MUSICA › RECITAL DE LOS FABULOSOS CADILLACS EN EL MOVISTAR FREE MUSIC
Ante unas cincuenta mil personas, el ahora sexteto brindó más de dos horas de gran intensidad en el Bajo Belgrano. Con un repertorio que atravesó todas las etapas de la banda, lo que se vio y escuchó el sábado fue una contundente síntesis de rock latino.
› Por Yumber Vera Rojas
Ni el Día de la Primavera más hostil, frío y lluvioso de los últimos años es capaz de hacer mella en la fiesta que prenden los Cadillacs cada vez que se los invoca. Luego de un lustro de su vuelta a los escenarios de la capital porteña, que incluyó River (como parte de la gira Satánico Pop Tour, que se extendió hasta fines de 2009 por el resto del país y América latina), estos genios del dub despertaron en la noche del sábado, a manera de acto estelar de un nuevo capítulo del Movistar Free Music, tras una frotada de lámpara que en principio no representaba mayores intenciones que reencontrarlos con un público que sólo le pide que de “tanto en tanto se vuelvan a juntar”. Porque realmente se los extraña, en especial en esta época en la que el rock argentino carece de diversión e ingenio, al igual que de himnos y polenta. Al punto de que su legado es tangible, incluso en grupos del circuito mundial de funk y afrobeat, del temperamento de los neoyorquinos Antibalas, cuyos integrantes los reconocen entre sus referencias latinas. Aunque “su castellano les parezca incomprensible”.
Y es que el hoy sexteto, que para esta última reencarnación invitó al trompetista Hugo Lobo, al guitarrista Matías Brunel y al percusionista Gustavo Martelli, supo hacer de la adversidad la clave de su identidad musical. Su reunión los había encontrado haciendo hincapié en una síntesis sonora sostenida por el rock latino. Así que las dos horas y pico de recital en el descampado que se alza en el cruce de Av. Figueroa Alcorta y Pampa, en el Bajo Belgrano, de la misma forma que sucedió hace un quinquenio, reincidió en esa fórmula, que abarca desde el disco El León (1992) hasta su simple La luz del ritmo, incluido en el homónimo álbum de 2008 (el primero de los dos de su regreso).
Justamente, fue con el tema en el que Manuel Santillán se torna en el Pedro Navaja de los Cadillacs, con el que el grupo abrió su espectáculo (canción elegida además por la audiencia, concurso mediante, para cumplir ese rol), previo llamamiento a la banda, de parte de la muchedumbre, con el estribillo del clásico “Yo no me sentaría en tu mesa”. Le siguió “El muerto”, plataforma de un sigiloso miniautotributo, promediando la mitad del repertorio, a Fabulosos Calavera, el álbum que en 1997 pretendió “cambiar la historia del rock argentino”. O al menos, era lo que versaba su campaña de marketing. Después de dejar atrás “El genio del dub” y “Gallo rojo”, las pantallas de ambos lados del escenario mostraban la tapa del disco, y acá lo discreto, pues, salvo eso, no hubo anuncio ni nada por el estilo, pero sí fue la primera vez en la noche en la que Vicentico saludó al público, al tiempo que se levantaba la intro bolerística del rocksteady “Calaveras y diablitos”, a la que le siguieron “Surfer calavera”, “Sabato” y una versión impecable y épica de “Piazzolla”.
Una vez que la banda recreó el título que significó su pináculo conceptual, detonó una avalancha de éxitos nac & pop develada por “Padre nuestro” (modo cumbia villera) y rematada con un segmento batuquero que despidió el recital con “Matador”. A esta altura del evento, cuyo ciclo concluirá el 24 de noviembre, por msn se conoció que cincuenta mil personas estaban en el predio esperando una más. Lo que a continuación sucedió, no obstante, con la complicidad de dos Cadillacs 2.0: Froilán en la viola (hijo de Vicentico) y Astor en la batería (vástago de Sr. Flavio), para aplicarse en “Guns of Brixton”, clásico de The Clash. Ya para entonces, bajista, cantante, Rotman y Lozano en los caños, además de Spiker en teclado y Ricciardi en batería, quienes disfrutan de un buen pasar con sus proyectos paralelos, montaron su propia fiesta allá arriba. Tras “Vasos vacíos” (Gaby se la bancó solo) y “Satánico Dr. Cadillac”, el combo respondió al clamor popular y a la sensiblería de algunos rude boys que arengaban los pogos, y se despidió con “Yo no me sentaría en tu mesa”, hoy más vigente que nunca: “No, no podrás quitarnos lo que hicimos ya, ahora somos más hermanos que antes”.
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