Dom 01.09.2013
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MUSICA › MILES COPELAND, EX MANAGER DE THE POLICE, EN BUENOS AIRES

“Si dejara de hacer cosas nuevas, envejecería y moriría”

Este empresario de 69 años planea un espectáculo de tango a escala global, surgido del entusiasmo que le produjo escuchar al grupo Otros Aires. En esta entrevista repasa su pasado glorioso junto a Sting y compañía y da claves sobre su trabajo de manager.

› Por Roque Casciero

Miles Copeland entra a una librería porteña y descubre un libro de fotografías tomadas por uno de sus antiguos representados, un tal Andy Summers. Y en esas páginas se cruza con un espejo que atraviesa el tiempo. Allí está él, en blanco y negro, sosteniendo un caballo por las riendas... en la Argentina de 1981. La imagen es de la gira que trajo a The Police por primera vez al país –aquella en que Summers le pateó la gorra a un policía durante el show en Obras–, y el otrora manager de la banda ha visto pasar mucha música, mucha industria y muchas historias desde entonces. De hecho, está aquí para motorizar su siguiente proyecto, un espectáculo de tango que planea poner a recorrer el mundo, originado por una circunstancia fortuita: su mujer, una ex modelo argentina, le hizo escuchar un CD del grupo de tango electrónico Otros Aires. Y a él, al que el tango tradicional nunca le había llamado la atención, respondió a esos nuevos impulsos. Invitado por la banda –a la que ahora le publica los discos en el exterior–, Copeland llegó a Buenos Aires para entrevistar bailarines y empezar la ingeniería de un show a escala global.

La vida de este fornido hombre de 69 años es “de película”, si se perdona el lugar común. Y desde antes de su nacimiento: sus padres eran agentes secretos, él de Estados Unidos –fue uno de los fundadores de la CIA–, ella del Reino Unido. Miles Copeland III creció en El Líbano, donde aprendió a hablar árabe y a entender la mentalidad de Medio Oriente. Se lanzó como promotor de shows hasta que Lou Reed falló a uno en España porque se quedó tres días en un baño de hotel en Australia. Descubrió que la banda en la que tocaba su hermano Stewart podía ser grande y puso empeño en eso. Separado The Police continuó junto a Sting en su período más exitoso. Creó el sello I.R.S. (las siglas coinciden con las de la AFIP yanqui; ahora tiene una compañía llamada Copeland International Artists... CIA), donde grabaron The Go Go’s y R.E.M. Creó espectáculos de danza del vientre y los puso a girar por Estados Unidos post 11-S... ¡y le fue bien! Armó el tributo latino a The Police

Outlandos D’Americas, en el que Gustavo Cerati grabó con Summers. Organiza encuentros de compositores en su castillo de Francia, de los que participaron desde Cher y Carole King hasta Jon Bon Jovi y Mika.

Y pese a lo abultado de su currículum y a que el año próximo cumplirá 70 años, Copeland ya tiene la mente puesta en su espectáculo tanguero. “Obviamente, conozco el tango, pero nunca me resultó interesante, en el sentido de que no es algo que yo iría a comprar a una disquería”, confiesa. “En el mismo sentido, pese a que crecí en El Líbano y escuchaba música árabe todo el tiempo, nunca fue algo que necesariamente me interesara comprar. Pero escuché música árabe hecha en Francia por argelinos que la mezclaban con música occidental –Khaled, Rachid Taha, Faudel–, y la combinación me resultó tan atrapante que logró que me interesara más por la música árabe. Y lo mismo me pasó con Otros Aires: encontré un tango hecho de manera fresca, única, y al que puedo responder, y eso me hizo interesar en el tango original. Lo principal fue que al escucharlo de un modo fresco y nuevo me hizo escucharlo como si fuera la primera vez. Eso es lo que siempre busco: lo inesperado.”

“Lo mismo me pasó con The Police la primera vez que escuché ‘Roxane’: no era reggae, no era punk rock... ¿qué era? –continúa Copeland–. Esa fusión de cosas me impactó en el momento. Eso es lo que siempre me entusiasmó. Soy fan de la música, pero después de un tiempo, en cualquier género te acostumbrás a una forma de sonido. Y cuando aparece alguien que lo hace de un modo levemente diferente, es refrescante, te hace apreciar la música. Eso es lo que me pasó con Otros Aires, lo mismo que me sucedió con Khaled en la música árabe y con The Police en el rock and roll. A Otros Aires no los había en vivo hasta ayer (el domingo pasado, en el Festival de Tango), y ahora descubrí lo fuertes que son como banda en vivo. Eso también es importante para mí: quiero ver a una banda que parezca disfrutar lo que hace, porque eso es lo que hace disfrutar al público. Eso es lo que sentí con ellos. Así que cuando escuché el disco... ¡tuve razón!”

–Usted tuvo razón tantas veces que debería confiar en su propio instinto, a esta altura.

–Bueno, ver para creer... He tenido a muchos artistas maravillosos que simplemente no podían hacer las cosas bien sobre el escenario. Pero cuando ves a alguien que sí puede, es incluso mejor, porque arriba del escenario vez la personalidad de la música. La verdad es que, de toda la gente que se dedica a la música, no son tantos los que pueden subirse a un escenario y entregar algo extra. Y cuando veo algo así, quiero trabajar con esa gente.

–Esa mezcla de cultura oriental y occidental que le interesó... es usted, su crianza.

–Ehhhh, sí... Es verdad. Y lo más gracioso es que todo el mundo pensó que yo estaba loco, igual que con The Police. Seguramente pasará lo mismo con el tango... Porque, si bien al tango le va bien en el mundo, me parece que puede ser mucho más grande: ése es mi desafío. Y lo mismo con Otros Aires: si bien ya giraron por Europa, quiero que lleguen a un público más grande.

–El próximo año usted va a cumplir 70 y sigue pensando en nuevos desafíos. ¿Qué es lo que lo impulsa?

–Supongo que si dejara de tener desafíos y de querer hacer cosas nuevas, me pondría muy viejo muy rápidamente y me moriría. Siempre trabajo para mí, entonces la idea de parar es... ¿parar qué? Yo hago cosas.

–Claro, pero no es que usted simplemente continúa con lo que ya hacía, sino que busca nuevos desafíos. ¿Se aburre y busca otra cosa?

–No necesariamente me siento y digo “tengo que hacer algo nuevo”. Sigo a aquello que me entusiasma. Si no hubiera escuchado a Otros Aires, probablemente ahora no estaría aquí. Pero si me impusiera tener que encontrar algo nuevo y me enfocara en eso, seguramente me perdería cosas que suceden alrededor. Trato de no operar de acuerdo con un manual con reglas. Y eso funcionó con The Police. Cuando fui al estudio, ellos me pasaron casi todo el disco Outlandos D’Amour y había varias cosas buenas, pero todavía sentía que falta algo. Les pregunté si tenían algo más y el ingeniero dijo: “Bueno, hay una canción más”. Pero ellos dijeron: “No, no le pongas eso a Miles”. Se armó una discusión porque era demasiado melódica y se suponía que yo iba a odiarla, porque era tiempo de punk rock. Hasta que el ingeniero se cansó de escuchar la discusión y la puso... (Canta) “Roxanne...” Enseguida supe que no era lo que esperaba, no era lo que estaba buscando, pero ésa era la canción que iba a cambiar nuestras vidas. Y les dije: “Muchachos, escribieron un clásico”. Si sólo hubiera querido punk rock, me habría perdido eso y quizá The Police nunca habría tenido éxito. Así que es importante en la vida mantener una mentalidad abierta.

–Y trabajar mucho: The Police hizo su primera gira por Estados Unidos en una camioneta, ¿no?

–Claro. Conseguimos unos pasajes desde Inglaterra por 95 dólares cada uno, así que nos costó 500 dólares llegar hasta el CBGB’s, donde era el primer show. ¡Nos fuimos directo en taxi desde el aeropuerto! Y salíamos hechos porque nos metíamos de a tres en cada habitación de hotel. El tema era que cualquier promotor iba a pagarnos 500 dólares, pero nadie iba a darnos bola si le pedíamos 3 mil. “¿The Polais? ¿Quiénes?” Y el primer disco me costó 1500 libras.

–¿Y vendió...?

–¿Al día de hoy? Ocho millones de copias o algo así. Cuando salió vendió medio millón en Estados Unidos, que para una banda que había costado 2000 dólares era un negoción. Además, como no le pedíamos dinero a la discográfica, podíamos quebrar todas las reglas: no iban a decirnos qué hacer si les generábamos ganancias. Es realmente importante que los artistas entiendan que lo que los hace tener éxitos son ellos mismos. Eso pasa hoy con los artistas que aprendieron cómo usar YouTube y demás para estar en contacto con los fans; ésos son los artistas que tienen éxito hoy. Cuanto más estés dispuesto a hacer, más vas a inspirar al resto.

–Usted lo pone en palabras simples. ¿Eso es importante en la carrera de un manager?

–¡Es lo mejor! Si es obvio... También es cierto que eso alguna vez me jugó en contra, porque hubo grupos que me querían como manager por mi reputación y cuando me mostraron el disco les dije: “Bueno, no escucho el hit que motorice esto, ¿por qué no trabajamos en un par de temas más?”. Pero lo que ellos querían no era eso sino que yo fuera a la compañía y les dijera que hiciera que esos temas fueran un hit. ¿Cómo voy a decirles que conviertan en hits canciones que no lo son? Obviamente, no me quisieron más como manager... A veces veo a otros managers que son muy exitosos y pienso que deben ser mejores mentirosos que yo (risas).

–¿Usted sería feliz siendo simplemente el manager de una banda?

–No de una a la que tuviera que mentirle. Lo bueno de Sting, hasta que cambió en 2000, era que no quería que le mintieran. Incluso si le decía “Quizás a este álbum no le vaya tan bien, no veo un hit potencial”, él me contestaba: “Sé que tenés razón pero estoy dispuesto a pagar el precio. Y voy a escucharte la próxima vez”. Eso pasó con Brand New Day, que fue su disco más exitoso: ahí sí me escuchó. Y el siguiente fue un desastre, pero yo ya no estaba ahí.

–¿O sea que no tuvo nada que ver con la reunión de The Police?

–No, ellos tenían mucho miedo de que yo volviera a estar cerca de Sting, trabajaron mucho para mantenerme alejado. Y finalmente la banda odió la gira porque Sting cambió todas las canciones, las cantó en otro tono porque estaba aburrido... A él no le gustaba el modo de tocar de Stewart, porque Stewart está loco. Sting quería que tocara todo directo.

–¡Justo con su hermano Stewart!

–Stewart siempre quiso reunir a The Police para mostrarle al mundo lo buena que era la banda. Sting, en cambio, nunca quiso porque sentía que ya había hecho eso, que estaba terminado. Y creo que fui afortunado en no estar involucrado con la reunión, porque Sting sólo la hizo por la plata. Hizo exactamente lo que había dicho que nunca iba a hacer...

–¿Usted terminó mal con Sting?

–No, no. Si Sting entrara aquí en este momento nos daríamos un abrazo, nunca tuve una palabra amarga con él. Fue un problema con su mujer, que quería convertirse en una gran productora de cine, e hizo un acuerdo con un productor norteamericano muy importante, Michael Ovitz, de CAA. El le dijo que iba a establecerla como productora y que llevara a Sting a su compañía. Tres semanas después, su empresa se vino abajo. Pero para ese momento habíamos seguido cada uno por su lado. Mientras yo hubiese sentido que contribuía en algo, habría seguido. Es mucho más divertido trabajar con alguien que tiene una idea y hacer algo juntos, si no es simplemente trabajo. No me interesa simplemente ganar dinero o trabajar, prefiero estar participando de una idea.

–¿Cuánto de su labor es creación y cuánto trabajo?

–A ver... Una de las cosas que me interesaron de los espectáculos de danza fue que si yo era el creador y no dependía de ninguno de los que participaban, podía decir: “Ok, vamos a girar desde enero a marzo”, y si uno de los bailarines no quería ir, lo cambiaba. Entonces no dependía de que alguien como Sting dijera “Hmmm, no, no tengo ganas de salir de gira” y entonces todo se paraba. En cambio, de este modo, tengo el control de cómo hacer las cosas, de pensar en algo y que se concrete, además de ser el dueño de la marca en lugar de un empleado de Sting. Seguimos operando como compañía artística, queremos que el artista se beneficie, no es sólo para nosotros. Pero ya no quiero tener que lidiar con alguien que decide que no quiere salir de gira, por ejemplo. ¿Quién quiere esa mierda?

–Bueno, usted debió lidiar con suficientes problemas en The Police, cuyos integrantes se la pasaban peleando, ¿cierto?

–No era tanto como todo el mundo cree. Mire, trabajé con The Moody Blues y fui a MTV para que hicieran un Behind the Scenes, un programa que hice con The Police, The Go Go’s, todas las bandas. Pero con The Moody Blues... ¿Mataron a alguien, se divorciaron, se odian? ¿Qué hacen que sea excitante? Son simplemente buenos tipos, ¿no? ¡Aburrido! Cuando hicimos el de The Police, les dije que sí, que se peleaban, pero no tanto como la gente pensaba. Y si ve el programa, notará que casi no aparezco. Hay un par de tipos que dicen que la banda se lo pasaba peleando... y yo ni sé quiénes son, no los vi nunca en mi vida (risas).

–Pero es cierto que grababan en diferentes ambientes, ¿no?

–Había peleas, pero se necesita cierta tensión. Ahora, durante la mayor parte del tiempo, todo bien. Cuando Stewart le quebró una costilla a Sting, pasó porque estaban entusiasmados. Acababan de vender 80 mil entradas para el Shea Stadium en 14 minutos: Stewart abrazó a Sting tan fuerte que le quebró una costilla. Mire, yo entré a presentar a la banda durante ese concierto y apenas empecé a hablar había 80 mil personas gritando y sacando fotos... Era como el motor de un jet frente a mi cara, salí del escenario temblando. Y mientras estaba a un costado pensaba: “Mierda, estuve ahí menos de un minuto, ellos van a estar ahí durante una hora y media”. Era una locura.

–Si tuviera que elegir el momento de su carrera del que está más orgulloso, ¿sería ese momento arriba del escenario del Shea Stadium?

–Creo que ese momento estaría entre lo más importante, sí, porque fue como la culminación de un montón de cosas. En ese minuto de mi vida entendí lo que era ser una estrella de rock en el pináculo de su vida, cuando es como un dios, y cómo se siente subir a un escenario en esas condiciones. Pero no puedo elegir un solo momento...

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