Vie 10.08.2012
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MUSICA › GUSTAVO CORDERA PUBLICó LA CARAVANA MáGICA VOL. 2

“Sin la música, estaría internado en un manicomio”

El Pelado ya lleva tres discos desde que se bajó de Bersuit Vergarabat, dos de ellos hechos en compañía de una banda formada por músicos jóvenes como El Chávez y Juanito El Cantor. “Soy una persona que está interesada en evolucionar”, suelta a modo de explicación.

› Por Luis Paz

Gustavo Cordera tampoco pudo escapar de esa histórica, grandilocuente y starwarsiana guerra fría que, hace unos días, enfrentó al tandilense Juan Martín Del Potro, octavo mejor tenista del mundo, con el suizo Roger Federer, actual número uno y top tres de ese deporte hace ya una década, en la semifinal olímpica. “Fue un encuentro entre el privilegio de la energía masculina, que es Del Potro, y el de la energía femenina, que es Federer. Siempre que ocurre ese encuentro, la energía femenina prevalece. Eso es lo que necesita entender el pueblo argentino: tenemos una Presidenta que quiere ser más hombre que los hombres, cuando cuenta con la sensibilidad para hacer una revolución. Toda esa precarización de la energía femenina es un patrón que se ve en el rock, que no pudo evolucionar del gueto del aguante, del me la banco, del son todos putos, del gil cheto pelotudo que transó. Yo quiero trascender a la temperatura y la intensidad de las que formé parte”, asegura este cantante de 50 años, de inmanentes pelada y barba candado, desprendido ya del pijama de la banda en la que, durante veinte años, generó una historia trascendente en el rock argentino: Bersuit Vergarabat. “Soy el macho arrepentido”, dice en un tono más calmo que el del cabrón que supo representar, más sencillo que el del lengualarga de antaño, más sensible que el del rockero turbado (y masturbado).

Su caravana, ahora, es mágica. Mantiene algo místico; de hecho, Cordera ha aumentado su saber y su experiencia en ese campo. Pero a la vista o, al menos, sobre la mesa de la compañía discográfica en la que charla con Página/12, no queda mucho de aquella gira interminable de “cocaína, putas y quilombo”. Esas líneas ya no están. Y sobre las marcas que quedaron, Cordera traza otras ahora: las que lo alinean con la tierra por debajo, el universo en lo alto y sus nuevos hermanos, en rededor. La Caravana Mágica, su grupo, integrado por músicos más jóvenes, por mujeres y por uruguayos, tiene un Volumen 2 de reciente edición, que acaba de pasear por Europa y que a partir de septiembre va a mostrar de manera federal. El 14 de ese mes, en la víspera del cumpleaños número 51 del Pelado, lo presentarán en el boliche palermitano Groove. “Voy a festejar por primera vez en un escenario. Alguna vez habré subestimado a la gente pensando que no era mi familia, pero lo es. Será una familia más etérea, pero es una familia gregaria: conectamos desde algún lugar familiar”, rectifica.

Dice que La caravana mágica Vol. 2 es un disco rockero, que tiene como lenguaje a la música de raíz, a la popular en su origen y en su alcance: si Cordera fue, durante los ’90 y el comienzo del milenio, un compositor popular de rock, ahora es un rockero perviviente, un compositor de música popular. “‘Soy mi soberano’, ‘Canción para mi cabeza’ e ‘India negra cumbia’ están, para mí, entre las canciones más importantes de mi carrera. Y esto me está pasando a los 50 años, después de ‘Murguita del sur’, ‘Mi caramelo’, ‘Un pacto’, ‘La argentinidad al palo’, ‘El baile de la gambeta’, ‘Madre hay una sola’, ‘Sencillamente’, ‘Perro amor explota’, ‘Otra sudestada’ o ‘El viento trae una copla’, canciones que fueron importantes en algún momento. Aun así, al menos ‘Soy mi soberano’ creo que las supera compositivamente y me hace creer que uno de los estigmas más idiotas del rock queda trascendido: que a los 30 años te tenés que morir porque no tenés más nada que decir.”

–Usted encontró otra manera de decir, sobre todo en lo relacionado con mujeres y relaciones.

–Soy una persona que está interesada en evolucionar; creo en la excelencia, en la profundización. Llevo en mi sangre y mi cabeza todo lo que es ser un rockero en la Argentina. Tengo los estragos de eso también: de todo lo que hablé fueron cosas que viví en mi cuerpo. Mis células son rock: sé lo que es la cocaína, las putas, el quilombo, la intensidad, la emoción, la dramatización. Todas estas cosas hoy forman parte de la idiosincrasia argentina y se despliegan en un diario, en una movida política, en el deporte, en el arte. Son patrones. Hoy mirás un partido de tenis y ves el sacrificio, los huevos, el romperse el culo, el dolor, el trabajo, la emoción, la bronca... frente a la sensibilidad.

–¿Se enfrió, Cordera?

–Confundimos y creemos que un tipo es frío porque es sensible y otro caliente porque es emotivo. Quiero trascender a la temperatura y la intensidad de las que formé parte. Soy el macho arrepentido.

–A la mayoría no le gusta que el artista que sigue se arrepienta.

–Yo sé que hay muchos pibes que se sienten traicionados. Cuando hice Suelto, síntoma tan visible de lo que necesitaba, esa masa me dio la espalda y el nuevo mensaje tampoco pudo ser recibido por personas que me conocían desde aquel otro lugar. Sabía que tenía que pagar casi, diría, con la soledad, pero tampoco quería tomar las canciones de Bersuit, aunque muchas las había compuesto.

–¿Por qué no?

–Porque me parecía que era un tesoro que nos pertenecía a todos. O funciona así o son canciones para que vaya la gente a escucharlas y te pida que vuelvas. Elegí guardar ese tesoro. Por eso pido que respeten a este tipo que quiere hacer otra música. Quien viene a un concierto de La Caravana tiene las canciones de los tres discos y alguna improvisación. Es un proyecto digno, y es genuino. Desapegarse de lo que conseguiste es tremendamente doloroso. Mi ego se ha resistido a eso, pese a que sabía que era un proceso que tenía que experimentar, porque lo consideraba necesario para volver a sentir por el arte algo nuevo. No me considero una persona humilde. Alguien humilde no ostenta su humildad. Esconde una gran soberbia eso, y yo lo he visto en muchos. Y lo he visto en mí. Creo que, cuando atravesás el dolor, volvés a tocar para cincuenta personas, estás dos o tres años viendo públicamente el enojo de tus compañeros, del público que te trata de traidor y de esa gente que te acusa de que lo hacés por dinero, requerís de una búsqueda interna de humildad para no salir a responder y ponerte otra vez a la defensiva de manera patética, peléandote públicamente con la gente que amás. Porque son mis hermanos, tipos con los que viví veinte años cosas maravillosas. Pero había que sostener toda una estructura, un éxito, muchos gastos, todos los impuestos que había que pagar, todas las familias... Esas cosas ensucian y hacen un ruido en la composición enorme.

–¿Y en La Caravana Mágica qué hay?

–Música. Hoy en día, cada vez que una banda hace canciones nuevas tendríamos que salir todos a aplaudir. Están ocurriendo cada vez menos los procesos creativos de las bandas. Siguen aferradas a éxitos de algún momento, y no se atreven al riesgo y la aventura de que la gente les diga que es una mierda lo que están haciendo. Será una mierda, pero es algo nuevo, estamos dando algo generoso. Y estamos haciendo nueva música, lo que es muy importante para alinearte a las emociones y a los pensamientos. Crear música, y escucharla también, te pone en conexión con el Universo, tu pasado, lo que sentís, lo que pensás, situaciones que viviste y cosas que esperás. Es un armonizador, es una energía sanadora. Tu cuerpo se empieza a mover cuando una cosa suena, mirá el poder que tiene.

–Y es una forma de ganarse la vida, también.

–Sí, pero esas preocupaciones fueron trascendidas: no necesito que la música me dé dinero porque económicamente, con una carrera de veinticinco años de canciones que fueron exitosas y son tocadas por otras bandas, estoy muy bien con el derecho de autor. Si no, estaría preocupado por solucionar mis problemas económicos, no por hacer arte. Ahora realmente estoy haciendo lo que quiero, y eso es una conquista. Las canciones no llevan el miedo de que me vaya a quedar sin comida. Eso no tiene que ver con estar en una compañía, con si sos independiente o con si transaste o no. Tiene que ver con si estás vos experimentando como artista o si son tus miedos los que están haciendo tu música.

–¿Y a usted le resta trascender algún miedo?

–Por supuesto: el miedo a la soledad y al abandono. Es el más profundo que tengo, desde siempre, solamente que ahora lo empecé a detectar. Pero es un miedo infantil que resisto con mis defensas y con mi ego. Verdaderamente me siento solo; a pesar de formar parte de una banda, de tener familia, hijos y demás, estoy sintiendo una gran soledad. Como artista, te aventurás hacia un viaje y llegás a algún lugar... muchas veces mirás al lado y no hay nadie. Tampoco nadie tiene por qué estar ahí. Es una aventura la vida, una de gente valiente, guerreros. Miedo podemos tener, pero no puede ser el que maneje la cosa. Somos artistas, tenemos que ser aventurados. Si no, bueno, podemos hacernos artesanos, que está bueno también. Sabés adónde vas y qué haces, lo hacés con tus manos... Pero el artista tiene que aventurarse hacia lo insospechado: así es esto, es el arte del suicidio permanente.

–¿Fue más difícil desapegarse de sus logros y compañeros o de su idea sobre usted mismo?

–Fue terrible desapegarme de ese yo. Durante seis meses estuve con dos ataques de pánico por día, uno al mediodía y otro entre las 19 y las 21. No tomé pastillas ni nada. Sentía que perdía la cabeza. Es que estuve mucho tiempo atacando a mi ego y lo único que realmente me salvó fue mi corazón, sentir lo que me pasaba y no pensarlo. Hay una alquimia entre lo que podés sentir y pensar cuando el corazón dirige el pensamiento y éste se transforma en algo claro. Te alineás. Los pensamientos se hacen más lentos, más poéticos, más sintéticos, no hay tanto parloteo, ni es dudoso ni sospechoso.

–¿Le preocupaba perder la cabeza?

–Estuve muchas veces a punto de enloquecer. Y, de hecho, los estragos que el tiempo, la cultura y la información hacen en la cabeza son irreparables. Pero cuando estás en vos, en tu alma, la cabeza empieza a detenerse y a funcionar un poquito mejor. Sin la música, estaría internado en un manicomio; de hecho, tengo muchos antecedentes de familiares internados. Por mi experiencia familiar y por mi estilo de vida, debería estar internado en un manicomio. Y si no lo hice, ni asesiné a nadie ni cometí locuras de mayor rango de las que aun cometí fue porque estuvieron la guitarra y las canciones.

–En este disco le dedicó una canción a su cabeza...

–Es que le agradezco mucho por el habla, el control de los movimientos, la administración del organismo, la capacidad de análisis, el razonamiento, las ideas abstractas, el almacenamiento de la memoria. Pero si creemos que todas esas funciones somos nosotros, creyendo que somos lo que percibimos y pensamos, estamos absolutamente desconectados, absolutamente perdidos. Y es ahí donde le canto a mi cabeza. El que le canta soy yo. Veo a mi cabeza y sé perfectamente que es un muy buen empleado y un muy mal patrón. Cuando algo te toma la cabeza, estás en el horno, la pasás como el orto, tu alma está perturbada y tu corazón también. Mirá lo poderoso y saludable que es el corazón, que los humanos nos podemos agarrar cáncer de cualquier cosa, menos de corazón.

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