MUSICA › EL CALOR APABULLO EN LA PRIMERA FECHA DEL MAQUINARIA
Slayer, Marilyn Manson, Mastodon, Cavalera Conspiracy y Stone Sour llenaron de sonido pesado el club GEBA el jueves, pero la temperatura y la longitud de los shows jugaron en contra. La fecha de ayer debió suspenderse por las fuertes lluvias.
› Por Mario Yannoulas
Cerca de las cinco de la tarde del jueves el calor era más que una sensación epidérmica: se lo podía ver, oler, respirar. Algunos improvisaban turbantes, mientras que otros peregrinaban en busca de ese medio metro cuadrado de sombra, por entonces más valioso que las fastuosas propiedades de las inmediaciones del club GEBA. El momento pedía a gritos un refresco... “¿A cuánto está el agua, maestro? ¿Treinta? No, está bien, gracias.” Los vendedores de bebidas merodeaban como cazadores rodeados de presas fáciles. No, no era Creamfields, sino la jornada inicial del Maquinaria Festival, uno de los eventos musicales más importantes de América latina, que tuvo su primera edición argentina (o parte de ella). Slayer, Marilyn Manson y Malón encabezaron un line up felizmente ambicioso, que sorpresivamente encontró en la duración y en la alta temperatura elementos que patearon en contra a la hora del balance final, porque bajaron los niveles de atención y entusiasmo casi hasta el punto de la apatía.
La primera jornada del Maquinaria local rompió con algunas prácticas instaladas en la tradición festivalera vernácula. No fueron un par de bandas importantes precedidas por horas de relleno, algunos artistas de renombre tocaron a la luz del sol, y el menú envolvió una buena dosis de pluralismo solapada bajo una misma etiqueta (la del “heavy metal”), quizá con la falta de elementos electrónicos como constante, a excepción del uso de secuencias por parte de Marilyn Manson.
Un punto de inflexión para el cansancio general llegó con el set de Mastodon, una de las bandas insignia del nuevo metal estadounidense. La propuesta del cuarteto de Georgia, que encuentra originalidad en cierta hibridez compositiva entre el virtuosismo de lo progresivo y lo intuitivo de lo stoner, no pareció ser la más apropiada para la ocasión: convenció a los fanáticos, pero el resto prefirió la charla o el descanso. En ese sentido, la nota la dieron los tapados de Stone Sour. A fuerza de fórmulas yanquis bien aplicadas, el quinteto de hard rock melódico que lideran Taylor y Root –cantante y guitarrista de Slipknot, respectivamente– logró acaparar la atención más allá del círculo propio. Antes, los hermanos Cavalera intentaron capear el calor con Cavalera Conspiracy, pero ni siquiera los clásicos de Sepultura ocultaron la sensación de que se trata de un proyecto menos serio de Soulfly, y de que por alguna razón la química entre Max e Igor no goza de excelente salud.
“¿Cuántas bandas faltan? Tengo los pies como morcillas”, preguntó uno, ante el avance de la noche. Le llegó el turno a Malón, el crédito local en el prime time, que cumplió bien con su tarea. Aun sin presentación de material nuevo desde su reunión, el grupo paseó por canciones clásicas –que son casi todas, en apenas dos discos de estudio– y logró levantar un poco el espíritu con recuerdos para Hermética como “Traición”, “Tú eres su seguridad” y “Soy de la esquina”. El cantante Claudio O’Connor agradeció por “la oportunidad de tocar con estos monstruos” y la guardia histórica del heavy argentino quedó representada.
Marilyn Manson es más bien un artista ambiental. Su teatral espectáculo requiere de una cierta concentración para ser disfrutado completamente. Manson ya no asusta a nadie, pero su puesta sigue siendo simpática y hay música para disfrutar: tuvo momentos intensos con canciones como “Rock is Dead” o “Mobscene”, donde ratificó lo influyente que fue Iggy Pop para la construcción de sus movimientos y la modulación vocal. Usó un micrófono-cuchillo, alternó sombreros, se vistió de reverendo, se subió a un atril repleto de micrófonos como un dirigente político –clásico– y soltó globos con los colores de la bandera de los Estados Unidos en alusión al resultado de las elecciones presidenciales. Pero el sonido no terminó de acompañarlo y su presencia en Buenos Aires pasó demasiado inadvertida en relación con su lugar en la historia del heavy metal.
El más que evidente cansancio entre los 14 mil presentes no impidió que Slayer diera una nueva clase magistral de demolición. Los monstruos del thrash estuvieron a la altura de las expectativas con un set poco sorprendente, pero igualmente apabullante. “World Painted Blood”, “Disciple”, “War Ensamble” y “Chemical Warfare” fueron de la primera partida, y cuando el sonido se terminó de acomodar, una auténtica metralla sonora se apoderó de GEBA. La performance del cuarteto nunca es perfecta, pero acostumbra parecer inmejorable. “Gracias por venir a este concierto”, dijo en español el bajista y cantante chileno Tom Araya, que en general prefiere el inglés para comunicarse con el público, incluso en América latina. Clásicos inoxidables como “Angel of Death” y “Raining Blood” sellaron la jornada, que en el balance final dejó una relación pareja entre el debe y el haber. Sin embargo, el maltrato del clima –que obligó ayer a postergar la segunda jornada, esta vez por lluvia– no estaba entre las previsiones posibles. Y si la ambición es un problema, que lo siga siendo: los públicos necesitan más, no menos.
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