Mié 29.05.2013
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MUSICA › GASTóN SOLNICKI Y STRAVINSKY BOXING CLUB, EL ESPECTáCULO QUE MUESTRA EN EL CETC

“Una obra que está fuera de registro”

Así define el director cinematográfico la puesta que se verá hoy, mañana y pasado en el Centro de Experimentación del Colón y que toma La consagración de la primavera como punto de partida para una obra que hace honor al espacio en que se presenta.

Hace cien años, una obra cambió para siempre el universo de lo posible. Fue un escándalo. La función del 29 de mayo de 1913 terminó como una batalla campal. Se había estrenado un ballet con coreografía de Vaslav Nijinsky y música de Igor Stravinsky. Su nombre era La consagración de la primavera y su destino, ya sin la danza, fue convertirse en una de las obras canónicas del repertorio sinfónico del siglo XX. Tal vez la única reconocida como tal por todos. Y, quizás, una de las que menos herencias directas tuvo. No hubo compositor, entre los integrantes de las vanguardias de las décadas de 1959 a 1970, que no la considerara una piedra fundante y un punto de inflexión. Y no hubo ninguno entre ellos que no pensara que seguir ese camino era profundamente reaccionario.

“Esas discusiones, una conferencia de Leonard Bernstein en defensa de Stravinsky, la nota de fagot fuera de registro en el comienzo de La consagración... en algunos de los temas”, dice el director cinematográfico Gastón Solnicki. Ganador del premio a la mejor película argentina en el Bafici 2012, por Papirosen (un documental para el que filmó a su propia familia durante doce años), y de la Mención Especial del Jurado Oficial en el Bafici 2009 y el premio a mejor película de los Cronistas Cinematográficos de Argentina por Süden (una notable narración de la visita de Kagel a la Argentina, cuando participó del festival en su homenaje que el CETC organizó en 2008), Solnicki es, esta vez, el director teatral de lo que aún no se ha convertido en película, un homenaje a Stravinsky y a La consagración..., encargado por el CETC, que esa sala estrenará hoy a las 20.30. Con el nombre de Stravinsky Boxing Club, el espectáculo subirá a escena también mañana y el viernes (en el mismo horario) y tendrá como protagonistas al barítono Víctor Torres, los pianistas Carlos Britez y Diego Ruiz, Jorge Bruno y Guang Xi Wu, como boxeadores y las bailarinas Abril Lukac, Camila de Aracil, Paola Arévalo Osinaga, Nicole Chierico, Clara Crowe y Lourdes Ruffini Díaz.

“Está esa famosa anécdota de Saint-Saëns que cuenta que, cuando escuchó el comienzo de La consagración..., preguntó qué instrumento lo tocaba y, al enterarse de que se trataba de un fagot, se retiró de la sala”, dice Solnicki. “Era una nota que estaba fuera del registro habitual del instrumento. Esta obra es un poco así, está permanentemente fuera de registro: hay unos boxeadores donde no se esperaría que los hubiera, unas bailarinas, en realidad unas estudiantes del Instituto Superior del Colón, que deben proveerse su propia coreografía, un iluminador que es director de fotografía en películas, un escritor que hace un libreto de algo que no sólo no es exactamente una obra teatral, sino que pone bastante nerviosos a quienes pertenecen a ese mundo. Porque hasta dos días antes del estreno, la obra no estaba cerrada ni se había hecho una pasada completa y, aún hoy, no descuento que pueda haber cambios. En general, en estos teatros, los ensayos son para repetir muchas veces la obra, una vez que está terminada. En este caso no fue así y es que me parece que, si se trata de un centro de experimentación, como éste del Colón, no sería justo con la propia institución si no aprovechara ese permiso para probar cosas nuevas y me limitara a seguir un guión o a mostrar lo que ya está filmado.”

Solnicki tiene como credo personal “confiar en los materiales, no violentarlos, respetarlos y sacarles todo lo que tienen para ofrecer”. Con libreto de Sebastián Martínez Daniell, diseño visual de Masumi Briozzo, diseño de iluminación de Diego Poleri, escenografía de Omar Duca, producción de Lautaro Caminovich y asistencia general de Cecilia Rubino, Stravinsky... tiene otros tres ejes, además del stravinskiano, Bernstein, la pianista Martha Argerich y la papa. “Sí, la papa, algo en lo que se congrega lo que la tierra ofrece y aquello que se le agradece”, afirma Solnicki. El director se refiere, además, a “la tensión histórica entre el teatro y el cine; una tensión sobre la que se han dicho muchas tonterías y otras cosas menos evidentes pero que para mí, como procedimiento, ha sido una experiencia fascinante, a pesar de toda su dificultad. De a ratos tengo esa sensación de los dibujos animados, cuando se tiran en un clavado sobre un balde de agua. Sólo que, por momentos, no sé si hay siquiera un balde de agua. Pero ésa es, en realidad, una sensación maravillosa. Mucho más interesante, en todo caso, que estar seguro de todo.”

En cuanto a la obra, o a lo que de ella puede decirse, Solnicki cuenta que “hay un material de archivo, que en la película se utilizará tal cual, pero acá está actuado por el maestro Torres y, como Bernstein, en su disertación sobre Stravinsky, canta, habla, toca el piano, explica, en este caso su papel estará dividido entre varios”. Y agrega: “El gesto de esta obra tiene que ver con homenajear a Stravinsky, que fue el pedido original del CETC, pero, además, homenajear a los propios materiales elegidos”.

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