Lun 30.07.2012
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MUSICA › MURIó AYER EL MúSICO URUGUAYO OSVALDO FATTORUSO

El hombre que tenía todos los ritmos

De Los Shakers a Opa, de los Hot Blowers a los diversos grupos que formó junto a su hermano Hugo, el baterista uruguayo transitó por el rock, el jazz, el samba y el candombe, entre otros; mejor dicho, los fusionó a todos para llegar a una síntesis superadora.

› Por Karina Micheletto

Fue el baterista uruguayo más destacado y admirado, dentro y fuera de las fronteras de su país. Fue un creador que, desde el Río de la Plata, expandió la música que le venía dada de raíz en una búsqueda personal siempre inquieta, llevándola tanto a las primeras experiencias del rock en español –aquellos exitosos Shakers–, al jazz –con The Hot Blowers–, o a formaciones como Opa, o los tríos y cuartetos que armó junto a su hermano Hugo, con los que se zambulló en la fusión del rock, el jazz, el funk, el candombe, la murga y otros ritmos latinoamericanos. Tocaba también la guitarra y fue una marca con su hermano, herencia de un padre también músico, con quien inició su carrera profesional: “los Fattoruso”. Ayer, a los 64 años, murió el músico Osvaldo Fattoruso, víctima de un cáncer. El baterista fue emblema de la buena música del Uruguay, con un prolífico trabajo que expandió también en experiencias con colegas como Rubén Rada, Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, León Gieco y Fito Páez, entre muchos otros.

Osvaldo Fattoruso había nacido en Montevideo el 12 de mayo de 1948. A los ocho años ya tocaba con el Trío Fattoruso, junto a su padre Antonio y su hermano mayor Hugo. Era también muy joven, tenía unos trece años, cuando se integró con su hermano a la banda de dixieland The Hot Blowers, formación que llegó a tener cierto reconocimiento regional, con giras y tres discos editados. Aquellos primeros toques con este grupo, o los conciertos de jazz del viejo Hot Club de Montevideo (boliche que todavía existe), eran recordados por el músico como importantes momentos iniciáticos. También muy joven, unos pocos años después, Fattoruso formaría la mítica banda de rock Los Shakers, todo un atrevimiento para la época, con pose y flequillo Beatles incluidos. Con este grupo alcanzó un momento fundacional: el de ponerle al rock acento español. Y, en una última etapa, con la grabación de La conferencia secreta del Toto’s Bar (1968), todo un Sgt. Pepper’s del Río de la Plata, también fusionó el rock con ritmos como el candombe y el tango. Siempre en compañía de su hermano Hugo, Osvaldo ponía voz y guitarra, junto a Roberto “Pelín” Capobianco en bajo y Carlos “Caio” Villa en batería. Así formados, Los Shakers cumplieron con el título de su mayor hit, “Rompan todo”: el éxito fue tal, que penetró incluso el codiciado mercado estadounidense. De aquella exitosa etapa quedan anécdotas sobre productores vueltos ricos, y jóvenes músicos sin dinero en poco tiempo.

Hubo un esperado reencuentro de Los Shakers en 2005, que dejó un disco grabado en Buenos Aires –Bonus tracks– pero, contrariamente a lo esperado, tuvo poca trascendencia. En el CD suenan doce temas en español y, pese a la resistencia de los Fattoruso, una versión del famoso “Break it all”. “De esa reunión quedaron tres o cuatro temas divinos. Pero el problema es que no tocamos nada. Salió el disco, y enseguida desapareció. Y no es cuestión de sacar un disco y esperar embocarla enseguida. Si no funciona ese disco, hay que sacar otro. Pero además tendríamos que haber tocado en vivo para ver si la gente nos tiraba aplausos o besos o tomates o huevos”, evaluaba la experiencia Hugo Fattoruso en una entrevista a este diario.

Osvaldo siempre mencionaba a su padre Antonio como el primer inspirador e impulsor para tomar la batería como cosa seria. Y a su hermano mayor Hugo, como su más importante profesor. Nunca estudió música formalmente: aquella formación familiar muy temprana fue la base desde la que desarrolló su caudal creativo personal. “Mi principal guía siempre fue Hugo. Hasta el día de hoy siempre tira ideas que me ayudan a crecer musicalmente. En Estados Unidos perdí mucho tiempo en cosas banales, por no decir boludeces, y sólo tome tres lecciones con un percusionista de la Sinfónica de Atlanta y dos lecciones con Elvin Jones. A pesar de que esas pocas clases me dejaron una impresión tremenda, no alcanza para llamar eso ‘estudiar con’”, le contaba a la revista uruguaya Bateröz (publicación para bateristas, claro). “Salí de primaria con buenas notas, pero mis viejos me dieron a elegir: liceo o tocar. Una elección previsible para un joven ser humano.” “Me arrepiento de haber empezado a estudiar recién después de los treinta. No me lo perdono. Empecé a tocar a los 8 años más o menos y debería haber empezado a estudiar por aquellos años”, decía también.

Después del vendaval artístico y personal que fue la experiencia de Los Shakers, en agosto de 1969 los Fattoruso emigraron a Estados Unidos. Llegaron a Nueva York en pleno Woodstock: “Una amiga nos contó en el avión: ‘Hay un festival que dura tres días’. ¿Cómo va a durar tres días? La verdad, al final no fuimos porque nos dio miedo”, recordaba. En medio de esa efervescencia fundaron el grupo Opa (el nombre surge de una expresión de saludo típica de Montevideo) con Ringo Thielmann y, en una etapa de la banda, también con Rubén Rada. “Opa estuvo cuatro años tocando en restaurantes. Al principio era todo música comercial, bailable, covers de la radio. Pero tipo dos y media, tres de la mañana, cuando los amorosos se habían ido y quedaban los amigotes y los que frecuentaban el boliche, tocábamos otras cosas: lo que sabíamos de Rada, de Mateo, música brasilera, y también aquellos jazz del Hot Club”, recordaba el baterista.

La banda dejó seis discos –cuatro de estudio y dos grabados en vivo– y la marca de vanguardia para la época de la fusión de rock, jazz, candombe y demás ritmos latinoamericanos. Para el segundo de los discos grabados en Estados Unidos, Magic Time, se sumó a la banda Rada, que por entonces venía de vivir en Suiza y Alemania. Para muchos fanáticos, Opa es recordada sin temor a exageraciones como “la banda más importante del Uruguay de todos los tiempos”. En 1981, los Fattoruso decidieron volver a Uruguay. Con Opa hicieron dos recordados recitales en Buenos Aires, y otros dos en Montevideo, que generaron gran expectativa. Para el primero de esos shows, Jaime Roos llegó como invitado, casi directo desde el aeropuerto de Carrasco al Cine Plaza. Roos recordaría ese toque como el más importante de su carrera sobre un escenario. Eduardo Mateo y Jorginho Gularte también estuvieron entre los invitados de esos conciertos, que quedaron en la historia como un encuentro de grandes, pero también una suerte de desahogo todavía en medio de la dictadura uruguaya, un reencuentro entre artistas exiliados y cuerdas de tambores de los distintos barrios. El festejo posterior, en un bar, terminó con absolutamente todos los músicos presos, por el solo hecho de la bullanguera reunión musical extendida. Esta mítica banda tuvo su revival: en 1987 volvió a reunirse en un concierto en el Teatro de Verano de Montevideo, que fue grabado y editado en el casete Opa en vivo, que tuvo sus reediciones con agregados. En 2005 tocaron en el Teatro Solís de Montevideo, en un show que quedó registrado para la televisión local.

A inicios de los ’80, Fattoruso se radicó en Buenos Aires, donde tocó con Nebbia, Spinetta, Gieco, Páez, Alejandro Lerner, y otra vez con Rada. En los años ’90 se metió de lleno en el candombe junto a su compañera, la cantante y compositora Mariana Ingold, con quien grabó seis discos en Uruguay y el último, Tá Volumen 2, de 2007, por Melopea de Argentina. En los años 2000 recreó el Trío Fattoruso, esta vez con su hermano Hugo y su sobrino Francisco, hijo de éste. En 2009 conformó junto su hermano, el bajista Daniel Maza y el guitarrista Leonardo Amuedo el Cuarteto Oriental, y también un trío: Fatto-Maza-Fatto. El último disco que dejó grabado es el reciente Tango del Este, hecho con este trío. Allí muestran un tango que no es estrictamente tango: es también candombe, bolero, jazz, música propia hecha desde el Río de la Plata, pero sobre todo con marca propia.

Esa riqueza de fusión entre los ritmos afrouruguayos con el aporte del jazz, el funk, el soul, el rock, el samba, la bossa nova, el son o el flamenco fue la marca de estilo que supo cultivar Osvaldo Fattoruso. “A mí me gusta hacer música, me gusta tocar casi todo, pero sobre todo fusión”, se definía él, aunque aclaraba: “La cosa es que uno dice fusión y entra hasta mi tía en la bolsa. Lo que quiero decir es que no me cae bien aquello de ‘yo escucho jazz’ o ‘yo escucho rock’. Por ejemplo, el otro día, escuchando a Juan Luis Guerra, escuché a un bajista que se llama Abednego de los Santos, y que me despeinó. Digo esto también para aquellos que dicen ‘no, eso es cumbia’ y cierran la puerta. Hay que animarse a escuchar todo”.

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