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Domingo, 29 de julio de 2012

MUSICA › EL BRASILEÑO LUIZ CARLOS BORGES SE PRESENTA EN EL CAFE VINILO

En su nuevo disco, el acordeonista y compositor reúne canciones grabadas junto a sus “amigos argentinos”: Teresa Parodi, Mercedes Sosa, Liliana Herrero y Raúl Barboza, entre otros.

 Por Cristian Vitale

Empezar por el principio sería visualizar en Luiz Carlos Borges a un chico pobre del sur del Brasil, escuchando de su padre un acordeón de dos hileras. Tenía cinco años y ya sabía alguna canción en vanerao –ritmo típico de su cuna, Rio Grande do Sul–, escuchaba chamamé en las radios argentinas, mateaba, recitaba poemas y montaba caballos. “Me es imposible recordar cuándo empecé... Creo haber sido músico ya en otras vidas”, dispara ante Página/12. Empezar por el final –larga elipsis mediante– implica contemplar el resultado de aquel principio: Borges, gaúcho, 55 años, acordeonista, compositor y músico popular del Brasil, acaba de editar su trigésimo segundo disco y, desde el título, sugiere la intención: Luiz Carlos Borges con amigos argentinos, una forma simple de sintetizar su yunta, espacial, sonora y temporal, con un sinfín de participados: Teresa Parodi, Mercedes Sosa, Liliana Herrero, Rudy y Nini Flores, Omar Moreno Palacios, Raúl Carnota, Oscar Alem, Raúl Barboza, Antonio Tarragó Ros y Juan Falú, entre ellos. “Es la realización de un sueño y también la certeza de que la música, al cabo, es el mejor camino que pude haber elegido para vivir”, señala.

Borges está presentando el disco rotando invitados en un ciclo en el Café Vinilo (Gorriti 3780) y hoy será el turno de Raúl Barboza, con quien el “Tarragó Ros gaúcho” interpreta a piano y acordeón cromático “Pura Piedra”, tema que compusieron juntos en 1980. Apenas una parte de un todo que también contempla la añeja “El amor es río”, cantada y tocada a dúo con Tarragó; un bello chamamé-canción junto a Parodi (“Licoes de rio”), una zamba con aires tucumanos al pedir de Falú (“Caminhos”), la chacarera “Feiticeira”, con Carnota, y “Misionera”, la canción que participó a Mercedes Sosa en Campeiros Volumen II, otro de sus registros discográficos. “Tengo miedo de no saber hablar sobre Mercedes –se ríe–. La verdad es que fuimos verdaderos amigos, la conocí mucho y convivimos hablando y cantando. Tuvo mucha paciencia conmigo, le gustaba mi lenguaje musical y, desde que la conocí en 1983, su atención fue fundamental en la definición de mi carrera y mi estilo de canciones.” Pero el vínculo de Borges con la argentinidad musical proviene de mucho antes. De 1966, puntualmente, cuando cruzó el charco con destino a Santo Tomé (Corrientes) para presenciar un festival de chamamé que contó con Ernesto Montiel, María Helena, Barboza, Tarragó Ros y Tránsito Cocomarola, entre sus músicos. “No hace falta contar que volví a mi casa totalmente loco y enamorado del estilo. Ya me gustaba, pero me faltaba ver en vivo todo eso. Yo tenía 13 años y desde esa época nunca más me alejé del género. Diría que mi vida es un chamamé, y cualquier opinión sobre esta ‘religión’ sería al menos sospechosa”, sentencia.

Borges se autoidentifica como el músico que instaló el chamamé en la cultura musical de Rio Grande do Sul. Dice que, antes de su insistencia, estaba totalmente prohibido tocarlo en los bailes gaúchos (“cosa de patrones y dictadores metidos en la cultura”, señala) y que, de tanto persistir a través de la producción de festivales como el Musicanto Sulamericano de Nativismo y la interacción con músicos argentinos, logró abrirle una puerta. “Yo creo que el sur de Brasil y la región chamamecera argentina están en ritmo ternario (risas) y esto nos aproxima mucho, cultural y musicalmente: el sombrero, la bombacha, el caballo, el mate y el churrasco son cosas que aproximan las culturas de tal manera que nosotros, los de Rio Grande do Sul, estamos más identificados con correntinos, misioneros y entrerrianos, que con el resto de Brasil... Están la distancia del idioma, claro, o las diferencias en la forma de montar el caballo o de preparar el mate, pero al cabo estamos haciendo la misma cosa, sólo que de distintas formas.”

–¿Podría afirmar entonces que los gaúchos tienen mayor “afinidad” cultural con Argentina que con el Brasil carioca?

–Yo siento la presencia del gaúcho en toda la Argentina, una identificación con lo criollo, digamos, y un cariño recíproco. En cambio, en Brasil nosotros somos únicamente la provincia de Rio Grande do Sul con tradiciones y costumbres gaúchas, que incluso sufre algunos tratos negativos y diferenciados culturalmente por el resto del país. Creo que democráticamente estamos muy bien relacionados con todo el país, pero culturalmente somos discriminados. Dicen que hablamos de una forma que no comprenden y eso se retrata en las letras de nuestras canciones. Pero somos una cultura grande y fuerte y no creo que tengamos que cambiarla. Somos así.

–¿Lo incomoda que se lo considere el “Tarragó Ros brasileño”?

–Para nada. Recibo con mucho orgullo el elogio. Pero sé, definidamente, que no estoy a la altura de tanto. Y eso de no estar a la altura no me molesta nada.

–Junto a él produjo Fronteras abiertas, considerado como el primer registro discográfico del Mercosur. ¿Cómo fue esa experiencia?

–¡Eso es una reliquia! (risas), una joya que cantamos en portugués, español, guaraní y portuñol. Recitamos, hicimos música instrumental, chamamé, xotes, canciones distintas en forma y lenguaje. Experimentamos con experiencia, que es muy diferente a experimentar sin conocimientos y hay un detalle del título que explica muy bien la intención: si usted le agrega la “i” a la palabra fronteras, queda fronteiras abiertas... con “i” de integración, claro.

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Borges instaló el chamamé en la cultura de Rio Grande do Sul.
 
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