Mié 15.05.2013
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MUSICA › LA SOBRECARGA CELEBRA A SU MANERA, CON UN REGRESO, SUS TRES DéCADAS

“Nada en nosotros es festivo”

Representante de la generación del ’80 que se codeó con Sumo, Virus y Soda, la banda de Trenque Lauquen –que tocó como soporte de The Cure en aquel accidentado recital en Ferro de 1987– vuelve a los escenarios. Y tiene grabado un CD nuevo: Cenizas del tiempo.

› Por Javier Aguirre

No hace falta recurrir a imágenes en color sepia para contar ese comienzo. Es 1983, se va la dictadura, aquí viene el sol y en los límites de Buenos Aires y La Pampa unos chicos de Trenque Lauquen se suben a una camioneta para llevarse a la Capital su banda de rock. Bien ahí: poco después, están insertados en un under loco y fértil, codeándose con Sumo, Virus o Soda Stereo. La banda se llama La Sobrecarga, y en el reparto de bienes de aquella –rocker– generación del ’80 les tocó la cucarda de banda de culto de la escena dark, que los acercaba más a banda para entendidos, como Fricción, que a grupo de éxito festivo, como Los Twist. Grabaron dos discos, fueron soporte en el accidentado paso de The Cure por Ferro en 1987 y se disolvieron justo cuando a la primavera alfonsinista no la sucedió un verano sino un invierno.

Treinta años más tarde (veinte de los cuales estuvieron separados) de aquel iniciático viaje al este desde el campo a la ciudad, La Sobrecarga prepara su tercer regreso, esta vez, con la intención de editar un disco nuevo ya grabado, Cenizas del tiempo. Con dos históricos, el baterista Gustavo Collado y el guitarrista-cantante César Dominici, pero con una baja en el peor de los sentidos: el guitarrista Horacio “Gamexane” Villafañe, fallecido en noviembre de 2011, cuando formaba parte activa de este regreso, ya que llegó a grabar sus guitarras y forman parte del nuevo álbum. Y mañana, con dos refuerzos juveniles –el bajista Hernán Firpo y el guitarrista Leo Martínez– la banda buscará revalidar sus oscuros pergaminos ochentosos en Ultra Bar, San Martín 678. El baterista Gustavo Collado, quien también integrara la primera formación de Divididos y grabara su primer disco, 40 dibujos ahí en el piso, dialogó con Página/12 sobre las tres décadas de La Sobrecarga.

–¿Un regreso es, necesariamente, algo nostálgico?

–No, no hay nostalgia para nada. El pasado es un buen recuerdo. Fue genial cómo nos vinimos en la camioneta, empezaba la democracia, la época de Alfonsín, el Café Einstein, la explosión de los grupos en vivo. Pero es genial volver ahora. Haber sumado al Tano Firpo y a Leo nos hizo muy bien en lo musical y en lo humano. Son chicos maravillosos. Lo sentimos como el comienzo de una nueva etapa. Todo disco nuevo es un regreso: un regreso que arrancó en 2010 cuando empezamos a grabar, todavía con Gamexane, y que, en lo personal, me encuentra bárbaro, mucho mejor que antes. Estoy tocando desde otro lugar. Yo en los ’90 dejé de tocar durante casi diez años, después de Divididos. Estaba medio enojado; no con la música, sino con lo que la rodea...

–¿... con los músicos?

–No, con el ambiente. Y lentamente volvió a aparecer La Sobrecarga, volví a tocar, con Firpo, con Gamexane que empezó a sumarse en vivo, y eso dio lugar a las sesiones de grabación de Cenizas del tiempo. Fue un proceso que se estiró mucho por la falta de presupuesto, fue grabado muy caseramente, pero con el buen nivel que hoy te permite la tecnología, si hacés las cosas a conciencia. Fue muy largo. Y tenemos muchas ideas. Quisiéramos que el álbum integre un box con los discos anteriores de la banda (Sentidos congelados, de 1986, y Mentirse y creerse, de 1987), aunque todo eso está por verse. Tenemos ofrecimientos de PopArt, de Ultrapop, y en estos tiempos no es nada fácil tener dos ofrecimientos...

–¿Cómo impactó, en La Sobrecarga, la muerte de Horacio “Gamexane” Villafañe?

–Fue durísimo, fue la muerte de un hermano. Aunque fue algo anunciado, porque ya sabíamos que él no estaba bien, nos pegó muy mal. Estábamos en el medio de la grabación y creímos que ya no íbamos a seguir... Pero la cosa revivió y resultó una especie de transición, porque las guitarras que hay en el disco están todas grabadas por Horacio, y Leo Martínez, en el vivo, las reproduce muy bien, con su toque. Gamex era un tipo muy fino con La Sobrecarga, cuando tocaba con nosotros se permitía darle vuelo a su lado más sensible.

–¿Qué significa para ustedes, a esta altura, la palabra dark?

–Es sólo una etiqueta, pero que da una pista. Yo nunca me sentí dark, más allá de haber tocado con The Cure, y eso. Es cierto que nada en nosotros es festivo; nuestras canciones son duras, hablan de soledad, somos así. Nos desa-rrollamos y crecimos en una dictadura. En el ’76, cuando con César tocábamos en Igoario, la banda que se convirtió en La Sobrecarga, estudiábamos psicología en La Plata, que era una fábrica de hacer desaparecer gente. Eramos inconscientes; tenías que mostrarles el documento a los milicos para entrar en la facultad. Eso sí era dark.

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