Vie 03.01.2014
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MUSICA › LAST STAND, O EL REGRESO DE THE KNACKS, A 40 AñOS DE SU SEPARACIóN

El rock and roll salda sus deudas

Un álbum que había quedado trunco porque Onganía prohibió que se grabaran canciones en inglés terminó circulando como “disco de culto” en Europa. Eso motivó la reunión de la banda de beat garage que hasta se animó a sacar un CD con viejos y nuevos temas.

› Por Cristian Vitale

Un día de 2002, un viejo guitarrista de rock devenido tanguero caminaba tranquilamente por las calles de Barcelona, hasta que un disco lo descolocó. “Quedé frío... lo vendían como The Knacks, grupo de culto”, cuenta él –Armando Aschenzi– sobre tal chasco. El hallazgo lo llevó directamente al momento en que aquella banda de beat garage que había formado junto a Oscar Paz (Robbie), Carlos Castellani (Charly) y Fernando Avan –luego Eduardo Mikitow (Mossy) y Vicente Bulotta (Chito)– en el alba de los ’60, se separó. “Era el disco que dejamos inconcluso, sin editar... ¡y lo estaban vendiendo en Europa!, increíble. La verdad es que me pegó fuerte, me puse a sondear la cosa y a Robbie le había pasado lo mismo... en fin, alguien pirateó la cinta, se la llevó, la editó, y la empezó a vender como disco de culto”, desarrolla y se va acercando al momento del retorno. Impulsados por el orgullo, entonces, pero también por la certeza de haber dejado herencia, estos viejos compañeros de ruta volvieron a reunirse en torno de la recuperación de aquel material y la gestación de uno nuevo, que acaban de editar bajo el nombre de Last Stand. “Nos terminamos de convencer cuando, en 2010, los Electrisixties dieron un show tributo a The Knacks en el Centro Cultural Recoleta y nos invitaron”, sostiene Armi. “Fue un reencuentro general, subimos al escenario, agradecimos y al día siguiente fuimos a la sala de ensayo, enchufamos los instrumentos y arrancamos con el mismo tema que habíamos dejado pendiente hace 42 años. Y sonó igual: salvo el Alzheimer, está todo bien”, se ríe.

Para contar la historia de The Knacks, hay que entrarle a la del rock argentino por el absurdo, porque la separación provino precisamente del motivo que motorizó el futuro de otras bandas de la era: cuando les prohibieron grabar sus temas en inglés, ellos no quisieron... y directamente se separaron. “No había otra, para nosotros el rock era así, en inglés... como el que hacían los Beatles”, se dispara Armi hacia atrás. Muy hacia atrás. Tanto que, cuando aquel raro y efímero decreto del dictador Juan Carlos Onganía efectivamente prohibió a los músicos argentinos cantar en inglés, Los Gatos recién iban por su segundo disco; la tríada Almendra-Manal-Vox Dei aún no había grabado sus LP debut; y Moris horneaba sus Treinta minutos de vida. “No entiendo por qué me prohibían a mí decir ‘I love you’, cuando le permitían a alguien cantar cosas de la vida real que los perjudicaba directamente, y de hecho los perjudicó, porque el canto en castellano fue una de las palas que socavaron la cosa para que los milicos se derrumbaran”, prosigue el guitarrista, envalentonado por el regreso de la banda, con 40 años más, pero los mismos “vicios”: Last Stand está totalmente cantado “y tocado” en la lengua madre del rock. “Insistimos, sí”, se ríe Armi. “Hicimos algunos shows en el Recoleta, grabamos el disco, hicimos videos, y ahora estamos preparando un EP-vinilo con seis temas, sólo para coleccionistas, con 500 copias numeradas.”

–¿Cómo se vive el rock and roll más allá de los sesenta?

–A esta edad, sólo se trata de no hacer papelones (risas). Ya no tenemos la garganta para aguantar dos o tres shows en una noche como era antes, hay que bajar las tonalidades, no fumar, en fin.

Last Stand resulta un discazo si se lo mide con la vara del rock and roll british de los ’60. Con esa impronta fresca, melodiosa y rabiosa a la vez, que se deja translucir en viejos temas, inéditos y de pluma propia, como “Forget and Smile”, “If You Go”, o los impecables “I Am Knack” y “I Feel So Bad and Down”, de indiscutible esencia británica. O en nuevas piezas como “Living on a Big Gas Cloud” y “She’s the Sun”, todos nutridos de las improntas de Them, Hollies, Dave Clarck Five, los primeros Stones, Zombies, Beatles o Yarbirds. Poco que envidiarles, al cabo, a Los Shakers o Los Mockers, dos de las bandas clave del período. “Con los Mockers todavía tenemos buena relación, incluso Jorge –Fernández, el cantante– subió a cantar con nosotros, pero yo soy muy shaker, porque siempre me gustó mucho lo que hacían los Fattoruso con el jazz y el candombe... los Mockers también, pero era otra música, más stone, más cruda”, recuerda y opina el guitarrista, cantante y compositor.

La génesis de The Knacks (que originalmente se llamaba The Snakes) data de 1963, pero fue a partir de 1967 cuando, contratados por Phillips, llevaron su música a más gente. “Grabamos un simple con ‘Madera noruega’ y ‘Submarino amarillo’ antes que se editen sus originales en la Argentina, pero después nos fuimos de Phillips, porque el contrato decía que en el tercer disco podíamos grabar un tema nuestro, y ellos querían que siguiéramos grabando covers. Nos fuimos a EMI”, refresca Armi. Con dos integrantes nuevos (Mossy y Chito), y ya como The Knacks, la banda tocó en las canchas de Estudiantes, Gimnasia, Platense y Ferro, y en el verano del ’68 ocurrió una gira por Mar del Plata, donde se cruzó con Almendra en el boliche Matokos, de Avenida Constitución. “Nosotros estábamos en línea con Los In, o Con’s Combo, pero esa fecha que compartimos con Almendra no la voy a olvidar más. Fue la última gira que hicimos. Luis (Spinetta) era un pibe de 17 años, y la banda tenía unos temas en castellano que eran una belleza, no estábamos acostumbrados a escuchar eso... ‘El hielo cubre la ciudad’, bellísimo”, evoca Armi, sobre secuencias relacionadas con los momentos previos a ese disco inconcluso –hoy de culto– que frenó el decreto de Onganía. Era un longplay con ocho temas que, al no proceder como ellos querían, terminó con la disolución de la banda. “Ya se había terminado el LP, después de haber sacado ocho simples, pero no llegó a salir porque la grabadora no lo quiso sacar”, repite Armi, sobre el material que, dicho está, circuló como disco de culto en Europa, Estados Unidos y Japón, sin que sus creadores se dieran cuenta.

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