“La música de Piazzolla siempre formó parte de mi universo”, dice el pianista Horacio Lavandera. Y es que, en rigor, no parece haber nada que quede fuera de las fronteras que marca su propia curiosidad. Toca habitualmente, por supuesto, el repertorio más tradicional para su instrumento: Chopin, Beethoven, Mozart. Se dedica también, con espíritu casi militante, no sólo a los clásicos del siglo pasado, como Pierre Boulez o Kerlheinz Stockhausen, sino a estrenar obras de autores actuales. Además estudia composición y se inició recientemente como director de orquesta.

Aun cuando mucha de esta música requiere un abordaje sumamente consciente, Lavandera defiende una aproximación más bien sensual y relata que es, desde siempre, el sonido el que lo seduce, se trate tanto de Mozart como de la más abstracta de las obras contemporáneas. No hay, para él, límites de géneros o de estilos. Toca la música que lo atrae y, dentro de ella, la de Astor Piazzolla tiene un lugar destacado. “Partí de las interpretaciones del quinteto y, en especial, de las primeras versiones de varios de sus temas”, cuenta, refiriéndose al concierto que dedicará a las composiciones del marplatense en el marco del Festival de Tango que se está llevando a cabo en Buenos Aires. La presentación, mañana, a las 15, en la Usina del Arte (Av. Pedro de Mendoza 501 y Agustín R. Caffarena), incluirá el ciclo de las Estaciones porteñas, varias de las piezas del Ciclo del Angel, “Adiós, Nonino” y “Libertango”. “Simplemente –reflexiona– transcribí para piano la escritura de Piazzolla, tratando de respetar toda esa expresión que hay en su manera de tocar y en la forma en que sonaba su quinteto.”

El contacto con el tango es, según cuenta, familiar. Su padre, José María, es percusionista de la Orquesta del Tango de Buenos Aires y entre las presencias habituales en su casa estaba, por ejemplo, la de Raúl Garello. “Es posible que ésta sea una época menos prejuiciosa que otras”, dice. “Creo que está bastante asumido que la identificación de lo clásico con lo profundo y de lo popular con el entretenimiento o lo pasajero, ya no se sostiene. Hay músicas interesantes, para quien las toca y para quien las escucha, y músicas que no, independientemente de cuál sea el género al que pertenezcan. Y está bastante asumido, también, que Piazzolla es un clásico, en el sentido más preciso de la palabra. No se trata de que haya hecho música para orquestas, solistas y grupos de cámara, sino de que lo que hizo ya ocupa un lugar definitivo en la cultura. Trascendió, claramente, su época. Es universal y eterno.”