MUSICA › LA MUERTE DE DAVE BRUBECK, UNA AUTéNTICA LEYENDA DEL JAZZ
Hoy debería haber cumplido 92 años, una extensa vida que le permitió desarrollar una carrera impactante, larga y prolífica. Desde su primera grabación en 1942, el pianista y compositor impulsó variadas formaciones y experimentos, sobre todo con los compases.
› Por Diego Fischerman
Vivió, y tocó el piano, apasionado por el tiempo. Por el musical y por el otro. Valses en cinco tiempos (como aquel de Tchaikovsky en su Sinfonía No 6), álbumes concebidos a partir de la suma sucesiva de un pulso al compás de cada tema, compases de 7, 9 o 13 pulsos, frases asimétricas. Varios de sus discos llevan el tiempo en sus títulos: Time Out (1959), Time Further Out (1961), Countdown Time in Outer Space (1963), Time Changes (1964) y Time In (1966). Otro, anterior en cinco años a que el tema “Take Five” –compuesto por Paul Desmond, el saxofonista de su cuarteto– se convirtiera en la primera pieza instrumental de jazz en vender más de un millón de copias, también llevaba la palabra Time en la tapa. Pero, en este caso, se refería al célebre semanario. Y es que Brubeck Time (“el tiempo de Brubeck”) se hacía eco de que el pianista, en 1954, hubiera ocupado una de las portadas de la revista.
Tuvo una de las carreras más largas y prolíficas del jazz. David Warren Brubeck había nacido en 1920. A los 22 años grababa por primera vez, solo en piano, el tema “I Found New Baby”. Seis años después registraba varias piezas junto al percusionista Carl Tjader –allí aparecía por primera vez Paul Desmond en el saxo alto– y otras en octeto. En 1951 debutaba el famoso cuarteto junto a ese saxofonista, que permanecería casi inalterable hasta 1967. La última encarnación del grupo, con Bobby Militello en flauta y saxo alto, Alan Dankworth en contrabajo y Randy Jones en batería, todavía estaba activa en 2001, y un año antes, a los 80, Brubeck había grabado One Alone, un disco de piano solo. Hoy hubiera cumplido 92 años. Ayer a la mañana murió de un paro cardíaco en el Hospital Norwalk, en Norwalk, Connecticut. Ocupó, en el mundo del jazz, uno de los lugares más paradójicos que puedan imaginarse. Con el gesto de la cortesía más extrema y sin la menor sobreactuación, produjo una de las músicas más complejas, intrincadas y desafiantes del siglo XX. Fue, al mismo tiempo, el más popular y el más modernista. Y pocas músicas con el nivel de contrapunto y de elaboración rítmica que tenía la suya podían sonar tan fluidas, relajadas y con tanto swing.
Más allá de la originalidad en el tratamiento, y de sus méritos como compositor, no hubo materiales ajenos ni formatos que dejara sin explorar, desde las clásicas canciones de Broadway hasta los temas de las películas de Disney, pasando por el folklore del sur estadounidense o las extraordinarias piezas del West Side Story, de Leonard Bernstein. Alumno del compositor francés Darius Milhaud, que fue uno de quienes insistieron para que siguiera el rumbo del jazz, tampoco le fueron ajenos los experimentos cercanos a la tercera corriente y aun los más dudosos, como ese concierto para grupo de jazz y orquesta que había compuesto su hermano Howard y que dirigió Bernstein (Dialogues for Jazz Combo and Orchestra) no dejan de tener su encanto. Tal vez el más logrado de sus intentos de integrar métodos de la tradición académica con gestos y maeriales del mundo del jazz haya sido su Fugue on Bop Themes, que grabó con el octeto en 1950. Y, más allá del franco predominio de la música instrumental, algunas pocas sesiones con cantantes están entre lo más interesante de su carrera. Las grabaciones con Carmen McRae, con Jimmy Rushing y, en particular, esa joya llamada The Real Ambassadors, un musical de 1959, compuesto por él y su mujer Lola, donde también participaba Louis Armstrong.
Con una trayectoria plena de logros musicales, varios de sus discos merecen figurar en cualquier antología del género. Time Out, por supuesto (todavía hoy, según dicen, es el álbum de jazz más vendido de la historia). Pero también sus notables Jazz Impressions of New York (1964) y, de ese mismo año, Jazz Impressions of Japan, donde se incluye uno de los temas más bellos jamás compuestos, “Rising Sun”. Entre las agradecibles rarezas está, por su parte, esa versión de “In Your Own Sweet Way” donde toca junto al saxofonista Anthony Braxton, incluida en el disco All The Things You Are, de 1974. Y entre lo más hermoso, “Blue Dove”, esa exquisita habanera con reminiscencias de Ravel que toca junto a Desmond en 1975: The Duets y que tal vez haya sido la despedida más perfecta de una de las sociedades más perfectas del jazz.
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