MUSICA › SANDRA VAZQUEZ Y LA PRESENTACION DE SU DISCO PATEANDO EL TABLERO
“La verdad es que no estoy rompiendo nada. Sólo estoy dando un punto de vista; si rompo algo, tal vez sea un preconcepto”, dice la notable armoniquista, que sostiene que no hay por qué creer que el blues debe ser algo triste y arrastrado.
› Por Cristian Vitale
“Un día cayó una armónica en mis manos y, bueno, acá estoy”, alega ella, y se proyecta hacia un mojón clave: Cosquín Rock 2005. Concretamente al día (viernes 3 de febrero) que concentró varios hitos en una noche. El día que Pappo y Charly García hicieron juntos “Desconfío”, “Popotitos” y una descomunal versión de “Sucio y desprolijo” ante 25 mil personas que no podían creer lo que estaban viendo. El día en que, horas antes, Spinetta ofrendaba un divino set crepuscular a través de “Kamikaze”, “La herida de París”, “Durazno Sangrando”, “Resumen porteño”, una exótica versión de la bellísima “Era de uranio” y “Crisantemo”, dedicada a las vidas “que se van en un soplo”. El día en que Sepultura y Molotov fueron apenas un detalle ante tal juntada grande. Y el día que el mismo Charly se sumó a León Gieco para recrear clásicos de clásicos como “El fantasma de Canterville”, “Pensar en nada”, “La colina de la vida”, “¡Y ‘La mamá de Jimmy’!”, intercepta Sandra Vázquez, legitimada. Es que también había sido su día. “Lo tengo fresquísimo”, evoca ella y procede al relato: “Charly había tocado el día anterior, y le avisó a León que se quedaba para tocar con él. Estábamos por subir al escenario y León me dijo `va a subir Charly, va a tocar ‘La mamá de Jimmy’, y en ese tema hay un único solo que era mío. Lo primero que atiné a responder fue que yo me corría, que no lo iba a tocar, pero León insistió: `vos soleás`...”.
–Para el ataque de pánico.
–Flashero: ¡le tenía que pisar el solo a Charly!... todo mal, empecé a transpirar y, cuando entró Charly, lo tenía a mano. Cuando subió, yo paradita al lado de él, viene el solo, hago un paso al frente, me mando con todo, y salgo arando como la última vez. Dije “que salga lo que salga”. Charly se dio vuelta, me miró, y yo decía “ahí viene el palo, no sé si esto es bueno o malo, no sé”... Me sonrió y, joya, zafé. Asintió. No era joda, yo dije: “hago las cosas mal y éste tipo me parte la guitarra en la cabeza” (risas)...¡pisarle un solo a Charly!, mi dios...
Mujer, armoniquista y blusera, Sandra Vázquez pudo estar ahí, en uno de los días más importantes del rock argentino, porque cuatro años antes Gieco la había convocado para sumar el toque femenino a su banda viajera. En 2001 ella tenía 25 años, una banda en formación, y Gieco le vio el ángel en un encuentro casual. “Nos conocimos en una casa de música. Yo estaba probando una armónica, él entró y yo ni lo vi. Se acercó, hablamos, le di un teléfono y me llamó”, resume. El debut de Vázquez en la banda de Gieco coincidió con la presentación de Bandidos Rurales y, a partir de ahí, quedó prendida como invitada permanente a los recitales grandes. “Grabé en El vivo de León, participé de Planeta de mujeres y, bueno, digamos que se me abrió la gran puerta”, dice, y no resulta extraño, entonces, que por Pateando el tablero, su show anual, hayan pasado el mismo Gieco, Miguel Cantilo, Ricardo Tapia, Ciro Fogliatta y Rodolfo García, entre muchas otras figuras del rock de acá.
La del sábado 14 de junio en La Trastienda (Balcarce 460) será la tercera edición del espectáculo producido por ella y que, con el blues como base, pretende extender el norte de miradas. “La verdad es que yo no vivo el blues desde la amargura. Lo vivo desde otro lugar ¿no?... todo bien, pero no nací en un algodonal. Mi historia es otra... entonces empecé a ver la idea de meterle color al género, de incorporar otras cosas”, dice. Pateando el tablero es una forma de sumar gente al ghetto a través de una puesta que va más allá de un simple show. Una interacción entre músicos, bailarines, dibujantes y humoristas con el propósito de sorprender. “La idea surgió porque, cada vez que hacía un recital mío e invitaba gente, me decían `¿tocás blues?... uy, qué bajón`, y no es así. Fue ir contra eso y decir `miren que el blues no es lento y todo mal ¿eh?`. Me empezó a hacer ruido el hecho de que había un montón de gente que no se acercaba a ver un show de blues por un preconcepto y entonces, bueno, pateé el tablero.” Patear el tablero fue, dicho está, convocar músicos que se sumen a Bueytrío (su banda centro), dibujantes, bailarines de swing, humoristas y marionetas de negros bluseros con el propósito de atraer un público que circula por fuera de los márgenes del género. “La verdad es que no estoy rompiendo nada. Sólo estoy dando un punto de vista de lo que me parece, y si rompo algo, tal vez sea un preconcepto. Por ejemplo, meter bailarines de swing, porque el blues se baila y eso se ve mucho en los festivales de afuera... el-blues-se-baila”, acentúa. “Nosotros hacemos ‘Malena’, en clave de blues; ‘De mí’, en clave country; ‘María del campo’, en clave rockera, y todo eso se baila.”
–¿Por qué la armónica? Es casi exótica entre mujeres, ¿es una influencia paterna?
–A mi papá le gusta la música clásica, nada que ver con el blues y el rock. No es una cuestión de familia. La verdad es que todo el mundo me pregunta lo mismo, y yo no tengo ni idea. No sé, en esa época yo escuchaba Bob Dylan, pero hoy no es un referente mío, miro más a Sonny Boy Williamson o Little Walter. Lo que sé es que un día cayó una armónica en mis manos y a partir de ahí es imposible no abrazar el género. Después ves si vas para otro lado o te quedás ahí... y yo me quedé ahí, en la idea de un blues para todos.
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