En mi sistema de pensamiento, haber llegado al mainstream no es un valor. Y como conozco a Los Látigos y a Victoria Mil, sé que para ellos tampoco. Claro que la meta es vivir de la música, pero de la mejor que se les ocurra. Cuando hace un tiempo que trabajás con la música podés convertirte en una especie de artesano que sabe hacer encajar las piezas, en cambio ellos muestran en cada disco las ideas que más los sedujeron, las que los transportan. En ellos no hay pensamientos de contexto, salvo para marcar una diferencia. Si eso repercute en el mercado, qué bueno, porque muchas veces el mercado no está listo.

Mi ocurrencia sobre el hecho de que ahora el mercado les presta atención es que en todo comienzo de siglo cobra valor la información, lo que es renovador y lo que es contenido real nuevo. Así como todos los fines de siglo fueron barrocos, en el que la forma nueva es el fin en sí mismo, los principios hacen que tengamos actitudes diferentes, incluido yo, que no creo en eso de contar de a cien años.

Los Látigos y Victoria Mil son dos bandas diferentes, inclusive a sí mismas, y eso me encanta. El hilo conductor es un tipo de actitud que tiene que ver con amar lo que representa el rock como forma de vida por encima de sus sonidos y a la vez amar los sonidos que representan esa nueva forma de vida. Ambos tienen algo en común y es que abrevan de originales. Desde hace demasiados años las bandas nuevas abrevan de recicladores. Para Los Látigos y Victoria Mil, abrevar de originales ha sido una dificultad, pero a la vez es la virtud que los sostuvo. De todas formas, como cualquier cosa que es aprobada por el sistema, es maravilloso que sepa entregarse con su mejor información. Ambas bandas han cambiado, madurado y evolucionado. No están verdes, pero los frutos todavía están colgando del árbol, no se cayeron como la manzana de Newton. Los veo listos para próximos desafíos.