MUSICA › EL CUARTETO DE NOS PRESENTO PORFIADO ANTE UN LUNA PARK REPLETO
El grupo liderado por Roberto Musso hizo gala del ingenio, el buen humor y la inteligencia que tienen sus canciones con letras kilométricas. Además de los doce temas del nuevo disco, repasaron hits como “Yendo a la casa de Damián” y “El hijo de Hernández”.
› Por Roque Casciero
Woody Allen dijo alguna vez que, de haber resultado mejor favorecido en cuanto a aspecto, probablemente su obra no habría existido: al esfuerzo de los menos agraciados para resaltar sus costados notables hay que agradecerle, entonces, buena parte del humor y el arte durante la historia de la humanidad. Pues bien, en el Cuarteto de Nos no hay ningún “identikit de Brad Pitt”. Roberto Musso, el principal cantante y compositor, tiene más pinta de ingeniero (con “el ojo derecho desviado”, según canta en “Breve descripción de mi persona”) que de estrella de rock. ¿Será porque además de estrella de rock es ingeniero? Santiago Tavella, bajista y ocasional cantante, no duda a la hora de hacer resaltar su busarda arriba del escenario con bailecitos autoparódicos. Y Alvin Pintos, “el batero”, no podría disimular la alopecía ni con el tratamiento que le salvó el look metalero a Adrián Barilari. Afortunadamente (para ellos y para el público), el ingenio, el buen humor y la inteligencia sí los han acompañado durante los casi treinta años de carrera con el Cuarteto. Y en los últimos tiempos –más específicamente desde Raro en adelante–, esos “costados notables” han llegado hasta más público, al punto de que al grupo hoy no le cuesta mucho llenar un Luna Park. La venganza de los nerds a la uruguaya, entonces, ha ido más lejos de lo que alguna vez ellos mismos soñaron. ¿Cómo se explica, si no, que un estadio hierva a puro pogo mientras Musso rapea “Voy como Sísifo cargando con su piedra” o “Porque en el ángulo de la vida yo he decidido ser la bisectriz”?
La historia del Cuarteto de Nos está partida por la aparición de Raro en 2006: hasta entonces, el grupo había tenido mucho éxito en Uruguay, pero en el resto de América latina era un secreto bien guardado entre pocos. Las canciones siempre tenían gracia y melodías efectivas, pero el sonido y la producción no estaban a la altura de los tiempos. Pero un rato antes de ese disco clave había entrado en escena el productor Juan Campodónico, viejo fan de la banda, que logró la explosión sonora que necesitaban las letras de Musso. Este también varió su forma de escribir: encontró en unos rapeos a lo Eminem la posibilidad de que ¡por fin! le entren en versos esas letras kilométricas que vomita. Bipolar insistió en la misma fórmula, con la identidad como temática (aunque lejos del disco conceptual). Y el reciente Porfiado cierra la trilogía, según el propio cantante, así que es de suponer que en el futuro habrá un nuevo volantazo “cuartetero”.
“Seré un quedado, pero acá me quedo/ y no intenten alterar mi estado/ porque no voy a mover ni un dedo”, canta Musso en “Algo mejor que hacer”, el tema que abre Porfiado y que fue el primero en la lista en el Luna. Los juegos de palabras con un ingenio a prueba de balas parecen fluirle al vocalista, que los escupe en un tono rioplatense, más cerca de la payada que del Latino Solanas de Capusotto. Y las temáticas pueden ser la proyección a futuro (“Cuando sea grande”), la ambigüedad (la brillante “Lo malo de ser bueno”), la “ambición emocional” (“Insaciable”), la venganza (“Buen día, Benito”, pura rabia a punto de explotar) o la soledad (“Todos pasan por mi rancho”). Musso parece haber adaptado en su beneficio la fórmula loudQUIET-
loud que patentó Pixies e hizo famosa Nirvana: los versos son para el rapeo –que los fans repiten en un ejercicio de memoria notable–, los estribillos para un estallido catártico y, en los conciertos, un pogo amablemente descontrolado. De cuando en cuando, Tavella canta alguno de sus temas, como para cortar con la verborrea de Musso. Y aunque el bajista a veces se complica con el micrófono en la mano, sus letras también tienen gracia –diferente de la de su compañero–, lo mismo que sus bizarros comentarios.
Los doce temas del nuevo álbum (“¿Por qué soy porfiado? ¡Porque sí!”, marcaba el ida y vuelta entre Musso y el público) más varios de los hits anteriores (“Miguel Gritar”, “Yendo a la casa de Damián”, “Así soy yo”, “El hijo de Hernández”, “Mi lista negra”) mantuvieron el clima festivo durante dos horas en el Luna Park. El primer bis fue con “Yo soy Alvin, el batero”, con los músicos intercambiando instrumentos y el bueno de Pintos olvidándose la letra de esa canción con la que se presenta porque nadie lo conoce (“siempre solo, siempre atrás”). Y después de un medley entre “Nada es gratis en la vida” con “El putón del barrio”, el final fue con la canción que todo el público cantó con desesperación durante el intermedio: “Invierno del ’92”. Fue una confirmación más de lo lejos que han llegado estos raros tipos montevideanos, a los que ser porfiados les resultó una bendición.
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