MUSICA › VITICO Y EL PLACER DE SEGUIR ROCKEANDO PASADOS LOS 60
Padre, hijo y sobrino cruzan sus instrumentos en Viticus, proyecto con más de diez años de vida y la energía vital necesaria. Esta noche recrearán el material de V10 Clásico, pero una charla con los Bereciartúa siempre va mucho más allá de lo coyuntural.
› Por Gloria Guerrero
Hace frío en Buenos Aires y los cuatro más valerosos adalides del rock local están apachuchados en sus sillones con sus camperas, pero sin meter los brazos dentro de las mangas, como cubiertos con frazadas cortitas de cuero negro. Cuando sacan cada tanto sus dedos al aire, fuman y comen. Vitico (Víctor Bereciartúa) tiene 64 y toca el bajo desde hace casi medio siglo. Loco corazón, errante por Inglaterra durante los ‘70, compartió zapadas con The Who y hasta calificó para convertirse en miembro de Bad Company. Después volvió a la Argentina, borrando con el codo su derrotero juvenil por Los Vips, Alta Tensión, La Pesada de Billy Bond o La Joven Guardia: sería, desde entonces y hasta hace diez años, el bajista de Riff, una de las bandas señeras de Pappo y una de los grupos básicos de la historia de la música argentina.
Los otros tres hombres que acá se abrigan y fuman y comen han vivido del rock, en promedio, unos treinta años menos que su patriarca: Nicolás (hijo); Sebastián (sobrino) y el baterista Jerónimo Sica –”ya parte de la familia”, dice– son pura sangre joven, más delicada. Aun así, cada una de sus miradas podría disolver un bloque de cemento. Esto es Viticus, el proyecto personal de Vitico que comenzó hace once años y suma cuatro álbumes y dos DVDs en vivo: Voy a pasar a buscarte (La Trastienda, 2010) y el más reciente, V10 Clásico, registrado en el teatro Vorterix de Colegiales el 9 de junio de 2012, al festejarse la primera década de la formación de la banda. Pocos meses después de su edición independiente, V10 Clásico será promovido hoy, otra vez en el Vorterix. Es decir: V10 Clásico fue grabado en el décimo cumpleaños del grupo, pero este próximo show conmemorará otra nueva década: la primera desde la salida del primer trabajo discográfico de Viticus (2013). Los cuatro hablan juntos y gritan y se enciman. Y comen y fuman. “No, en realidad, no”; “No, son diez años de...”; “No, ¿por qué...?”. Discuten todos, y llegan a la conclusión de que... sí.
Vitico se ha calzado un curioso gorro de lana en la cabeza: “Es que soy muy friolento”, dice. “En 2013 se cumplen diez años de nuestro primer disco. Y ahora presentamos el DVD donde lo filmamos hace un año, festejando la formación de la banda. Pero el show va a ser muy distinto, porque siempre cambiamos; vamos a tocar temas de Riff que no habíamos hecho nunca; voy a tocar la guitarra en algunos, también. Es un concierto totalmente diferente. Nico va a hacer temas nuevos suyos, acústicos, y viene a tocar mi nieto, Felipe (N. de la R.: de la primera hija de Vitico, Ana).”
Varias y vascas generaciones de Bereciartúas. A Felipe, con sólo 11, se lo pudo ver en vivo en el primer DVD. Hoy el chico va a cumplir 15 y toca sensiblemente mejor.
Nico (hijo de Vitico, tío del nene): –Felipe tiene mucha facilidad; se le va a dar por el arte, sea cual fuere el arte que elija. Todavía no se le da por el “rocanrol-rocanrol”; a los chicos de hoy se les da por otra cosa... Felipe te saca un tema de Jack Johnson, o cosas por el estilo, pero lo bueno es que le gusta la música, y que sabe tocar.
Sebas (sobrino de Vitico): –Son tres generaciones tocando juntas. Eso impacta.
Vitico (el abuelo de Felipe): –Felipe es muy parecido a mí. Es que hay que ver el ejemplo del abuelo.
–Cuando usted era adolescente solía decirse que su capricho rockero iba a pasar al cumplir la mayoría de edad. Hoy se comprueba no sólo que “no se pasa” sino que, en ciertos casos, el virus pasa de generación a generación.
–Es genética.
–¿Sí?
–Sí.
Debajo de una de las frazadas cortitas de cuero negro surge una voz (puede ser la de cualquiera): “Claro. Es difícil que un futuro hijo de Nico, por ejemplo, no le salga músico de rock; mirá cómo me adelanto... Seguro que va a ser músico de rock. Salvo que sea nena: ¡ahí sí que le vuelve todo el karma!” (risotadas de varios).
La cronista evita la réplica fácil. Estas miradas pueden fulminar cualquier réplica fácil, y no da para la pelea difícil.
Vitico ha venido declarando que el rock no es lo que muchos creen que es y, sobre todo, que el rock no es lo que alguna vez fue. Ha abundado en declaraciones que definen que el rock “es una misión”, o que “es una forma de vida”, o bien que es “una actitud”. Y también, extraña y/o contrariamente, Vitico ha definido el rock como “un entretenimiento para alegrar”.
–Muy bien –responde, sintético.
–Entonces, ¿qué es el rock?
–Hay una cuestión semántica que viene desde el principio, desde cuando la revista Pelo llamó “rock” a lo que hacía Porsuigieco. Y que se sepa que no estoy descalificando a nadie.
–Nadie lo va a venir a demandar cuarenta años después.
–(Se ríe.) Menos mal... pero si dicen de cualquiera con el pelo largo y una guitarra eléctrica: “¡Uy, mirá, hace rock!”, y el tipo te sale con una chacarera, por ahí él no tiene la culpa... Imaginate que cuando salimos con Riff...
–... los llamaron “metaleros”.
–¡Exacto! Porque los de Pelo tenían que sacar a la venta una nueva revista, Metal, y por eso inventaron el adjetivo. Pero Riff fue una banda de rock. Y cuando después se le empezó a llamar rock al pop, se armó una gran confusión. (Contemporiza.) El término pop-rock es bueno para definir lo demás. Perfecto. Y no tiene nada de malo. Y el rock es lo que hacemos nosotros. Y lo que hacían Riff y los Redondos.
Se alzan las voces de los otros: “Si no tiene raíces de blues, no es rock...”. “¡Como decía Pappo, si no es parecido a AC/DC, no es rock...!” Resume Vitico: “Si es rock, te tiene que hacer mover el pie”.
–¿Quién hace “rock” en estos días, además de Viticus?
Vitico: –Divididos, La Renga... De Rosario, Vudú; Támesis, Blues Motel, Doberman, del Uruguay. Y hay bandas en el interior muy interesantes. Motor Blues...
Y se dobla de la risa, aunque no haya razón.
–Su actitud de ayudar a las bandas independientes y darles espacio en sus shows es tan poco frecuente como encomiable.
–Básicamente porque también somos una banda independiente. Pero, además, porque buscamos grupos que hayamos visto alguna vez en vivo y sabemos que se preocupan por sonar bien. Es un gusto para nosotros darles una oportunidad. Las compañías grandes no les dan ninguna posibilidad: manejan las músicas, las letras, todo. Nosotros tenemos la suerte de hacer todo a pulmón y elegir lo que nos gusta. Y pensamos que meter una banda buena antes de nuestro show nos beneficia también. No es lo mismo en los festivales: te meten cuatro bandas antes y, cuando te llega el turno, la gente te llega cansada; pero cuando le das media hora o cuarenta minutos a una banda buena... todo vuelve.
Nico: –Si le das una mano a la gente, y si queremos que algo nos pase en esta profesión, es que los colegas nos quieran.
–¿Se cae el mito de que los músicos se dedicaban al rock para conseguir chicas? ¿Ahora prefieren que los quieran sus colegas?
Vitico: –(Larga la carcajada.) Sí, ahora queremos que nos quieran los colegas... Lo que manda es la música; es tener como soporte una banda que te deje la gente contenta. Y eso tiene que ver con “el entretenimiento para alegrar” del principio. Además de que nosotros sonamos bien y de que la pasamos genial sobre el escenario, la idea es que la gente se vaya mejor de lo que vino.
–No es poco.
–¡Es mucho! Me pasó a mí después de dos años de vivir en Londres con la mamá de Nicolás. Ves a Deep Purple, a Led Zeppelin... y salís... ¡taaaaan contento!
–Bueno, pero...
–La comparación vale, ¡cómo que no...! Bueno, yo quiero hacer lo mismo y hacerle sentir lo mismo a la gente. Tener el groove y el beat del verdadero rock.
Nicolás sube volando por la escalerita, hasta su dormitorio, y vuelve con un puñado de papeles de colores; se trata de –increíblemente bien conservados– los tickets de entradas de conciertos que guardó su mamá: Traffic; West Bruce and Laing (abril del ’73); Fleetwood Mac –con Uriah Heep como soporte–; Pink Floyd en 1972, en la presentación de The Dark Side of the Moon... “Esto veían mis viejos”, dice Nico. “¡Eh! ¿Y mis entradas?”, brama Vitico. “Estas son las de mami, que las tenía en un sobre; las tuyas están también por ahí”, suaviza su hijo. “Bueno, bueno, está bien.”
–Los shows de Viticus incluyen varios temas de Riff. ¿Cómo les salen? ¿Bien o... mejor?
Vitico: –No tanto. A ver: salvo que Pappo no está... sí, suenan mejor. Porque las versiones son más prolijas, y porque las voces de Sebas y la mía resultan una combinación especial. Sigue habiendo una base muy poderosa, y las rítmicas y solos son alucinantes: los chicos tocan cada día mejor. Y lo que no tenía Riff es el slide, que usamos mucho. Y hay un set de acústicas. Y Nico también ahora está cantando, así que todos vamos al frente. La única banda que puede tocar los temas de Riff como Riff es ésta.
Jerónimo: –Cada quien pone lo suyo. Cuando toco las baterías de los temas de Riff les pongo mi toque, lo que me gusta, tratando de respetar el original... porque están perfectos así como fueron hechos. El aporte de cada uno hace que las versiones sean muy interesantes.
Para más, Nico Bereciartúa llegó a ser parte de Riff. Tocó la guitarra en lugar de Boff durante 2004 y 2005, en ocasión de varios shows de celebración-reunión de la banda; entre ellos, Cosquín, tres semanas antes de que Pappo se matara en un accidente de moto.
Nico: –Musicalmente hablando, es lo mejor que me pasó en la vida. Crecí escuchando Riff y, de hecho, nací el mismo año en que Riff editó su primer disco (1980), así que haber tocado con ellos fue un honor.
Vitico: –(Se ríe.) Entró en el infierno por la puerta grande.
Cuando se les pregunta qué tema de Riff disfrutan más en sus shows, los títulos difieren bastante, pero casi todos coinciden en optar por “Mal romance” (incluido en el nuevo DVD), aunque “Susy Cadillac” se lleva varios votos. Al recordarle a Vitico su paso por el programa de Susana Giménez cuando la primera reunión de Riff, a comienzos de los ’90, y el famoso derrape de Susana comiéndose el ya célebre chiste de que la canción había sido escrita para ella, Vitico demora una eternidad narrando asquerosidades cometidas sobre la manija de la puerta del auto de la diva, que en virtud del buen gusto serán omitidas aquí.
–Usted tiene ancestros vascos; más de la mitad de su banda también y, por cierto, el primer baterista de Viticus se apellida Urionagüena. Viticus compuso el tema “Euskal Herria”, editó discos en el País Vasco e hizo giras por la zona. ¿Curiosidad, casualidad o ventajeada?
Vitico: –Fue más bien casualidad. Todo gracias a un chico vasco, fanático del rock argentino, que convocó a tocar a la Mississippi, a Hilda Lizarazu y a otros... pero nosotros llamamos más la atención porque teníamos otro atractivo: el apellido Bereciartúa.
–La letra de “Euskal Herria” parece decir: “Salimos de Bilbao, pasando por la 6, vamos en aventura y esta vez somos seis”. Quizá se refiera a “Pasando por Gasteiz” (suena fonéticamente a “La 6”), que es Vitoria, la capital de la comunidad, en euskera, pero, ¿de dónde eran seis? El quinto seguramente era Ariel Rodríguez, el antiguo guitarrista de la banda...
Vitico: –Ese se cayó de la combi. O se tiró solo... alguien abrió la ventana.
–¿Y el sexto?
–El diseñador, Pablo Goitisolo (productor del primer DVD). ¡Y tocamos en el Museo Zumalacárregui! La tatarabuela de Nico y de Sebas, mi bisabuela, era Celestina Zumalacárregui, prima hermana del gran Tomás Zumalacárregui, un general que murió en las Guerras Carlistas en 1835 y nació en Ormáiztegui, pueblo muy chiquito de Guipúzcoa. Y a raíz de que con mi sobrino Sebas busqué las partidas de nacimiento para probar mi ascendencia, el intendente del pueblo le gustó lo que hacíamos y se jugó con un show por el que nos pagaban muy bien... era un riesgo, porque podía no ir nadie a vernos... ¡pero fue todo el pueblo!
–¿Todo el pueblo?
–Sí, todo el pueblo. Tocamos en el frontón de pelota a paleta. Y nos pidieron “¡Beste bat!”, “¡Una más!”
–“¡Beste bat, y no jodemos bat!”
–Sí, increíble (se ríe). Fuimos tres veces a tocar al País Vasco. Cuando llegamos a Segura, la patria del abuelo Pascual, y nos empezaron a hablar, era como estar entre marcianos: es una lengua que no tiene raíz latina, es una de las más antiguas del mundo y quizá tampoco se sepa de dónde proviene. Con Nico pasamos algunos meses, acá, estudiando el idioma euskera. Algo puedo decir.
–¿Tiene alguna posición ideológica acerca de los reclamos independentistas del País Vasco?
–No, para mí es un mercado. Y es la patria de los abuelos. Creo que para opinar de eso hay que vivir allá. De todas maneras, conozco gente que ha estado en la ETA y ha participado de la pacificación; lo que más les interesaba era terminar con la cuestión armada. Por supuesto que hay razones para... (larga la carcajada, enseguida se recompone). Yo no justifico ninguna acción violenta.
–Rock local, su más reciente disco con Viticus (2011), remite en su título al Blues local de Pappo (1992). ¿Se dio cuenta?
–No me di cuenta. Pero sí, es cierto. Cuando les dije a los chicos si les parecía bien el título y dijeron que sí... después me di cuenta de que era como Blues local, y pensé: “Bueno, ¿qué tiene? Está bien”. Es la palabra “local” la que nos identifica...
–Hace un rato se mencionaba otra palabra: misión.
–Los que vengan a vernos se van a ir a sus casas pensando: “¡Qué bien la pasé!”. Como cuando yo iba a ver a aquellas grandes bandas que vi en los años ‘70. ¿Preguntabas hace un rato cuál era la misión del rock? Bueno, ésa es la misión.
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