En 1962, con apenas 26 años, Zubin Mehta debutó en Buenos Aires. Fue en un concierto en la Facultad de Derecho, al frente de la Sinfónica del Estado. Desde ese momento, el director llegó a esta ciudad junto a la Filarmónica de Israel, la Filarmónica de Nueva York –con hitos como el concierto masivo en la 9 de Julio, en 1987–, con la Filarmónica de Munich –con la que también tocó en la calle, de espaldas al Obelisco, en 2010– y con la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino, que dirige desde 1985. Ahora, volvió con ese organismo, creado como parte del festival musical más importante de Italia, para participar de la sexagésima temporada del Mozarteum Argentino, una institución que mucho tuvo que ver con su presencia porteña a lo largo de cincuenta años. La ovación que lo recibió al entrar en el escenario del Teatro Colón remitía a esa historia. La que lo despidió, mucho mayor, premiaba, simplemente, un concierto extraordinario.

Una orquesta impecable, con una notable fila de cellistas, excelentes solistas de oboe, corno inglés, contrabajo, clarinete, corno y violín, poderosa en sus metales y formada a la usanza antigua, con primeros y segundos violines enfrentados, separados por los cellos y las violas en el centro, construyó lecturas detalladas, inmensamente precisas en los planos, con un programa sumamente interesante que tuvo su culminación, en la segunda parte, con una de las mejores interpretaciones que puedan imaginarse de la Sinfonía N0 9 de Antonin Dvorak. En el comienzo, la Sinfonía N0 8 de Ludwig Van Beethoven, con un abordaje que acentuó las relaciones rítmicas de los motivos, sin desdeñar un expresivo rubato, dio lugar a las Variaciones Concertantes de Alberto Ginastera, una obra escrita en 1953 para orquesta de cámara y estrenada por Igor Markevitch. Estructurada a partir de un tema de inquietante lirismo, planteado por el cello con un acompañamiento de arpa que comienza con el acorde típico del autor, que remeda el rasguido libre sobre las cuerdas de la guitarra, hay allí esa extraña mezcla entre contención y exuberancia que caracteriza mucho de lo mejor de su escritura. Entre un academicismo ascético y una voluptuosidad que encuentra su expresión más lograda en los malambos –incluyendo aquel que Emerson, Lake & Palmer hicieron suyo en el disco Brain Salad Surgery–, Ginastera consigue, con estas Variaciones en que la orquesta misma es concebida como solista, una de sus obras de tesis.

La Sinfonía N0 9 de Dvorak, con su recurrencia temática, su inspirado melodismo, la frescura popular de momentos como la segunda sección del scherzo, y su poderío rítmico, fue el vehículo para que la orquesta literalmente explotara de la mano de una conducción como la de Mehta, no por meticulosa menos expansiva. Parco en sus movimientos, sin teatralidad alguna, el director consigue un compromiso y una concentración extremos por parte de sus músicos. Y en secuencias como el solo de corno inglés en el comienzo del segundo movimiento, alcanzó alturas de interpretación memorables. Después llegó la ovación, con gritos y golpes rítmicos en el piso de las localidades altas inclusive. Y tres bises: la Danza eslava Op. 46 N0 8 de Dvorak, anunciada por Mehta, escuetamente, como “más Dvorak”; una cálida versión, aunque inevitablemente españolizada y llevada a la habanera, de “Por una cabeza”, precedida por las palabras de agradecimiento y amistad del director para con Jeanette Arata de Erize, la presidenta y gestora del Mozarteum; y una perfecta obertura de Las vísperas sicilianas de Giuseppe Verdi.

9-ORQUESTA DEL MAGGIO MUSICALE FIORENTINO

Director: Zubin Mehta.

Obras de Beethoven, Ginastera y Dvorak.

Ciclo del Mozarteum Argentino.

Teatro Colón.

Miércoles 15 de agosto.