Sáb 04.01.2014
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MUSICA › ICA NOVO HABLA DE MALAMBO, MALAMBO Y TANGODéLICA

“Voy por la rítmica de agite”

El cantante y compositor cordobés cargó de chacareras, zambas y malambos su quinto disco, al que califica como su “tesis de folklore”. El miércoles, sin embargo, adelantará en el Torquato Tasso el próximo rumbo de su veta tanguera.

› Por Cristian Vitale

“Lo pensé mucho, y ya: ¡si fue lo primero que hice en la música!”, dispara fuerte Ica Novo, en el primer intento por delinear las bases de Malambo, malambo, su esperado y retrasado quinto disco a la fecha. Su tesis de folklore, como opta por identificar él. La referencia es con relación al zapateo del primer track, al puente que esa expresión tiende con sus orígenes (fue bailarín antes que músico) y, claro, a las esencias del disco. “Arranco bailando porque fue lo primero que hice en mi vida. Y además es un disco para bailar: mucha chacarera, un par de zambas y malambos... aposté por la rítmica de agite”, sentencia este inquieto compositor y cantor nacido en Deán Funes (el famoso norte cordobés, que él mismo transformó en chacarera), criado en Corral de Bustos y ducho en agitar las aguas a veces estancas del folklore argentino.

En lanzar misivas contra su amado Cosquín –y bancar la parada con un lindo fresco sonoro llamado “Encuentro en Cosquín”, por caso–, o mencionar a Frank Zappa como uno de los mejores músicos del siglo XX, embestir contra los gauchos disfrazados, enfrentar al mismísimo Horacio Guarany por “patrioterismo demagógico”, o desconfiar incluso de la idea de “música folklórica”. “Prefiero llamarla música criolla, porque folklore no determina nada, puede ser folklore búlgaro, croata o escandinavo. Me parece que es un rótulo puesto desde afuera del fenómeno y es una palabra colonizadora, de observación europea respecto de los países ‘no civilizados’”, opina.

Las herramientas con que Novo cuenta para defender posiciones es haber orbitado cerca de Peteco Carabajal, Mercedes Sosa, Leda Valladares, Jacinto Piedra, León Gieco y Rubén Juárez, entre otros. Y también desplegar su defensa del arte nativo como productor, poeta y docente; haber inducido a los legendarios MPA (Músicos Populares Argentinos) a usar guitarra eléctrica y batería para “revolucionar” la sonoridad del género, o sacar discos que, como el flamante, intentan refrendar las matrices clave de la música criolla a través del riesgo y el desprejuicio, de la audacia ética y estética. Basta escuchar piezas como la chacarera “La peña nuestra”, la zamba “Regalito de cielo”, la sensitiva “Encuentro en Cosquín” o “Compañera madre” para dar con la impronta. Con un tacto autoral que incorpora y entremezcla aristas indígenas, americanas, andaluzas, flamencas, y africanas. O colgarse mirando un arte de tapa cuyas fotos lo acercan más a un salsero cubano que a un folklorista tipo: sombrero beige con ambo al tono, lentes verdes con fondo negro y camisa de mil colores con predominio rojo. “La cosa latinoamericana, sí”, se ríe.

–¿Por qué llama al disco su “tesis de folklore”?

–Me refiero a cómo tocar folklore tradicional con libertad instrumental, porque el disco es un relato de tonalidades. A ver, este retorno a las raíces no significa renunciar a tímbricas que amo: hay bajo y guitarra eléctrica; temas con bombo, guitarra, bandoneón y bajo, con la tímbrica tradicional, que se intercalan con piezas con brass, cuerdas, piano y coros. Es muy nutrido, y yo uso todo. Una vez trataba de explicarle un arreglo a Jorge Cumbo y me dijo: “¿Por qué no tocamos, Ica? Los arreglos narrados no me gustan” (risas).

–Frank Zappa decía que hablar de música es como bailar arquitectura. Nunca se dijo...

–(Risas.) Capo Zappa. Lo vi en Barcelona con George Duke en teclados, impresionante. Me acuerdo de que salió con una remera azul, un jean arremangado y unas zapatillas tipo boyero, como si saliera de la ducha. Agarró la viola y la hizo hablar... Soy medio extremista, pero si no es el más grande, es uno de los más grandes músicos de siglo XX. Es un Wagner, en el sentido de la renovación, y sus obras van a quedar en la historia. También vi a Weather Reaport tres veces, impresionante.

–¿Se cuela algo de esas vivencias en Malambo, malambo?

–Inconscientemente, porque nunca renuncié a mi sentir de la música. A mí me gusta la música del mundo pero, ojo, si no pasa por nuestro lenguaje no me interesa tanto.

–Lo universal visto con ojos de criollo...

–Claro. Cuando discutí con Guarany, a quien respeto como icono popular, una de las cosas que dije fue que el bandoneón, el piano, el violín y la guitarra vinieron de Europa, pero los instrumentos no tocan a los músicos, los músicos tocan los instrumentos. Si vos conocés tu lenguaje, aunque toques el ukelele vas a tener tu sabor... Incluso en unos años va a estar quien salga a decir: “Si no tiene batería, no es folklore” (risas). La construcción interior del arte es lo que da fundamento a su belleza.

Novo, fanático de Independiente y padre de un precoz músico de 15 años (Salvador) que aportó dos piezas al disco (“Cordobés del norte” y “Malambo pampa de año nuevo”), tocará el próximo miércoles en el Tasso (Defensa 1575), pero no para mostrar Malambo, malambo sino las piezas tangueras que formarán parte de otro trabajo: Tangodélica. “La verdad es que no quiero detenerme para convertirme en una estatua de sal. En mi veta tanguera, me salí del síndrome de copiar a Troilo, a De Caro y a Pugliese, porque Buenos Aires merece que se oigan los latidos de hoy”, dice, y tararea el principio de su hit, “Clases de tango”: “‘Si querés ser milonguero, no hace falta con cuatro clases de tango al mes’... Me la elogió Rubén Juárez en el Café Homero, che, e incluso me la quería grabar. ¡Ese sí que era Miles Davis!”.

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