otra cosa.
C.: –Fue una elección de esas que desconocés de dónde vienen, como el enamoramiento: no lo podés explicar ni fundamentar. ¿Por qué no podés dejar la guitarra? ¡Porque no! La elegimos para toda la vida y está comprobado que nos ganamos la vida de esto, entonces algo en esa decisión debemos haber hecho bien.
C. G. L.: –A veces me cruzo con chicos por ahí que me dicen: “Y yo tocaba la guitarra, y tocaba bien...”. Y les digo: “¿Por qué dejaste? Si tuviste la suerte de que la naturaleza te diera la capacidad de tocar un instrumento, no lo dejes”.
C.: –A veces uno siente que hay un imaginario de “éste no quiso laburar nunca”...
–Claro: “Quiero tocar la guitarra todo el día”, como dicen los Decadentes.
C.: –Sí, está eso de que el que tuvo suerte y la pegó tocando la guitarra fue porque no quiso laburar. Y no, en mi caso, estoy seguro de que trabajé muchísimo más que otro que tiene un trabajo estable. Más de veinticuatro horas seguidas, seguro... A los 17 años, cuando tenés tu grupo, arrancás con la escenografía, el sonido y demás, y trabajás y trabajás. Y de repente tenés 30 y pico de años y seguís trabajando igual.
–¿Pasan días sin que toquen la guitarra?
C.: –Es difícil... Aunque sea toco cinco minutos para frustrarme con algo que no me sale. No digo que siempre termine contento con la experiencia, pero alguna idea trato de guardar ahí. Siempre siento que voy a aprender algo que todavía no sé.
B. C.: –Yo sí puedo pasar días sin tocar.
–Pero recién vio la guitarra de Carca y no pudo resistirse.
B. C.: –Bueno, ¡pero es una Les Pauls tremenda! Cuando la levanté y noté el peso, ya me di cuenta de que es un violón terrible.
C. G. L.: –Yo me voy de vacaciones adonde sea y tengo que llevarme una guitarra. En algún momento toco, siempre. Una vez me fui a Europa durante dos semanas y no me llevé guitarra; cuando volví, me fui al bar de unos amigos y me quedé tocando hasta cualquier hora (risas).
–Y cuando otro quería hacer un solo, usted le pegaba.
C. G. L.: –Algo así. Hay un par de frases de guitarristas que están muy buenas: “Ya bajé el volumen” y “En este tema no hago solos” (carcajadas).
–¿Los tres estudiaron?
C.: –Yo debo ser el único que no estudió nunca (baja la cabeza)... Aprendí mirando a los demás, sacando algún tema o un riff. No tenía idea de cómo se afinaba, ni de si se usaba púa o no. Nunca fui a un profesor, ni nada... ¡Me encantaría! Creo que la formación académica es fundamental. No para arrancar desde ahí, pero sí para combinarla con el espíritu de uno, con toda la locura o la creatividad. Si tenés más herramientas para construir algo fuerte, es mejor. Si sos una piedra y te mandaron a estudiar desde los 5 años, vas a ser un desastre igual; pero si tenés cierta facilidad para llevar las cosas adelante, está muy bueno estudiar.
B. C.: –El estudio también es algo relativo, porque hay gente que escucha mucha música todo el tiempo y eso es otra manera de estudiar. Hay gente que no estudió académicamente y llegó a lugares increíbles, como el caso de Luis... o Hendrix, que nunca fue a un profesor de música.
C. G. L.: –Pappo también... Lo que a mí me dio estudiar fue poder hacer cosas con Charly sin volverme tan loco, sabiendo qué pasa con un acorde o con la modulación. Por ejemplo, Charly me pasaba un arreglo en una servilleta, en un bar, y había que tocarlo esa noche: para eso me sirve el estudio. Ahora no estoy dando clases, pero me gusta mucho hacerlo.
C.: –¡Encontré profesor!
C. G. L.: –En una época tenía muchos alumnos y me hacía muy bien porque estaba todo el tiempo aceitadísimo, haciendo escalas, buscando cosas para pasarles. Creo que está bueno, si sos músico, saber qué es una séptima mayor... En México me pasó de producir a una banda en la que el bajista tocaba bárbaro, pero cuando le dije “¿viste la parte en la que vas al La menor?”, el tipo no sabía de qué le hablaba.
C.: –Bueno, yo esa parte la sé (risas).
C. G. L.: –Claro, Carca sabe eso y mucho más. Pero hay muchos músicos que no saben, por más que toquen bárbaro. Creo que el estudio te ayuda a llegar más rápido a eso que buscabas.
C.: –Y entonces podés poner el esfuerzo en embellecer las cosas en lugar de estar pendiente de para qué lado disparar. Mientras más herramientas tengas, más lindo podés hacerlo.
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