MUSICA › NO TE VA GUSTAR RATIFICó EN COSTANERA SUR SU GRAN MOMENTO
“La primera vez que vinimos a Buenos Aires éramos 50, y hoy somos 50 mil”, destacó Emiliano Brancciari, el cantante de la banda uruguaya que experimentó un notable crecimiento en los últimos años. La excusa fue la presentación de El calor del pleno invierno.
› Por Juan Ignacio Provéndola
El mercado del rock local parece haber encontrado en el sur de Buenos Aires una resolución a los problemas planteados por las dificultades para realizar shows masivos. Refacciones, defecciones sonoras (para el público y para los vecinos) y nuevos requisitos para sus habilitaciones fueron obstaculizando la disposición del predio descubierto de Obras o del estadio de River, los lugares emblemáticos del norte desarrollado. La industria, urgida de alternativas para darles cauce a las necesidades de sus negocios, terminó encontrando respuestas en la zona más postergada de la Capital, aquella sobre la que el progreso y la política depositan muchas promesas, pero pocas atenciones.
Así aparece en cartelera el Anfiteatro de Costanera Sur, que ni siquiera es un anfiteatro y que poco tiene que ver con el coqueto paseo costanero del que lo separa la “Rodrigo Bueno”. Pero estas sutilezas poco interesan a las urgencias de un mercado que divide entre Campo VIP y Platea Preferencial, con sánguches a 40 pesos y demoras excesivas en la noche más fría del otoño. Curiosidades del rock de estos días, sobre todo la última de éstas, tratándose de la presentación oficial de un disco que se llama, justamente, El calor del pleno invierno.
Y así aparece la banda No Te Va Gustar, abstraída de contradicciones antropológicas que no le pertenecen y dedicada a una de las noches más notables de su carrera. La que los instala definitivamente como una banda de estadio de nuestro rock, reputación mitológica a la que sólo habían accedido Los Redondos, La Renga y Los Piojos. Picando las 22 del sábado, y con un auditorio a tope (algunos hablan de 50 mil, aunque todos coinciden en que se trató de una infrecuente multitud), los uruguayos salieron a escena con “Sin pena ni gloria”, primera canción de su último disco, material cuya refrenda pública fue una excusa para seguir profundizando su acervo popular en tiempos en los que el rock argentino encuentra llamativos inconvenientes para alentar grandes convocatorias por fuera de los festivales esponsorizados.
Muchas luces, un telón de fondo con la tapa del disco y un gran cubo de plástico símil hielo pendiendo sobre el escenario fue la sobria puesta en escena de un grupo que nunca apeló al cotillón de utilería (ni ahora, ni nunca) para despertar encantos ni fervores. Lo mismo Emiliano Brancciari, su voz cantante y principal cerebro creativo. Todo su armamento se redujo a una chaqueta clara y una Les Paul blanca, o luego una remera gris y una Jaguar roja. Sin pirotecnia, disfraces ni firuletes, la estridencia se concentró entonces en las canciones, el auténtico capital artístico del grupo. Que no declaman verdades universales, aunque el universo se extienda (y se entienda) en la intimidad de cada persona interpelada por el narrador, retratada en inquietudes existenciales cuya espesura no se diluye ni siquiera en el formato de hit radiable (“Pensar”, “A la izquierda del cero”, “Fuera de control”). Y que hasta suena genuina en voz ajena, con una lista de invitados que incluyó a Fernando Ruiz Díaz (para repetir “Mil días”, grabado en el flamante disco), Chano Moreno Carpentier de Tan Biónica (“Vacío”) y Ciro, ayer Piojos, hoy solista, que empezó “Tan solo” y terminó “Tan lejos”, acaso un juego semántico de lo que fue su carrera (o al revés).
“La primera vez que vinimos a Buenos Aires éramos 50, y hoy somos 50 mil”, apreció un conmovido Brancciari por la magnitud de lo alcanzado, aunque la sensibilidad no sólo fue motorizada por lo que sus ojos y los de sus compañeros veían hacia afuera. También hubo tiempo para mirar hacia adentro y recordar a Marcel Curutchet, el tecladista fallecido el año pasado. Fue con “Te abracé en la noche”, obra de Fernando Cabrera, que sus eternos compañeros de ruta versionaron en tono gospel. Justo antes de despedirse con “No era cierto”, cuando 50 mil cantaban aquello de que “pensé que estaba solo”, para responderse con el título de la canción.
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