MUSICA › RUBEN RADA, PABLO NAVARRO, GUSTAVO BERGALLI Y LUIS SALINAS
Los cuatro músicos, más Alex Acuña y Francisco Fattoruso, concretarán el próximo fin de semana una auténtica reunión cumbre, en la que prometen “un homenaje a la música en sí misma”, sin distinción de géneros. Lo que habrá, seguro, es mucho vuelo e improvisación.
› Por Cristian Vitale
Luis Salinas cuenta que la primera vez que viajó en avión tenía 30 largos, que se iba a Suecia, a tocar con los músicos de Gustavo Bergalli, y que se trató de un alto acontecimiento emotivo y familiar. “Vinieron a despedirme mis viejos, mi vieja lloraba, una cosa increíble... cuando subí, y el avión arrancó, dije ‘a este paso no llegamos más’... ¡todavía no había despegado!”. Rubén Rada muere de risa y cuela el chiste apropiado: “‘Mirá che’, le dice un tipo a otro, ‘los tipos parecen hormigas’... ‘son hormigas, el avión todavía no arrancó’, le contesta el otro”. Jorge Navarro dice que siempre queda bien tener un negrito en un grupo (“es una nota de color”) y Bergalli no puede hablar porque no para de reírse. El almuerzo congrega a los cuatro músicos y es en Notorious. No hay vino a la vista, apenas gaseosas y agua mineral. Giran los postres y es tarea complicada ponerle un coto serio a la juntada. “No le dijimos nada porque si no, no viene”, remata Salinas sobre Alex Acuña, el convidado de honor. En blanco: Rubén Rada, Jorge Navarro, Gustavo Bergalli y Luis Salinas están presagiando las coordenadas de un encuentro musical de excepción. Ellos cuatro más el ex baterista de Weather Report y Francisco Fattoruso en bajo, se presentarán el sábado próximo en el Teatro Coliseo (antes habrá actuaciones el jueves en el Coliseo de La Plata y el viernes en el teatro El Círculo de Rosario). “La alegría es porque somos amigos que se admiran y se encuentran. Yo pienso que las casualidades no existen, son causalidades, y estamos felices de poder concretar algo que parecía una utopía. Acá estamos”, templa Navarro, en tren de encarrilar la cosa. “Vengamos del palo que vengamos, nos hermana un espíritu en común: la música”, resuelve Bergalli, pensando en la columna vertebral del encuentro.
La última cucharada de helado con destino al paladar no le impide al experimentado pianista de jazz (Navarro) desclasificar la lista de temas posibles. Es una hoja de cuaderno Rivadavia, rayada, y se espía un repertorio ecléctico. Hecho a varias manos. Figuran “Anclado en París”, “Night in Tunisia”, “Zamba de mi esperanza”, “El día que me quieras”, “Candombe para Gardel”, “Ayer te vi” y “Ahí va”, entre muchos otros. “Me tomé el atrevimiento de tomar no diría la dirección, porque en este grupo no hay dirección, pero sí organización... empezar a poner en un papel este proyecto. Temas que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, pero que en realidad sí lo tienen. No se trata de la diversidad por la diversidad misma, no es una demostración de habilidad, es un homenaje a la música en sí misma”, enmarca Navarro y sigue: “Los temas fueron saliendo espontáneamente, por gusto; Salinas le dijo a Rada ‘cantate esa que me gusta’, y yo puse entre la espada y la pared a Salinas para hacer ‘Ahí va’, un tema que me encanta por cómo lo toca y, sobre todo, por cómo lo canta”.
–Un rol que a Salinas le costó mucho asumir, sobre todo en sus primeros discos.
Luis Salinas: –Es que tuve la suerte y la desgracia de escuchar cantar a Daniel Riolobos (risas). El tipo cayó medio en pedo en un boliche y se cantó todo. También escuché a Mercedes Sosa, a Rubén Juárez, a un montón de gente que tiene el don natural del canto. En cambio yo, si hay una reunión y me piden música, agarro primero la guitarra y después canto, mientras que el cantor empieza a cantar naturalmente. Por eso no me considero cantante... la voz es un complemento para mí. Goyeneche decía “Lastima bandoneón”, y vos veías el bandoneón al lado. Hay una forma de decir, una afinación, un sentimiento, ¿no?
Rubén Rada: –Pero vos tenés las dos cosas, loco, sos como Louis Armstrong, y es una pena porque era yo el que iba a cantar todos los temas (risas). Ojo, ahora que lo nombro... que la gente no piense que va a ser un concierto de jazz, porque ellos son todos músicos de jazz que buscaron el camino de cómo tocarlo sin apelar a lo tradicional. El aire es el encuentro, la improvisación, y eso abarca todo... podemos tocar un jazz, un tango, un candombe o lo que venga.
Jorge Navarro: –Yo creo que el nudo está en el swing. Cualquier tipo de música popular que toques, si la tocás con swing, si la tocás con pertinencia, tenés el denominador común.
–¿Cómo se ideó la juntada?
J. N.: –A ver. Este grupo es como una fruta que estaba macerando y de repente cae. No se formó ni para promocionar un disco, ni para promocionar una gira, ni para nada de eso, sólo por la felicidad de tocar. Puntualmente, un día estábamos terminando de comer un asado en casa con Alberto (Grande, el productor) y empezamos a fantasear con Bergalli: “Qué lindo sería tocar con Luis”, “qué lindo tenerlo al Negro Rada cantando sus temas”... una onda “che, a quién pondrías de siete en el equipo ¿no?, hay un tipo que toca todo, pero hay que traerlo de EE.UU., Alex Acuña”, en fin, empezamos a volar. Entonces lo llamé a Luis y se lo propuse. Me dijo “ya”, y no me preguntó cuánto había, ni qué temas íbamos a hacer. Después llamé a Rada. Hacía mil que no lo veía y pensé que me iba a decir “No, Navarrito, tengo mucho laburo”, pero dijo “ya, aunque tenga que llevar las congas y tocar sólo eso”. Tampoco preguntó cuánto había, cuándo era o cómo iba a ir su nombre. Ante esas cosas, uno se conmueve.
Grande completó el convite. Llamó a Alex Acuña y el baterista aceptó. Faltaba el bajista y Salinas propuso a Francisco Fattoruso, hijo del gran Hugo. “Lo había visto tocar con diferentes bajistas, y es un tipo que se adapta a todo. Lo conocí en Uruguay, en Medio y Medio, y me pareció terrible su contracción al trabajo, a sacar cosas y cosas. Hicimos un ciclo de tres noches y terminamos tocando temas distintos cada noche. Era una experiencia que quería volver a vivir la semana siguiente”, cuenta el improvisador de Monte Grande, cuya guitarra lleva varios entreveros en sus cuerdas: Horacio Salgán, B.B. King y Hermeto Pascoal, entre ellos. “Hablaba de causalidades y ésta es una: cuando Rada y yo tocábamos juntos en La Banda, allá por los primeros ’80, el negro, gran amigo de Hugo Fattoruso, le compuso un tema a su hijo, que había nacido hacía un mes, y yo, que no era amigo de Hugo, apenas lo conocía, terminé haciendo el solo de piano en el tema, que se llamó ‘Francisquito’. Eso fue hace 32 años y se lo hice saber hace poco, cuando me subí a tocar con Salinas, él y Martín Ibarburu en La Trastienda. Fue ultra emotivo, porque terminamos todos a los abrazos”, suma Navarro.
Será la primera vez que estos seis titanes de la música popular coincidan en escena. Sólo se cruzaron en partes. Rada y Bergalli, por caso, tocaron juntos en SOS (Sonido Original del Sur), un grupo de fusión de los primeros ’70, que también integraban Héctor y Luis Cerávolo. “Yo escribía las letras por fonética y grabamos un disco que nunca salió”, evoca Rada. “Nos echaban de todas las compañías diciendo que no era comercial... y la verdad es que era un grupo muy avanzado, con muchos arreglos de caños, un lindo moño.” “Un grupo que marcó –interviene el trompetista–, era una especie de Blood, Sweet & Tears, con temas originales.” También una especie de antecedente de otro de los cruces parciales: La Banda, que formaron Rada y Navarro siete años después. Ambos coinciden en que fue parte de una matriz estética parecida. “Fue la primera vez que incursioné en el candombe... yo seguí tocando jazz, pero improvisando sobre una base de candombe –recuerda el pianista–, y eso me abrió un mundo diferente porque si bien tocaba fusión con algunos ritmos de salsa, el candombe es otra cosa. Fue una experiencia muy valiosa y podría haber sido un grupo de vanguardia, pero se terminó enseguida. Eramos muy vagos para ensayar”, se ríe.
Salinas y Bergalli, otro de los cruces parciales, se dio a fines de los ’80. El trompetista, radicado por entonces en Suecia –donde vivió 30 años–, había viajado a la Argentina enviado por el gobierno sueco. “¡Me mandaron a mí, a mi país, a representar a Suecia!... ese país no puede ser”, lanza Bergalli. “Pasó que en uno de los conciertos apareció Egle Martin, que después de la tocada nos invitó a cenar a la casa. Eran como las cinco de la mañana, me encontré con Luis tocando la guitarra y establecimos una relación cercana... no tocamos juntos, pero me deslumbró.”
–¿Y con Alex Acuña se cruzó alguien?
J. N.: –Yo toqué con él dos veces. Es un tipo absolutamente abierto, entusiasta, un capo. Me escribió dos mails, está muy metido con Cristo y me puso: “Es una bendición saber que voy a volver a tocar con ustedes”. El nos conoce a todos, está muy entusiasmado.
R. R.: –Un lujo Acuña. Sí, tocó con Weather Report, con Joni Mitchell, con los hijos del sol, con Paul McCartney, con Santana, o con todo el rock que se te ocurra, pero le ponés candombe, cha cha cha, cualquier cosa, y también la rompe.
La juntada descarrila de nuevo. Rada se acuerda de mil canciones y de las ciudades que visitó cuando tocó con Bergalli en Europa. El trompetista se sorprende (¿memoria selectiva?) y Navarro lo cruza sin contemplaciones: “Cuando debe guita no se acuerda nunca”. Carcajadas y Rada le devuelve la pelota. “El papel de Navarro en el fútbol es ponerle los botines a los muchachos” y contrarresta con un “para mí no”, cuando Salinas señala al pianista como un maestro. Para el recital, prometen, se van a reír así. O más.
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