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Domingo, 1 de septiembre de 2013

MUSICA › LOS PREMIOS DE LA REVISTA INGLESA GRAMOPHONE

El discreto canon del disco clásico

Los galardones de la principal publicación del mundo en el rubro siguen indicando tendencias, continúan mostrando los nuevos nombres a tener en cuenta y dan una pauta de los rumbos que está tomando el mercado.

 Por Diego Fischerman

La primera vez fue en 1977. Era, todavía, la edad de oro del disco LP. Y esos premios otorgados por la revista inglesa Gramophone, todavía hoy la principal publicación del mundo entre las especializadas en grabaciones de música de tradición académica, galardonaban ediciones que aún funcionan como referencias obligadas. Entre otras, la Katya Kabanova, de Janacek, dirigida por Charles Mackerras (que ganó en la categoría Opera y fue elegida Disco del Año); las últimas sonatas para piano de Ludwig van Beethoven, por Maurizio Pollini; la música para laúd de John Dowland, por Julian Bream; el Concierto para piano y orquesta Nº 22, de Wolfgang Amadeus Mozart, por Alfred Brendel con dirección de Neville Marriner; y el Concierto para dos pianos, de Luciano Berio conducido por Pierre Boulez.

Casi medio siglo después, habiendo pasado por el terremoto producido en el mercado por el CD y luego por su caída en manos de Internet, Gramophone sigue entregando sus premios y, aunque las formas de circulación de la música hayan cambiado ostensiblemente, esos galardones siguen indicando tendencias, continúan mostrando los nuevos nombres a tener en cuenta y, lejos del último lugar en importancia, dan cuenta de un grupo de grabaciones que, con seguridad, pasarán a formar parte del discreto canon del disco clásico.

Por un lado es cierto que Internet, por lo menos en el ámbito de la música clásica, por ahora sigue dependiendo del disco y de que alguien lo pague, en algún punto de la cadena, para tener algo que subir a la red. Por otro, algo de lo que la revista plantea este año en la presentación de los ganadores, da una pauta de los rumbos que está tomando el mercado. Si todavía hace diez años, las primeras diez páginas impares de la publicación correspondían a publicidades de las que entonces todavía eran las compañías mayores (Deutsche Grammophon, Philips, Decca, Emi, Teldec), hoy el panorama es bien diferente. Y el mensuario presenta la posibilidad de que los discos premiados sean bajados a través de un nuevo sistema, Mastered by iTunes, que trabaja con el traspaso de 24 bits a 96 kHz y su conversión al formato AAC. Gramophone –con la obvia complicidad comercial de iTunes– explica alborozada: “Muchos sienten que el resultado es tan bueno, si no mejor, que la calidad del CD, e indistinguible del master de estudio”.

Más allá de las estrategias de mercado de una industria otrora poderosa –el universo del disco clásico europeo, con artistas exclusivos como la Filarmónica de Berlín, Martha Argerich o Luciano Pavarotti, llegó a mover muchísimo dinero–, estas nuevas maneras de acercarse a la música son, finalmente, más accesibles para un punto olvidado del imperio, en las márgenes de un río barroso, donde apenas llegan las noticias y, mucho menos, los discos. Los sellos grandes tienen filiales locales que deben calcular muy bien las ventas posibles antes de encarar la fabricación de un CD en estas tierras. El mecanismo para importar directamente, con la imposibilidad, debido al precio resultante del cambio actual, por un lado, y a lo engorroso del proceso, por el otro, de tener un stock de reposición o de poder reemplazar rápidamente las unidades vendidas (sumado al hecho de que muchas de las marcas más importantes en este momento no cuentan con distribución alguna) hace que el disco clásico sea, en Buenos Aires, una especie casi extinguida. Y una de las consecuencias más visibles es un público sumamente desinformado, lo que se evidencia en su falta de respuesta ante los nombres de los artistas más importantes del momento. iTunes, finalmente, tal vez acabe con las oficinas locales del disco, salvo que éstas se dediquen a proveer la red con ediciones de música argentina, es decir de aquello que en otra parte no pueden ofrecerle. Pero lo cierto es que ha igualado las posibilidades de cualquier oyente del mundo (o de cualquiera que tenga Internet y una computadora) de escuchar, por ejemplo, quién es ese tenor llamado Jonas Kaufmann de quien tanto se habla en otras partes.

Precisamente su Wagner, publicado por Decca y ganador en la categoría Vocal, está dedicado a lo que a priori parecería imposible: una selección de arias de sus óperas, obras que, justamente, acabaron con las arias aisladas como números cerrados. Kaufmann, un tenor de timbre oscuro y profunda expresividad, junto a la Orquesta y Coro de la Opera Alemana, con dirección de Donald Runnicles, presenta, con brillo y autoridad, fragmentos del primer acto de La Walquiria, del segundo de Siegfried, del tercero de Tannhäuser, el quinto acto de Rienzi y de Los maestros cantores de Nurenberg. Y en la categoría Opera, el ganador no es un álbum de CD sino un DVD, lo cual, en rigor, resulta mucho más lógico para un género en que lo visual resulta tan importante como lo sonoro, aunque muchos, educados sentimentalmente por el disco, lo nieguen. Se trata de la edición de El Tríptico, de Giaccomo Puccini, con dirección musical de Antonio Pappano y dirección escénica de Richard Jones, que recoge la puesta de la Royal Opera inglesa transmitida en febrero de 2012 por la BBC, y que incluye en su elenco a Eva-Maria Westbroek, Ermonela Jaho, Lucio Gallo, Elena Zilio y una de las nuevas estrellas, el tenor Francesco Demuro.

“Pour passer la mélancolie” (del sello Harmonia Mundi), una bellísima colección de obras para clave de Johann Jacob Froberger, Jean-Henry d’Angelbert, Johann Caspar Ferdinand Fischer, Louis Couperin, Louis-Nicolas Clérambault y Georg Muffat, interpretadas por Andreas Staier en un clave francés anónimo de finales del siglo XVII, adaptado como “gran clave” por Joseph Collese en 1749 y restaurado por Laurent Soumagnac entre 2000 y 2004, que recorre, de manera magistral, el afecto de la melancolía barroca, es el ganador de la categoría Barroco Instrumental. En tanto, los Motetes de Johann Sebastian Bach por el Coro Monteverdi, con dirección de John Eliot Gardiner (en Soli Deo Gloria, su propio sello), fueron reconocidos en el campo del Barroco vocal. El otro “historicista” premiado fue PaulMcCreesh, al frente de los Gabrielli Consort & Players en su extraordinaria reconstrucción musical de la ceremonia de coronación en Venecia, en 1595 (Winged Lion/Signum).

Las Sonatas No 1 y 2 para violín y piano y la Sonata para violín solo de Béla Bartók, en las interpretaciones del violinista Barnabás Kelemen y el pianista Zoltan Kocsis (Hungaroton), fueron premiadas en el rubro Cámara; en la categoría Coral resultó galardonada la grabación de The Apostles, de Edward Elgar, con solistas, coro y orquesta Hallé y dirección de Mark Elder (en el propio sello de la orquesta, Hallé) y como Concierto, fue reconocida la interpretación de la violinista Patricia Kopatchinskaja junto al Ensemble Modern, conducido por Peter Eötvös, de conciertos de Bartók, Eötvös y György Ligeti (Naïve).

Como disco Contemporáneo ganó, previsiblemente, la grabación de obras de Henri Dutilleux, con la orquesta Filarmónica de Radio France dirigida por Esa-Pekka Salonen, que el compositor supervisó poco tiempo antes de morir. Allí se incluye el estreno de Correspondances, con la soprano Barbara Hannigan, de The Shadows of Time, con tres niños de La Maïtrise de Radio France como solistas, y una nueva versión del Concierto para cello “Tout un monde lontain” que había grabado en su momento Mstislav Rostropovich, dedicatario de la obra, y que aquí interpreta con virtuosismo y comunicatividad uno de los cellistas más destacados del momento, el finlandés Anssi Karttunen. Incidentalmente, este músico, que actuará en el CETC entre el 12 y el 14 de septiembre junto al compositor y pianista Magnus Lindberg, con quien conforma el dúo Dos Coyotes (originalmente en español) –también actuará como solista el 15, en la Usina del Arte, como parte de un espectáculo escénico musical dirigido por Diana Theocharidis–, estaba además nominado con un disco dedicado a las obras de cámara de Lindberg (en el sello Ondine). El notable pianista Steven Osborne ganó la categoría Instrumental (una traducción más precisa sería “recital solista”) con su versión de Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky y Visiones fugitivas y Cuatro sarcasmos de Sergei Prokofiev (Hypèrion), y el premio como disco Orquestal fue para la versión de las obras Praga y Un cuento de verano, del checo Josef Suk (en el sello Chandos), por la orquesta sinfónica de la BBC con dirección de Jirí Belohlávek, que ya había ganado la categoría el año pasado, junto a la misma orquesta, con su integral de las 6 Sinfonías de Buhuslav Martinú para el sello Onyx. Quedan por anunciarse, en la ceremonia de entrega de premios a mediado del mes próximo, los galardones a la Trayectoria de toda una Vida, al Artista del Año, al Artista Joven del Año y, obviamente, la elección, entre los ya premiados, del que será Disco del Año.

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La violinista Patricia Kopatchinskaja, entre las distinguidas.
 
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