MUSICA › EL NONSENSE ENSAMBLE INTERPRETA GALLOS Y HUESOS
› Por Diego Fischerman
Las tres voces marchan, a veces, juntas. En ocasiones dicen lo mismo, o con el mismo ritmo. Pero no lo hacen a la vez. Gallos y huesos es una especie de moderno madrigal fractal, donde las voces cantadas proliferan hacia lo que sucede en tres pantallas que, con pulsación propia, las resignifican o, incluso, discuten. Voces que incluyen a voces. El texto, una serie de 21 poemas descarnados de Sergio Chejfec, habita en la música de Pablo Ortiz que, a su vez, dialoga, como con un espejo que no cesara de desplazarse, con las imágenes de Eduardo Stupía. Los intérpretes, el excelente grupo coral Nonsense Ensamble, que dirige Valeria Martinelli, y la notable arpista Lucrecia Jancsa, tejen esa trama con amorosa dedicación.
Hay, en Gallos y huesos, un respeto escrupuloso por la voz –y por la vocalidad– y por la propia prosodia de la lengua. Las palabras jamás se fuerzan; el ritmo es el que ellas dictan. Pero, además, esas canciones que por momentos parecen remitir a las que Luca Marenzio escribía para el Concerto delle donne, encuentran su materia, siempre, en la voz humana. Una polifonía exquisita, que no disipa un cierto aire a milonga o cielito campero, tiene sus culminaciones en algunas piezas solistas donde se destaca la soprano Cecilia Mazzufero y el barítono Javier Lezcano. En la obra estrenada en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (hoy a las 20.30 será la última función) la unión entre tres grandes artistas de disciplinas diversas logró una obra –y una clase de obra– única, donde cada voz resuena en la otra sin que ninguna pierda su espesor.
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