MUSICA › VERóNIKA SILVA Y SU TRAYECTO DE GOTAN PROJECT A LAS BORDONAS
Tras arrancar como voz del tándem Julián Plaza-Ariel Ramírez, la cantante pasó seis años en Francia (y el mundo) junto al grupo de tango electrónico. Cerrada esa etapa por razones personales, regresó a Buenos Aires y con Las Bordonas acaba de editar Mano a mano.
› Por Cristian Vitale
Saltó de los bares a cantar para Julián Plaza. Saltó, después, de la Compañía de Mora Godoy al momento cenit del Gotan Project, entre Francia y el mundo. Y volvió, consumado el periplo, a las raíces como voz frontal del flamante disco de Las Bordonas, Mano a mano. Si algo no puede dudarse sobre Verónika Silva, entonces, es acerca de la versatilidad zigzagueante de su voz. En una aptitud –y actitud– innata que le permite campear tranquila las variables del terreno. Y adaptarse. “La diferencia entre todo aquello y este presente con Las Bordonas es lo artesanal, porque elegimos todo nosotros: las formas, el repertorio, los arreglos, la formación... Es un proyecto bien nuestro y desde el principio supimos que había que hacer un disco. Llevó un largo tiempo de investigación, de ver qué repertorio pintaba. En un principio queríamos hacer algo más latinoamericano, pero siempre caíamos en el tango. Tango, milonga y valses era la fórmula”, informa ella sobre un resultado que contempla los sustratos de tal fórmula. Que se mueve, como tal, entre “Cristal”, y “Milonga del consorcio”; entre el vals “Gota de lluvia” y “Confidencias”, o entre “Parlez moi d’amour” –giro francés en el que interviene Horacio Molina– y el tangazo del tándem musical Gardel-Razzano (más la pluma de Celedonio Flores) que da nombre al disco. “Más allá de lo que implica el tango, le pusimos así porque es un proyecto que se hizo mano a mano, horizontal”, explica ella, cuya “k” en el nombre deviene de una idea de un tío fotógrafo. “No me molestaría, pero no tiene nada que ver con política”, se ríe.
Para que ocurra Mano a mano –o el regreso de Silva a las fuentes– tuvo que ocurrir primero una decisión clave: dejar el Gotan Project, tras seis años de trabajo ininterrumpido. “La verdad es que fue una experiencia impresionante. Cuando llegué, ellos ya eran un boom en Europa y la reacción de la gente con el tango electrónico era impresionante. Yo venía de experiencias más clásicas, de esas que la gente aplaude, sí, o a lo sumo patalea en el piso, pero la verdad es que el tango electrónico supera eso. Genera una especie de éxtasis, de locura y gritos. Como dije, yo venía de otra cosa, y en mi primer concierto de prueba, en Corea del Sur, recuerdo que dije ‘¿Qué le pasa a esta gente? No entiende el idioma, nada’... Y era un delirio. Lloraba, gritaba y pedía que le toque la mano. Raro. Y así en distintos países, idiomas y culturas ¡tenía que caminar con guardaespaldas!
–La Madonna del tango electrónico...
–(Risas.) Sí, querían sacarse fotos conmigo, una locura. Era como ser Mick Jagger por un día. Por supuesto que en ese momento lo disfruté. No tenía hijos, no estaba casada y era el momento ideal de mi vida para hacer eso, hasta que después empecé a cansarme. Viajamos por todo el mundo, literalmente, y llegó un momento en que empecé a pensar en cerrar el ciclo, y lo cerré cuando nació mi primer hijo.
El círculo cerró y la Silva abrió otro, más sereno e intimista, en Buenos Aires. El antecedente de Mano a mano fue Gorda, disco solista que editó en 2012, poblado por clásicos del género (“Los mareados”, “Niebla del Riachuelo” y “Tinta roja”, entre ellos), y después llegó el momento de poner su voz grave al servicio del trío de guitarras y cantor que surca las aguas del tango desde fines de siglo pasado. “Mi carrera solista fue a lo que aposté desde un principio, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de ser parte del Gotan Project, ¿no?”, sostiene la cantante. Ella viene de cuna materna jazzera, de enamorarse del Polaco Goyeneche a los 15 años (“lloraba cada vez que lo escuchaba”), y de un arranque profesional intenso como voz del tándem Julián Plaza-Ariel Ramírez, que expuso una versión de La misa criolla, a fines del siglo pasado en España. “Dos productores me dijeron que necesitaban una cantante mujer para la obra. Tenía 23 años y no me lo iba a perder... La primera parte era la Misa, y la segunda, tango con Plaza. Fue el puntapié de una carrera de años y mucho laburo.”
–Y ecléctico: entre Plaza y el Gotan Project media casi un abismo. ¿Cómo se posiciona el proyecto con Las Bordonas entre ambos márgenes?
–Como un volver a las raíces, porque vengo del tango tradicional. No me ha costado nada.
–Además de tangos, valses y milongas, el disco incorpora dos piezas francesas. ¿Razones?
–Mis años en París. Me pasó como con el tango, en el sentido de que me enamoré de intérpretes, poesías y de un idioma que hoy me fascina. Francia es parte de mi vida y era necesario registrarlo. Incluso, mi próximo proyecto es hacer un disco íntegramente en ese idioma. En el caso puntual de “Je te Dirai” y “Parlez moi d’amour”, son dos temas que cantaba Gardel en francés y que me parecía bueno grabarlos como parte intrínseca de mis gustos.
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