Viernes, 23 de noviembre de 2012 | Hoy
MUSICA › SOFIA REI CANTARA EN LA TRASTIENDA COMO PARTE DEL FESTIVAL DE JAZZ DE BUENOS AIRES
La cantante argentina está radicada en Nueva York desde hace once años. Viene a mostrar las canciones de su tercer álbum, De tierra y oro, en el que su historia se ve reflejada a través de un cóctel de ritmos folklóricos latinoamericanos cruzados por otras músicas.
Por María Zentner
La vida de Sofía Rei está signada por los cambios, los encuentros, las decisiones, los viajes, los maestros, las lejanías, la fortaleza que da la distancia, el dolor de las soledades, el goce de lo nuevo, la felicidad del reencuentro; en mayor o menor medida, igual que el resto de las demás personas que atraviesan las propias convirtiéndolas en colecciones de experiencias más o menos memorables. Lo que la diferencia es haber transformado ese montón de vivencias, esa mirada retrospectiva de su recorrido e introspectiva de su sentimiento a través de su –corta– vida en un disco. En De tierra y oro, su tercer álbum, Sofía Rei invita a conocer su historia –personal y musical– para dejar bien claro que ella misma es varias personas al mismo tiempo: cada canción contribuye a mostrarla por partes. La parte por el todo. Cantante y compositora, Rei es argentina, pero está radicada en Nueva York desde hace once años. El lanzamiento de De tierra y oro, “un álbum marcado por viajes de diferentes naturalezas”, la trae de gira a su ciudad natal, invitada por el Festival Internacional Buenos Aires Jazz 2012. En este marco se presentará hoy a las 20.30, con entrada libre y gratuita, en La Trastienda (Balcarce 460).
“Venir a Buenos Aires me demuestra la no distancia real, aun cuando hay distancia geográfica: poder ver al mismo tiempo un mundo y otro, mi norte y sur. Aunque viva en otro país, Buenos Aires siempre va a ser mi hogar, acá está todo lo que amo, mi vida, mis seres queridos”, explica Rei, quien traduce en canciones la realidad de vivir lejos de quienes quiere y, aun así, vivir donde quiere. Sentimientos encontrados que atraviesan De tierra y oro, un muestrario de géneros musicales latinoamericanos reinterpretados con intromisión de técnicas de la música clásica y del jazz, baterías electrónicas, samplers, efectos y demás artilugios modernos, mezclados con el sonido de charangos, quenas y bombos legüeros. Todo eso forma parte de esta deconstrucción y reconstrucción de sí misma que ensaya la cantante.
–En su descripción del disco habla de “la esquizofrenia del intérprete”, que vive una vida diferente en cada canción. Pero en De tierra y oro las canciones son casi todas de su autoría. ¿Por qué entonces la esquizofrenia?
–Puede ser interpretado desde dos lugares. Primero, el musical: tiene que ver con la cantidad de estilos que están incluidos, desde el montón de géneros latinoamericanos que no tienen nada que ver entre sí, como una tambora colombiana reconvertida en otra cosa, un landó afroperuano o una chacarera. Hay un poco de cada una, pero ninguna es sólo eso. Son justamente ideas modificadas desde el punto de vista de los arreglos, en los que utilicé estructuras formales de composición de una pieza clásica o voces que se presentan de una forma mucho más libre, más característica del jazz. Es mezclar las técnicas y aplicarlas en el “género equivocado”.
También está el viaje poético que tiene que ver con otro tipo de inspiraciones o proyecciones. Esa aventura de interpretar todo lo visto que a veces se manifiesta de manera caótica o contradictoria.
Todo este popurrí de géneros, estilos y tendencias no es más que el reflejo de la formación artística de Rei, quien pasó de la música clásica al jazz y de ahí a los folklores latinoamericanos. Esa versatilidad es la que la llevó de gira con la Big Band de Maria Schneider, la incluyó en la puesta de la Instant Opera de Bobby McFerrin en el Carnegie Hall o la colocó una noche en el loft de un diseñador de joyas en Tribeca, donde dio un concierto privado para un reducido grupo de treinta invitados entre los que se encontraban Lou Reed y Laurie Anderson.
–El orden de las canciones parecería describir dos viajes: la primera parte, el físico, y la segunda, el introspectivo, como si se tratara de los lados A y B de un vinilo.
–En realidad, el orden lo pensé más desde el lugar musical, con respecto al mood de los temas. Tiene su curva. De todos modos, hay un contraste un poco esquizoide dentro de las mismas canciones. Las letras más reflexivas y darks tienen una música que no es para nada triste. Por ejemplo, en “La risa”, que es un carnavalito-saya-huayno, la música es bien alegre, pero habla de un tipo que está superdesconectado de su medio natural, que no tiene nada que ver...
–Lo que le pasa a ese tipo, ¿tiene eso algo que ver con lo que le pasa a usted?
–No lo había pensado, pero seguramente. Cuando empecé a escribir el tema fue como una especie de burla a los típicos carnavalitos que siempre hablan de la tradición del Carnaval y “alegría hermano, hermano”. En este caso habla de un ser perdido que no recibe ningún mensaje de la naturaleza que le dé razón a su vida. Una persona que supuestamente debería estar conectada con su entorno y la naturaleza. Es irónico, por eso la música es muy alegre. La música no te da la pauta de lo que habla la letra.
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