Jue 28.02.2013
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MUSICA › TRINA LA DIUCA PRESENTA SU DEBUT EPóNIMO EN NO AVESTRUZ

Como un pájaro sencillito

Este cuarteto formado por las cantantes Dolores Usandivaras y Laura Luz De Iudicibus y los guitarristas Ignacio Eguía e Ignacio Romero empezó en el Conservatorio De Falla con la idea de recrear la más exquisita música popular argentina desde una nueva mirada.

› Por Cristian Vitale

Es la historia de un cuarteto –dos guitarristas hombres, dos cantantes mujeres– que empezó en el Conservatorio De Falla bajo un fin: recrear la más exquisita música popular argentina andando por el carril de las nuevas miradas. Es la historia que Carlos Groisman, un filántropo, cocinero y cronista under de tal especie de encaradores, resume como el devenir de seres haciendo versiones astutas, intensas y coloridas “entre séptimas mayores, contrapuntos asimétricos y delicados melismas sutiles”. Es la historia –corta pero intensa– de una agrupación que se ha propuesto cabalgar sobre creaciones del Cuchi Leguizamón, Ramón Navarro, Chacho Echenique, Raúl Carnota o los Hermanos Núñez, para transformar “Corazonando”, “La copla perdida”, “Doña Ubenza”, “La Sixto Violín” o “Tristeza” en materia de disco (Trina la Diuca, como el nombre del grupo) y carne de recital: tocan hoy a las 21 horas en No Avestruz, Humboldt 1857. “Con Lau estudiábamos juntas, empezamos a jugar con las voces y los chicos se sumaron para el cumpleaños de una tía”, se ríe y arranca Dolores Usandivaras. Fue hace unos cinco años. Lau, es Laura Luz De Iudicibus, la otra cantante, los chicos son dos Ignacios: Eguía y Romero. “Nos fuimos juntando, entusiasmando y al final decidimos ser un grupo”, cuenta Eguía.

–¿Por qué Trina la Diuca? ¿Cómo surgió ese nombre ‘difícil’?

Ignacio Romero: (Risas.) –Un día agarramos algunos libros y empezamos a buscar nombres al azar, y encontramos éste en el Canto General de Pablo Neruda. Leímos Trina la Diuca, que era algo aleatorio en la poesía, pero nos gustó la sonoridad.

Dolores Usandivaras: –Lo de trinar vino bárbaro, porque en los arreglos hay cantos por todos lados. Y la Diuca va con nosotros, es un pájaro sencillito con una sonoridad suave.

Habrá que recordar bien tal nombre porque apenas un disco de versiones (doce en total, todas autoproducidas) alcanzó para despertar el interés de críticos, músicos y gente adscripta al palo “neocuchi”. Voces bien celadas; cuerdas asistidas y esmeradas, y un ensamble por dos (guitarras-voces, chicos-chicas) que colorean, con una belleza austera, aérea y minimal, temas del acervo popular que resisten el olvido. Raíz e innovación en una sola fórmula, dicho de otro modo. “La parte de los arreglos es la que menos peleas da (risas) porque, si bien se trabaja en conjunto, en general los arreglos de voces los hacemos nosotras, los de guitarra ellos, y vamos ensamblando entre las cuatro”, sintetiza Usandivaras sobre la dinámica interna del cuarteto.

–¿Trabajan mucho o son más viscerales?

I. R.: –Mucho. Puede haber cierta libertad, sí, pero los temas están muy pensados. “La Sixto Violín”, por ejemplo, la elegimos porque queríamos algo que salga rápido, divertido y livianito en arreglos, como para que levante en los recitales. Además, queríamos hacer al autor, a Carnota.

Ignacio Eguía: –Incluso, el día que la tocamos por primera vez fue el día que falleció Sixto Palavecino.

–¿“Tristeza”, de los hermanos Núñez, expresaría lo contrario al “levante” de “La Sixto Violín”?

I. R.: –Puede ser. En realidad, teníamos que preparar una tonada para guitarra para un examen, y armamos las dos violas. En el caso de “Doña Ubenza” la armaron las chicas y nos encontramos con que hay muchas versiones de ese tema, y la mayoría son con un ritmo muy marcado... Entonces nosotros la planteamos para otro lado y el huayno está apenas insinuado, quedó suave y dulce. En suma, creo que al hacer canciones de otros buscamos innovar en los arreglos, y eso se nota.

–Marca la impronta del grupo, claro. ¿Por qué no componen?

María Luz De Iudicibus: –Es el primer disco, no sé, es cierto que todos tenemos temas propios por separado, pero nos es más fácil hacer versiones. Todos queremos, pero nadie se anima (risas).

–Groisman dice que ustedes creen en la resurrección del agua clara, meta baile y vino tinto...

I. E.: (Risas.) –El es un gran personaje, sí. Tiene una casa donde hace comidas, hay conciertos y él mismo presenta a los grupos. Siempre “inventa” una historia, y cada vez que tocábamos nosotros inventaba una historia distinta, muy graciosa, en la que nosotros, los hombres, somos los toscos y ellas, las divertidas.

–Está claro, por las versiones que abordan y por cómo las abordan, que pertenecen a un sector de la música folklórica que no condice con el mainstream. ¿Culpa del De Falla o de experiencias personales previas?

I. E.: –En general, del De Falla, porque es más o menos su línea estética, ¿no? Tuvimos como profesores a Juan Falú, Roberto Calvo, Lilián Saba, Juan Quintero, y eso marca y une. En realidad, todos veníamos de palos distintos y este folklore nos nucleó. Yo soy rockero, las chicas curtían una onda más latinoamericana, folklórica, y la Diuca nos unió.

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