MUSICA › EDITH ROSSETTI EDITó CUANDO ME CANTES, SU TERCER DISCO
La intérprete, cuyos orígenes están más cerca del tango, grabó un bello CD de inspiración folklórica. Versiones de Atahualpa Yupanqui, Roberto Cantos y Alfredo Abalos, entre otros, dan cuenta de su perfil artístico, atravesado por el buen gusto.
› Por Cristian Vitale
La persigue una obsesión: la de cantar canciones como si fueran cuentos. Habla del Polaco Goyeneche y se estremece (“lo seguí hasta el último recital”). Habla de Alfredo Abalos y evoca un orientación. “Mire, no cante porquerías”, dice que le dijo. Habla de su maestra, Melania Pérez y, por lógica, de una técnica al servicio de la expresión. Y habla de Armando Tejada Gómez, cuando Armando Tejada Gómez hablaba de cantar para ayudar a ascender, a crecer. De un lenguaje que libere, que levante la categoría de conciencia. Edith Rossetti no compone porque tiene pudor, pero transmite a otros a través de su voz y es un canal legitimado: ninguna de tales musas le es ajena. “Ellos son una síntesis de todo lo que aprendí”, refiere a Página/12, con su flamante tercer disco, Cuando me cantes. “Incluso, tomé el título de una larga nota que le hicieron a Tejada en 1984 para la revista Patagonia, en la que habla del canto como un vehículo de elevación, y ése fue el principio organizador que me llevó a optar por 16 temas entre los 60 que tenía. Fue fundamental”, principia.
Rossetti nació en Once, vivió casi toda la vida en Lanús, tiene 44 años y viene de dos discos: Allpa Kaspi (Tierra y madera, en castellano) y Al pie del viento. Los tres, incluido el último, editados en forma independiente y con un número de temas que se repite: 16. “No es un número sagrado, ¿eh? –se ríe–; es porque me ubico siempre al borde de lo permitido.” Los 16 que pueblan Cuando me cantes contemplan versiones a canto-cuento de Atahualpa Yupanqui (“La arribeña”), el Coplanacu Roberto Cantos (“Retiro al norte”), Alfredo Abalos y Juan Carlos Carabajal (“Santiago vive en mi zamba”), Rafael Amor (“La tangués”) y “Cruz de Quebracho”, de Francisco Berra y Miguel Angel Gutiérrez, otro de sus guías. “Fue un desafío grande grabar esta zamba, porque Miguel Angel también ha sido una palabra importante para mí. El consideraba que no tenía que grabar su zamba porque había cosas mejores... pero cuando estaba por morir, le pedí permiso y me habilitó con un ‘haga lo que quiera’. La grabé porque me parece una zamba hermosa, que ganó el Cosquín de la canción en 1971 y nunca más se versionó hasta que la tomó Angela Irene”, puntualiza.
–¿Y “La tangués”? Tal vez sea la versión que mejor refleje la idea del canto como un cuento.
–Es una canción que conozco desde hace muchos años pero recién ahora puedo grabar. Es de tal impacto emotivo que fracasé en todos los intentos anteriores. Me quebraba, lloraba en la mitad y dije: “bueno, tendrá que hacer su camino para lograr una distancia y poder contarla como un cuento”. Es una canción con muchas imágenes, muy descriptiva de cosas que nos pasaron a todos. En algún punto, esa canción te nombra.
Las canta impecable, pero Rossetti no empezó por zambas, chacareras, gatos y milongas. Empezó por tangos. En su casa había un monopolio del género dado por un abuelo violinista –con sexteto y todo– y un padre cantor. Lo primero que hizo ella, claramente estimulada, fue cantar “Chiquilín de Bachín” en una audición de Radio Provincia y participar de la primera semana de tango que se hizo en Buenos Aires. “El folklore me llegó después”, lanza y lo atribuye a una reminiscencia de infancia con enclave en su madre, una santiagueña nacida en Ojo de Agua y criada entre Quilino y Deán Funes, el norte cordobés. “Ella murió joven, de mal de chagas, pero recuerdo que cuando yo terminaba con mis estudios de piano, me pedía si podía tocar la ‘7 de abril’. Era lo único de folklore que escuchaba en casa. Como si fuera una ceremonia, ella venía con la partitura y me pedía que la tocara, y ese recuerdo una vez me volvió en forma de canciones”. El detonante fue Marcelo Perea, excelente músico santiagueño. “Cuando lo conocí, fue como si alguien me mostrara el futuro. Escuché sus temas y dejé de cantar tangos. Incluso grabamos un disco juntos (Desde la vieja trama) e hicimos una gira grande que terminó con una presentación con el Dúo Coplanacu en la Universidad de Córdoba. Cuando vi ese movimiento tan popular, me provocó un vuelco total.”
–¿Por qué no compone?
–Tengo mucho pudor, y no creo que pueda hacerlo, porque el compositor ve la música en la cabeza, y yo la veo de otra manera. Estudio temas en silencio, y los estoy escuchando. Se me arma un desarrollo con otro lenguaje, pero no tengo el don del compositor, del que arma una melodía. Estoy más cerca de escribir, pero también tengo pudor de musicalizar mis poemas, porque los siento inmaduros, y todo tiene que esperar su tiempo, y más en mi caso, porque soy de tiempos largos. Es algo que asocio mucho con lo independiente. Edité mis tres discos así y está bueno, porque te permite tomar decisiones, ser responsable de ellas y, sobre todo, disfrutar de lo que viene después, porque sabés que ese disco lo hiciste vos, paso por paso.
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