Dom 11.11.2012
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MUSICA › ENTREVISTA AL MUSICO ESPAÑOL PACO IBAÑEZ

“Me siento catalán, vasco, andaluz y un poco argentino”

“Uno va siendo aquello que ha vivido y que ha quedado enclavado en tu corazón”, destaca este artista que le ha puesto canción a tanta poesía durante tantos años. En su nueva visita al país le cantará a un puñado de poetas latinoamericanos.

› Por Karina Micheletto

Paco Ibáñez atiende el llamado de Página/12 en su casa de Barcelona, pero primero atiende su esposa Julia, figura importante en su carrera, convertida en dulce ángel guardián que todo lo resuelve –“no hay una coma que se le escape”, la halagará él más tarde–. Lo que se escucha, entonces, es a Paco Ibáñez y a su guitarra en una estrofa de Atahualpa Yupanqui. “Me ha pillado de ensayo”, explicará después del saludo atento. No es a Yupanqui, al que supo frecuentar en los tiempos del París existencialista de los ’50, a quien Ibáñez tomará en los conciertos que viene a dar a la Argentina, y que ya han suscitado amplia expectativa entre un público para quien este valenciano significa muchas cosas que trascienden a su obra en sí. Aunque, se sabrá sobre el final de la charla, no se descartan sorpresas.

En esta visita, el hombre que volvió canción tanta poesía dará una serie de conciertos que comenzarán el próximo jueves en el teatro Coliseo de Buenos Aires, y que seguirán el domingo 18 en Córdoba, el 19 en Rosario, el 21 en San Juan, el 25 en Santiago de Chile, el 27 en Mendoza, el 29 en Montevideo y el 30 en Maldonado, Uruguay, para luego retornar a Europa con fechas próximas en Francia y España. “Todos los pretextos son buenos para volver a pasearse por esta Buenos Aires, por esta calle Corrientes que me gusta tanto”, advierte Ibáñez apenas iniciada la charla. “Y en esta visita, para qué le cuento lo contento que estoy: no sólo me encontraré con mis amigos porteños, también iré a Córdoba y podré ver a amigos como José Luis Torres, el chacarero, que canta tan lindas las chacareras. Podré ir a Rosario, a compartir algún buen surubí, y a Mendoza, con lo que me gustan las tonadas, por no mencionar el vino que allí convidan...”. Si los afectos argentinos de Paco Ibáñez están ligados tanto a los amigos como a lo gastronómico, en Buenos Aires, de seguro, lo espera la reunión que organiza en su honor el destacado orfebre Juan Carlos Pallarols (quien hace, por ejemplo, los bastones presidenciales), y que reúne amigos locales en su casona-taller de San Telmo. Resta saber si el clásico puchero español bien cargado de pancetas, chorizos, lentejas y garbanzos varios será reemplazado esta vez por algo más acorde a las temperaturas, o si se impondrá la mística del clásico.

Ahora, Paco Ibáñez canta a los poetas latinoamericanos: así se llama el disco que viene a presentar, y que ya tiene varios meses de editado en Europa. O mejor dicho los vuelve a cantar, ilumina otras partes de sus obras, esta vez asignándoles una connotación geográfica, porque es poesía la materia que ha modelado su canción, desde hace décadas. “Juntos ahí están, creo que contentos”, dice este hombre que “practica la provocación cultural, la crítica dura y directa contra los enemigos de la emancipación individual y social”, este “marginal que siempre ha rechazado medallas y premios”, según se lo ha definido.

–¿Y cómo fue que terminaron juntos?

–Pues, ¿la verdad? No lo sé a ciencia cierta. Como siempre ocurre, va surgiendo de repente: vas juntando piezas y no sabes si es queriendo o no queriendo, o si son ellas mismas las que se juntan y una vez que están juntas vienen a verte y te dicen: pues ahora venga, ¡preséntanos! En fin, que no obedece a un plan trazado; es más bien algo que acontece.

La ligazón de Paco Ibáñez con Latinoamérica está situada en París, en tiempos del efervescente café concert L’Escale, boliche mítico que lo conectó con Violeta Parra, Yupanqui, García Márquez, Julio Cortázar, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y el venezolano Jesús Soto, quien no sólo acompañaría sus longplays –famosos por tener obras de arte en sus tapas– como pintor y escultor, sino que también cantaría con él, años después. Desde entonces los textos de este continente fueron una parte importante del repertorio del valenciano, y, en el caso de Neruda, merecieron un disco integral, con arreglos y acompañamiento del Cuarteto Cedrón. Justamente César Stroscio, integrante del Cuarteto en aquellas épocas, acompañará a Ibáñez en estos conciertos, junto a Gorka Benítez y Mario Mas en guitarras. 

–En la presentación de este disco usted recuerda especialmente su llegada a París, los tiempos de L’Escale. Cuando evoca aquellos tiempos, ¿cuál es el ambiente que reconstruye, qué foto le vuelve a la cabeza?

–Son mil andanzas, más que una foto... O en todo caso mil fotos con amigos: con el pintor Soto, que para mí fue un verdadero padre espiritual, por su figura, su personalidad, su corazón, su alma, su espíritu, su arte. O Violeta Parra, a quien recuerdo como una amiga entrañable.

–Y eso que dicen que era brava, no era fácil hacerse amigo de ella, ¿verdad?

–Es cierto que era huraña, de pocos amigos, pero bueno, a mí se ve que me recibió bien, vaya uno a saber por qué. Vivíamos ambos en un hotel que quedaba en la misma calle de L’Escale, yo en el cuarto piso y Violeta en el quinto; ella solía pasar a saludar, llevando un caldo. Cuando pienso en ella se me aparecen en el recuerdo una cantidad de personajes: aquellos peruanos tan simpáticos que tocaban maracas, un uruguayo, Leonardo, que aparecía con su capa recitando a García Lorca.. . Como le dije, son mil andanzas de aquel París del existencialismo, de sus soles y sus lluvias, y sus tormentas.

–Esta vez viene en una visita extensa, con varias presentaciones. ¿Disfruta de las giras?

–Bueno, no son giras: en este caso son siete conciertos. No considero esto una gira en el sentido clásico, de las que sales de casa y vuelves un año después. Yo no podría hacer eso, y además no me gusta el concepto de gira, me parece que lo mecaniza todo. Prefiero ir dando conciertos por los lugares, por aquí y por allá, volver a casa y luego salir de nuevo. Como vivo en Barcelona, me resulta fácil hacerlo en Europa.

–Estos son momentos difíciles para España. Desde allí nos llegan noticias como de una película que ya vimos, con un mal final. ¿Cómo lo viven allí?

–No es que éste sea el momento difícil: ¡era difícil desde hace mucho, lo que pasa es que no nos habíamos enterado! Era una realidad tapada, que, cuando no ha habido más con qué taparla, se ha destapado y vimos todo lo que había dentro. Entonces nos pilla en pelotas y lloviendo; bastante triste. A eso se suman dificultades como la que enfrenta hoy día Cataluña, porque los catalanes tienen derecho a decidir su destino, y es inadmisible que no lo comprendan los demás. Esa es una lucha que siento propia, porque yo me siento un catalán total, de corazón. También soy vasco y andaluz, y un poco argentino. Creo que uno va siendo aquello que ha vivido y que ha quedado enclavado en tu corazón. En el caso de Argentina, yo amo la zamba, la chacarera, el arte, la música de ustedes. Así que algo de argentino empiezo a tener, aunque no tenga el acento.

–En la nota que hicimos por su visita anterior contó que su gran pasión es la carpintería, y su refugio el taller que montó en su casa. ¿Qué ha hecho últimamente allí?

–¿En el taller? ¡Tonterías! Pero siempre en alguna tontería ando, es mi cable a tierra. Hace poco una modista uruguaya me ha arreglado el bolso de la cámara de fotos, la parte del velcro, que yo llamo “el junta garrapatas”, y al que le tengo horror. . .

–¿Al velcro?

–¡Sí! Le tengo asco, fobia, al ruido, al material, ¡no lo puedo soportar! (risas) Bueno, esta señora ha arreglado algo hecho con ese material tan innoble, Julia ha ido a buscar la bolsa, y no le ha querido cobrar nada: “es para Paco”, le dijo. Entonces estoy haciéndole una cosita para regalarle, un portafotos. Eso me ocupa ahora, además de los ensayos.

–¿Y va a incluir a Yupanqui en los conciertos argentinos?

–Pues, no sé si podré atreverme... O a lo mejor sí: el que no se aventura no atraviesa la mar, dicen. ¡Espero tener la valentía de atravesar este mar!

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