Miércoles, 1 de agosto de 2012 | Hoy
MUSICA › ARBOLITO, UNA BANDA QUE YA NO NECESITA PRESENTACIONES
Para su nuevo disco, el quinteto dio por terminada la etapa con Sony y volvió al camino autogestivo. De eso, de las cosas que ven en el interior y las contradicciones del género humano, entre otras cosas, hablan en esta extensa charla.
Por Sergio Sánchez
Acá estamos, título que lleva el séptimo disco de Arbolito, no podría definir mejor la actualidad del grupo. El nuevo trabajo marca un momento clave de la banda y tiene aroma a balance: han pasado 15 años en la ruta y no es poca cosa. No muy lejos quedaron las intensas giras por todo el país a bordo de la chata y los shows solidarios por los obreros de Zanon, o para realizar el monumento a la mujer originaria. No menos importante fue el salto de los primeros recitales gratuitos en las plazas del barrio a los multitudinarios en la Próspero Molina, en Cosquín. La irrupción de Arbolito en la escena musical argentina demostró que era posible romper definitivamente las barreras y los prejuicios estilísticos. En la última década, consiguieron una de las mejores síntesis entre dos géneros con peso en el país, pero a veces difíciles de congeniar: el rock y el folklore latinoamericano. Eso los convirtió en una de las bandas más interesantes de los últimos años y más sintonizadas con los tiempos que corren. Hoy miran para atrás, se miran entre ellos y dicen: “Acá estamos, esto es lo que somos”. Esa es la idea que recorre cada una de las canciones.
Se trata, entonces, de un disco reflexivo, más calmo e introspectivo que los anteriores. Sin embargo, eso no implica que se hayan aplacado las inquietudes o no haya injusticias para denunciar, sino que las letras, dicen, son más “esperanzadoras”. Los temas hablan de volver al origen, a la esencia, desde varios aspectos: el del hombre en armonía con la tierra y el de ellos en el camino independiente. Es que, después de editar dos discos con Sony, decidieron romper el contrato y realizar éste por cuenta propia. “Este disco es un buen reflejo de la banda, porque tenemos un largo camino recorrido, nos sentimos bien conectados y a la vez es un sentimiento compartido a nivel país y continente”, le dice el vocalista y compositor Agustín Ronconi a Página/12. “Acá estamos, dispuestos a decidir hacia dónde ir. Entonces, la vuelta a la independencia de la banda también es un sentimiento compartido como región. Un poco, el anterior, Despertándonos, tiene esa idea”, completa. En “Este abrazo” toman postura sobre el contexto actual de la región: “Un surco se abrió en el continente / para sembrar nuestro sueño de siempre / qué lindo es mostrarle al mundo qué bien se siente este abrazo latinoamericano”, cantan.
En esa sintonía, bajo la producción artística de Tito Fargo, buscaron canciones más “limpias” de instrumentación, sin tantos arreglos y con una impronta acústica. Una canción más “despojada y sintética”, como la definen ellos. Por eso, tampoco hay músicos invitados en el disco. “Por primera vez hacemos un disco los cinco que somos, sin invitados, salvo Tito. Siempre nos gustó mucho compartir la música, cosa que nos sigue pasando. Pero este disco es distinto del resto. Tiene la contundencia, el despojo y la crudeza que tiene el nombre del disco. Esa fuerza de la banda se ve plasmada en el título. El ‘acá estamos’ es una paleta muy amplia de sensaciones e ideas”, explica el multiinstrumentista Pedro Borgobello, quien se animó a cantar dos de sus composiciones, “En un cristal” y “Color de tierra”. Esas canciones y los clásicos de la banda sonarán este sábado y domingo a las 19 en Groove, Santa Fe 4389, durante la presentación oficial de Acá estamos.
–Se podría decir que Despertándonos era más arriba, más bailable. Y éste es más formato canción. ¿Por qué el cambio de estética?
A. R.: –Cada canción tiene su espíritu, su personalidad. Evidentemente, debe ser algo que debe venir en la esencia de cada canción. De todas formas, quien escucha la banda nota cosas que nosotros no. Pero, es verdad, quisimos cuidar más el espíritu de la canción. No quisimos sobrecargarlas de arreglos instrumentales, cortes o cambiar de texturas en un mismo tema. Sí lo que buscábamos con este disco era incorporar sonoridades nuevas; de hecho, agarramos las canciones puras, sin haberlas tocado en la sala, y las compartimos con el productor. A ver qué devolución venía del otro lado. Nosotros ya nos conocemos mucho y sabemos qué le puede aportar cada uno. Por eso, llegar con la canción más despojada y ver qué se le ocurría al productor fue un proceso distinto.
–Entonces, le dieron lugar importante a Fargo para que trabajara con sus canciones, como uno más de la banda...
A. R.: –Fue interesante porque grabamos todo en diciembre y nos tomamos un descansito. Pero Tito se quedó trabajando en su casa con las canciones y nos mostró algunas locuras que hacía y nos parecieron buenísimas. Cosas que no se nos hubieran ocurrido nunca. Nos dimos libertad con esas cosas.
P. B.: –También tiene que ver con una cuestión de madurez. Cuando la banda arrancó estábamos todos rondando los 20. Y pasó el tiempo. Ahora las canciones son más maduras. Y las temáticas son más variadas. No apuntan a un lugar específico sino que hay de todo. Son más reflexivas, contienen sensaciones personales. Por eso se crea un clima más intimista.
–¿Hay menos denuncia, quizá?
P. B.: –Hay temas que hablan de la cuestión de los campesinos del Mocase. Hay cosas. Pero también hay canciones que hablan de cuestiones del espíritu humano. Quizás esa sensación está en ese disco. Sin embargo, también hay un pulso alto. Es distinto de los otros. Esa fue un poco la idea. Las canciones que ya están en otros discos ya están ahí.
–¿Buscaron una canción más desnuda?
A. R.: –Claro, hay canciones sin batería ni percusión, cosa que no hicimos nunca. Es un permiso que propuso Tito y nos gustó. Que la canción la lleve la guitarra acústica y después coloreamos arriba. Le da un descanso al disco. Tratamos de no repetirnos, de vivir una experiencia nueva con la sonoridad. También el hecho de ser un quinteto, quizás el espíritu más fiestero lo da más el calor humano, el agite colectivo. Esto es más crudo.
P. B.: –Venimos de una gira por el sur y en vivo el disco suena muy potente. El hecho de que seamos nosotros cinco no le quita potencia a la música.
–Una novedad es que ya no están con Sony. ¿Por qué esa decisión y cuáles son las ventajas y desventajas de haber trabajado con la compañía?
A. R.: –Quedaba un disco más por hacer, eran tres en el contrato. Se venía dilatando un poco el tiempo de la grabación de este tercer disco por cuestiones de la crisis internacional y una reestructuración de Sony. Pero nosotros queríamos entrar a grabar porque teníamos las canciones ya listas, sentíamos que había pasado mucho tiempo desde la salida del anterior. La ruptura del contrato fue en términos recontrapacíficos. La experiencia con la compañía fue muy positiva porque nos dio la posibilidad de entrar por primera vez a un estudio de grabación profesional. Nosotros veníamos muy acostumbrados a hacer las cosas según nuestras posibilidades, que siempre eran complicadas en términos económicos. Grabábamos con lo que teníamos a mano. Nos aportó también la experiencia de trabajar con un productor. En cuanto a las desventajas, quizá la difusión la hubiéramos hecho de otra manera. Con este disco armamos una gira más orgánica, más a la medida de la banda. Poder decidir nosotros. Es bueno saber que es tuya la producción a la que vos le pusiste amor, guita y esfuerzo.
P. B.: –Básicamente, la independencia es mucho más trabajo. Porque cuando estás asociado con una empresa lo que hace es el trabajo que vos no hacés, porque estás abocado a la música. En este disco, no-sotros tuvimos no sólo que componer y tocar, sino tomar un montón de decisiones y hacer cosas que antes hacía la compañía. Es mucho más trabajo, pero el espíritu de la banda siempre fue autogestivo. Entonces, para nosotros no es una sorpresa: tenemos un montón de años de autogestión encima. Fue volver a eso, con alegría. Nos gusta hacer canciones y llevarlas a donde se pueda. Son momentos. Lo importante es que aprendemos de cada experiencia, sin lamentarnos. Una de las cosas que tiene la independencia es que no hay nada librado al azar. Nosotros somos muy inquietos y no paramos nunca. Y cuando estás ligado a una estructura mucho mayor, a veces los tiempos no son los que uno quisiera. Una compañía tiene un montón de proyectos y eso hace que uno se tenga que manejar con los tiempos de otros.
A. R.: –De todas formas, tenemos que reconocer que teníamos un prejuicio enorme, como militantes de la autogestión, con respecto a la compañía. Este paso por una multinacional nos hizo lavarnos de prejuicios, como banda y ante un entorno que nos decía que habíamos “transado”. La verdad es que no. Fue un medio para aprender de lo técnico, disponer de otra estructura para grabar. No se han metido con lo artístico, ni temático ni ideológico. Si no modifica el espíritu de la canción, todo lo demás es pasajero. En todo caso, es un medio para que la canción llegue más. Lo importante es que el qué no cambie.
–A través de cierta masividad sonaron en la radio y pudieron decir cosas como “recuperemos la tierra y vivamos en libertad”. ¿Qué implica eso?
P. B.: –Convengamos en que vivimos en una sociedad que en gran parte no nos gusta a ninguno. Si fuera por nosotros, cambiaríamos un montón de cosas. La negociación, por decirlo de alguna manera, es una cuestión de poder decidir qué sirve y qué no. Si no hubiéramos considerado que nos servía, no lo hubiéramos hecho. De hecho, hemos tenido ofertas antes de lo que hicimos con Sony, pero decidimos seguir solos. Hay que permitirse ser libre. A veces es muy difícil, porque cuando uno se encasilla en una idea pierde la libertad. Por más que uno hable de la libertad, si no está dentro de tu cabeza, si no lográs permitírtela, es muy difícil que surja. Nosotros nos dimos la libertad de probar y tuvo sus cosas positivas.
–En estos 15 años, han tomado como bandera la lucha de los pueblos originarios y las fábricas recuperadas. ¿Hoy cuáles son los temas que los inquietan?
P. B.: –Esos temas siguen estando. Los indígenas siguen sufriendo. De los pueblos originarios nosotros tenemos que aprender el hecho de que una cultura pueda ser más armónica, que pueda tener una relación más humana con el medio y no ser tan depredadora como la occidental. Tan es así que hoy se ha inventado una nueva ciencia, la ecología, que es para ver cómo hacer para curar toda la maldad que le hicimos al planeta. Con respecto a las fábricas recuperadas, siempre estamos en contacto y creemos que es una de las formas más dignas de trabajo que se ha generado después de la decadencia económica que ha vivido este país.
A. R.: –Este disco, más que los anteriores, tiene un sentimiento de optimismo. De vernos como país, como región. Sudamérica está en un momento único en 200 años de historia de poder congeniar una idea común, de empezar de a poquito a animarse a caminar solos. Eso genera tanto revuelo interno en cada país como acá. Aparecieron muchas voces en contra de sectores que han visto tocados sus intereses. El hecho de decidir como región es esperanzador y genera mucho optimismo. No obstante, vemos la otra cara: el “progreso” de la civilización sigue generando daños. Y como sociedad nos plantea un montón de contradicciones: hay que cuidar el trabajo, porque eso genera más posibilidades a los que menos tienen; un crecimiento más equitativo, pero a la vez eso genera una gran contradicción porque viene alimentado de consumo y éste bordea con el derroche. Hay derroche de energía y recursos naturales. Hoy la minería es un gran tema y lo pudimos palpar en la gira patagónica. Hay muchos pibes que se están organizando para frenar algunos proyectos porque directamente están atentando contra su hábitat. Uno desde acá puede tener una visión porque lo ve en los medios, pero cuando estás ahí, al lado de la montaña, entendés bastante más el porqué. Nos plantea una gran contradicción interesante como sociedad, como civilización: ¿hacia dónde queremos ir y de qué manera? Es algo que tenemos que hablar bastante, sobre todo si hay intereses extranjeros, como los de las compañías extractivas. Quizá podemos encontrar maneras de extracción más acordes a nuestra cultura, sin depredar. Tenemos una oportunidad de decidir cómo hacer las cosas y tratar de que ese crecimiento les llegue a todos y que sea equilibrado.
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