MUSICA › LA OPERA DE LUIGI NONO SE VERA HOY Y MAÑANA EN EL TEATRO COLON
Esta ópera sin otra atracción que la sonora es una de las obras más trascendentes de fines del siglo pasado. “Es imposible desproblematizarla, por eso suena moderna y actual. Por eso está viva”, dice Baldur Brönnimann, director musical de la puesta.
› Por Diego Fischerman
“Tragedia de la escucha.” Ese es el subtítulo, o más bien la descripción, de una de las obras más trascendentes de fines del siglo pasado. En su Prometeo, una ópera sin otra acción que la sonora, Luigi Nono subvierte el género hasta el extremo de lo posible. “El ya había realizado obras para la escena, pero no estaba conforme”, cuenta André Richard, quien lo asistió en todas las funciones de esta obra que se hicieron en vida del autor y ha coordinado cada una de las posteriores y esta vez dirigirá la producción artística en el Teatro Colón, como parte del ciclo Colón Contemporáneo, e integrado a la programación de los Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín. “Tanto Intolerancia 1960 como La fábrica iluminada le parecían, a pesar de todo lo que había hecho allí para repensar el fenómeno de la música de escena, obras burguesas para un teatro burgués”, reflexiona Richard. “Y en Prometeo eso es lo que se revisa. El teatro ya no es la sala para la burguesía; se transforma es un gigantesco instrumento que rodea al público.”
Concebida como una especie de conjunto de nueve cantatas, con un guión escrito por el filósofo Ma-ssimo Cacciari a partir de diversos textos sobre Prometeo, de Esquilo y Eurípides hasta Walter Benjamin y Wolfgang Goethe, la obra está compuesta para doce solistas (cinco cantantes y siete instrumentistas), dos recitantes, tres percusionistas, un coro de doce voces y cuatro orquestas de trece músicos cada una. Dos directores conducen a los intérpretes mientras un equipo de tres músicos-técnicos procesa electrónicamente los sonidos, en tiempo real, desplazándolo tridimensionalmente gracias a un sistema de doce parlantes, situados en distintos puntos (y a distintas alturas) de la sala. El estreno fue organizado por la Scala de Milán en 1984, en una iglesia de Venecia y en colaboración con la Bienal de esa ciudad. El año siguiente, ya en Milán y dentro de su temporada, no se utilizó esa sala –Nono se opuso–, sino que se montó en una fábrica abandonada, perteneciente a la empresa Ansaldo. Esta ocasión, en que, además, la obra tendrá su estreno americano, será la primera en que se plantee en un teatro de ópera tradicional. Y Richard había llegado a decir que no. Hasta que hizo las primeras pruebas en la sala. “Es un milagro –cuenta–; si en esta obra el instrumento es la sala, en este caso se trata de un instrumento de lujo, que no puede desperdiciarse.” Comunista, aunque a partir de determinado momento en crisis con el partido italiano, Nono fue uno de los pocos músicos que unió la idea de vanguardia política a la de vanguardia estética. Para él una no podía concebirse sin la otra.
“Hubo un proceso de pérdida de la dimensión originaria de lo auditivo”, decía el compositor, precisamente en un diálogo con Cacciari que fue grabado por Michele Bertaggia en Venecia, en la época del estreno de Prometeo. “Este asunto está ya muy presente en el siglo XVIII, con Rameau, con la clasificación de significaciones de elementos musicales y hasta la burocratización soviética: la tonalidad mayor y positiva, la tonalidad menor y negativa. Es el maniqueísmo de la ideología en el acontecer del teatro de ópera italiano o a la italiana el que produce una total neutralización del espacio. Todo ello me confirma lo decisiva que es para mí la relación entre sonido y espacio: cómo el sonido se forma con otros sonidos en el espacio; cómo aquellos se recomponen en éste, lo que significa, cómo el sonido lee el espacio y cómo el espacio descubre y desvela el sonido.”
Si la épica suele estar en la trama de lo operístico y si las producciones de óperas suelen ser, también, épicas, en esta obra esa característica es casi esencial. “Montarla es una empresa heroica, que tiene una dimensión que va mucho más allá del mero estreno de algo”, comenta a Página/12 Baldur Brönnimann, director musical de la puesta que se verá –o se escuchará, teatralmente– hoy a las 20.30 y mañana a las 17. “Es heroico para los músicos, porque se enfrentan a una experiencia que no se parece a nada. Donde deben abandonar sus prejuicios acerca de los sonidos bellos y los que no lo son, donde muchas veces lo que ellos hacen y lo que finalmente suena en la sala no tiene mucho que ver, donde mucho de lo que sucede es apenas audible. Tanto para ellos como para el público se trata de sumergirse en un universo particular.”
Prometeo. Una tragedia de la escucha será interpretada por un grupo de solistas europeos, argentinos y uruguayos, a quienes se suman las sopranos Mercedes García Blesa y Ana Santorelli, las contraltos Florencia Machado y Verónica Camaves y el tenor Santiago Ballerini, la Orquesta Nacional y Juvenil del Bicentenario y el Coro Diapasón Sur. La dirección musical es de Baldur Brönnimann, el segundo director musical es Detlef Heusinger y la dirección de sonido corresponde a Michael Acker, Reinhold Braig y Joachim Haas, del Estudio Experimental de la Radiodifusión del Sudoeste de Alemania. El preparador del coro es Mariano Moruja, Diego Ruiz es el responsable de la preparación de los cantantes solistas y los preparadores de la orquesta son la flautista Phillipa Davies, Francisco Gómez en corno, Lionel Handy en cello y Daniel Pioro en violín.
“Parte de la épica –continúa Brönnimann– está dada por la misma partitura. Es como si Nono se hubiera planteado que debe ser una obra que plantee problemas, que no permita jamás una actitud displicente o automática. La partitura está llena de anotaciones del propio compositor y en sus indicaciones muchas veces ni siquiera está escrito el instrumento, sino el nombre del instrumentista. ‘Carlo’, dice. O ‘Francesca’. Eso obliga a un trabajo consciente, de investigación. Recuerdo haber visto un ensayo de La consagración de la primavera, de Stravinsky, dirigido por Boulez. Los músicos la sabían de memoria, la habian tocado infinidad de veces. Se hizo una sola vez. Boulez no paró en ningún momento. Al final leyó una lista de cuestiones expresivas o de fraseo y nada más. Habría que volver a hacer una Consagración que sonara fea, como la del estreno. Volver a problematizarla. Y lo que tiene Prometeo es justamente eso, es imposible desproblematizarla. Por eso suena moderna y actual. Por eso está viva.”
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