MUSICA › HUGH LAURIE Y THE COPPER BOTTOM BAND LLENARON DOS LUNA PARK
El protagonista de la serie Dr. House presentó su álbum Let Them Talk, en el que aborda con respeto y conocimiento de causa su pasión por la música de Nueva Orleáns. Demostró ser un correcto cantante y un buen pianista, además de manejarse con histrionismo.
› Por Roque Casciero
He aquí una Verdad: la televisión produce fenómenos inexplicables. Bueno, sí, también es una perogrullada, nadie dijo lo contrario. De hecho, en el campo de la música sobran los ejemplos de “artistas” de ascenso meteórico cuya estrella se apaga casi al mismo tiempo que termina el reality show del que surgen. Y cualquier discusión posible sobre la frase del comienzo debería quedar zanjada al recordar que Silvia Suller llegó a grabar un disco. Todo lo antedicho lleva a que diez mil personas pagaron entradas hasta llenar dos Luna Park para ver a un actor famoso interpretar blues del Mississippi, cuando el artista más reconocido del género no convocaría en Buenos Aires, con muchísima suerte, a más de un veinte por ciento de esa cifra. Hugh Laurie, el actorazo inglés que le puso la piel al célebre doctor Gregory House durante siete temporadas, grabó un álbum llamado Let Them Talk, que lleva vendidas más de un millón y medio de copias. La Argentina, además, es el segundo país en el que el álbum llegó a platino, aunque aquí las cifras de venta de discos sean más cuestionadas que el IPC. Entonces, nadie puede decir que cayó al Luna engañado, al cierre del Personal Pop Fest –con poco de pop y menos de festival: fueron cinco fechas de cuatro artistas en tres lugares distintos–, esperando a ver a House tirando diagnósticos insólitos entre un blues de Robert Johnson y un gospel de autor anónimo.
Claro que los gritos de la platea femenina tenían más que ver con la condición de impensado galán maduro que ostenta Laurie que con reconocer nombres como J.B. Lenoir, pero el que avisa no es traidor: en las notas interiores del álbum, este actor, que además es un correcto cantante, buen pianista y guitarrista decente, deja traslucir todo su conocimiento del género que abordó. Encima, a caballo del éxito del programa –un sticker anuncia desde la tapa que el artista es la “estrella de la premiada serie de TV Dr. House”–, comparte esa pasión con generaciones que perdieron el contacto con nombres como Professor Longhair o Mahalia Jackson. Y lo hace con buen gusto, con invitados como Dr. John y Tom Jones, arreglos de vientos de Allen Toussaint, un productor (Joe Henry) que sabe de blues sureño y country como pocos, y con un quinteto estupendo, el mismo –salvo por el guitarrista– que lo acompaña en sus presentaciones por el mundo.
Con tanto ejemplo de “personaje televisivo devenido en cantante”, alguno podrá confundir a Laurie con un pretendido filólogo del blues, para colmo nacido y criado del otro lado del Atlántico, sin ninguna relación con los algodonales, la esclavitud y todo el resto de la mística. Un error, claramente. En medio de su segundo show porteño, al presentar un tema como “otra vieja canción”, Laurie recapituló: “No sé por qué todas las canciones que hacemos son viejas... Simplemente las amo”. En ese sentimiento radica una parte del éxito del disco y los shows: la parte estrictamente musical, en la que poco tienen que ver las luces de la fama televisiva. El amor de Laurie por la música de Nueva Orleáns se hizo palpable en el Luna en cada comentario entre tema y tema, como cuando recordó que un gobernador dejó salir de la cárcel a Lead Belly “¡dos veces!” por ser tan buen cantante. El histrionismo de Laurie a veces resultó un poco recargado y lo situó en un terreno más cercano a Las Vegas que al Mississippi (la camiseta de la selección argentina con su nombre, el ritual de servirle whisky a sus músicos, un bailecito que distrajo de un solo tremendo del violero Kevin Breit), pero nada grave, al fin y al cabo.
El sábado, antes de tocar una sola nota, Laurie se plantó frente al micrófono y empezó a “hablar”, pero la voz que salió por los parlantes fue la de Salvador Delgado, el actor mexicano que dobla al español a su colega en Dr. House. Buena humorada para introducir de a poco en el clima a quienes, en los alrededores del Luna, veían con más interés las remeras truchas con las leyendas “It’s not lupus” y “Everybody lies” (dos frases de cabecera del doctor de la ficción) que las que reproducían la tapa de Let Them Talk. Con todo el mundo ya relajado, “Mellow Down Easy” y “St. James Infirmary” fueron las elegidas para arrancar las dos horas de blues, gospel y rhythm’n’blues.
Conocedor de la poca familiaridad del público con el género, Laurie intercaló comentarios y recomendaciones hasta que él mismo reconoció que hablaba demasiado y decidió concentrarse en la música (“Vamos a tocar una canción... ¡Claro, somos una banda, ¿qué otra cosa vamos a hacer? ¿Jugar al tenis?”, dijo). Música que le sale muy bien, por otra parte, más allá de su limitado registro vocal. Además de las canciones del disco, la emprendió con algún otro clásico como “Unchain my Heart”, siempre con versiones atractivas y entradoras, (afortunadamente) sin correrse un milímetro de la tradición en cuanto a la instrumentación. En el final, ya con el lugar común de la camiseta celeste y blanca, pidió disculpas de antemano por lo que iba a hacer, especialmente porque estaba en la cuna del tango: cantó la versión en inglés de “El choclo” que hacía Louis Armstrong (titulada “Kiss of Fire”), con dos parejas de baile y una cantora invitada. ¿Concesión, demagogia, bizarreada? El gesto fue bien recibido por el público, que se encontró enfrente con un tipo con una buena onda en las antípodas de su criatura más famosa, además de con una banda notable y una lección de blues sin pretensiones. Y no, nada que ver con el lupus.
8-HUGH LAURIE
Músicos: Hugh Laurie (voz, piano y guitarra), Jay Bellerose (batería), Kevin Breit (guitarras y mandolina), Vincent Henry (saxo, clarinete y armónica), David Piltch (contrabajo), Patrick Warren (teclados y acordeón).
Lugar: Luna Park, 8 y 9 de junio
Público: 10 mil personas
Duración: 120 minutos
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