MUSICA › LA CHICANA CELEBRA SUS 18 AñOS EN LA SALA SIRANUSH
Dolores Solá y Acho Estol comenzaron a hacer tango investigando las raíces, pero dándoles un aire fresco, a partir de las composiciones del guitarrista. En los conciertos de hoy y mañana los acompañarán Lidia Borda, Pablo Dacal, Manuel Moretti y Babel Orkesta.
› Por Sergio Sánchez
“La Chicana es una tercera entidad que, en parte, no tiene que ver con la pareja. Somos ella, yo y La Chicana. Es una figura más sólida, independiente, que no podemos manejar; tiene una vida propia que surge cuando interactuamos.” Quien habla es Acho Estol, guitarrista y compositor de La Chicana. Dolores Solá, su pareja y cantante del grupo, asiente con la mirada. “La Chicana crece en la medida en que nosotros nos llevamos bien, y peligra si no es así”, suma Solá. Esa “entidad” que crearon cumple 18 años y lo festejará a lo grande hoy y mañana a las 21 en Sala Siranush (Armenia 1353). No estarán solos en el escenario: Lidia Borda, Pablo Dacal, Manuel Moretti de Estelares y Babel Orkesta los acompañarán en algunas canciones. Son varios los méritos de La Chicana en estos 18 años de trayectoria: construyeron un repertorio propio –investigando las raíces del tango y dándoles aires frescos–, se alejaron de las fórmulas probadas y no restringieron su música a la interpretación de grandes valores del tango; y adoptaron un camino musical honesto y respetuoso del género. Lejos de la ortodoxia tanguera y la postal vacía de Caminito, el gran aporte de La Chicana es haber interpelado al género desde una mirada personal y presente.
De hecho, en la banda conviven en armonía géneros populares muy diversos. Un signo de época. “Todo el tiempo nos acusan de fusión, pero no lo somos –sostiene Estol–. En los discos nos gusta poner un tango, un vals, una milonga, una chacarera; pero cada género, dentro de nuestra visión, es respetuoso. No mezclamos dos géneros en una misma canción.” La Chicana pertenece a una nueva guardia tanguera que tiene como representantes a grupos, orquestas y solistas como Juan Vattuone –a quien admiran mucho–, Daniel Melingo, la Orquesta Típica Fernández Fierro, La Guardia Hereje, Conjunto Falopa, Dema y su Orquesta Petitera y Alfredo “Tape” Rubín, entre muchos otros. Todos ellos, a su manera, se animaron a tomar la palabra y a crear nuevas composiciones en lo que va del siglo XXI.
–Cuando comenzaron, ¿sintieron la necesidad de crear un nuevo repertorio y no abocarse a la interpretación?
Acho Estol: –Eso llegó después de un año y pico de trabajo. Empezamos con respeto y disfrutando mucho de tocar esa música, que nos había gustado toda la vida. Y por otra parte estábamos descubriéndola, porque el tango es enorme. No-sotros estábamos yendo a la milonga. Yo, que bailo mal, abandoné el baile y me sentaba con un whisky a escuchar cuatro o cinco horas de tango en La Viruta, donde pasaban muy buena música. Pasaban mucha Guardia Vieja. Después de haber sido muy fanático de treinta canciones de Gardel y algunas cosas instrumentales de Pugliese, ahí descubrí el tango en orden cronológico. Y eso para mí fue importantísimo: me metí mucho en la Guardia Vieja y empecé a avanzar desde ahí, desde el 1900. Entonces fue una combinación de algo que nos había gustado toda la vida y que, en cierto modo, tenía cosas de nuestra niñez, y al mismo tiempo tocar una música que estaba descubriendo todos los días. Ahora, dieciocho años después, nos cuesta un poco más encontrar tangos clásicos que no conozcamos. Fue una época muy linda de descubrimiento y estudio, porque la Guardia Vieja tiene sus códigos. La revolución decareana en los años ’20 me pegó muy fuerte, porque descubrí que habían inventado los arreglos. Los De Caro eran hermanos cuyo padre tenía un conservatorio. Entonces fueron los primeros que escribieron arreglos con contracantos, contrapuestos. Ese es el nacimiento de la parte académica del tango. Para mí fue importante, porque de chico también había estudiado en el conservatorio, había estudiado clásico, instrumentos de orquesta.
Dolores Solá: –Lo que nos ocurrió también es que, como había tan pocos grupos jóvenes (El Arranque, Tangata Rea, Melingo), tomamos protagonismo muy rápidamente. Nosotros empezábamos a dar nuestros primeros pasos. Yo empezaba a cantar. Si bien es una música que nos acompañó desde muy chicos, empezábamos a aprender una cantidad enorme de cosas dentro del tango. Y teníamos una mirada sobre nosotros mientras aprendíamos. Entonces fue inevitable empezar a tocar temas de Acho, porque él compuso toda la vida. El primer tango fue “Farandulera” y nos gustó muchísimo. Pero todo esto lo hacíamos con gusto, no teníamos un destino claro. Al mismo tiempo admirábamos y disfrutábamos mucho del flamenco joven. Nos gusta mucho lo que hicieron los jóvenes con el flamenco. Acá nadie había hecho eso con el tango. El tango seguía estando anquilosado en grandes valores. O Piazzolla o Ferrer.
–De hecho, ustedes siempre se distanciaron de las influencias de Piazzolla...
D. S.: –Sí, totalmente. Entonces, sin el objetivo de ser nada sino por gusto, empezamos con esa transformación de hacer temas de Acho. Surgieron los viajes. Cada vez que íbamos a algún lado, nos quedábamos a conocer el lugar e incorporábamos elementos. En el viaje a Senegal incorporamos la percusión. Después fuimos al sudeste asiático y muchos otros lugares. Empezó a tener una identidad muy fuerte La Chicana. Digo “fuerte” porque siempre hicimos lo que quisimos. Fuimos muy honestos.
A. E.: –Nos dejamos motivar, nos entusiasmamos mucho. Mirando para atrás uno no se da cuenta, porque lo naturaliza. En un momento intentamos hacer rock, porque tenía tantas canciones, que empezamos por ese lado. Pero nos dimos cuenta de que no nos rendía ni espiritual ni económica ni mecánicamente. Era realmente muy difícil lograr un público y sentíamos que a los 30 y pico era desubicado empezar con el rock. La cosa es que cuando empezamos con el tango, el hecho de aprender y estudiar algo nuevo nos rejuveneció. Es un rejuvenecimiento casi neurológico que le recomiendo a todo el mundo. Uno está acostumbrado a que se aprende hasta los veintipocos: que uno estudia en el colegio, la facultad y se acabó, y luego empezás a laburar. Y, realmente, aprender cosas nuevas siempre rejuvenece. Entonces pasamos a ser viejos en el rock a ser jóvenes en el tango. Nos sentíamos niños jugando. Entonces, la honestidad venía desde nuestras verdaderas motivaciones y ganas de explorar. En esos años hice en Sadaic un curso de arreglo de tango, milonga y vals. Y todos mis compañeros eran expertos en Piazzolla, pero no sabían nada del tango pre Piazzolla. Yo me sentía incómodo, fuera de lugar, porque íbamos al revés. Ellos conocían el “futuro”, pero yo estaba con la Guardia Vieja y hablaba de Arolas y Bardi. Enseguida me di cuenta de que estaba bien lo que estaba haciendo: llegué naturalmente a Pugliese desde la Guardia Vieja, de manera cronológica. En cambio, mis compañeros no podían sacar de su vocabulario las cosas jazzeras, contemporáneas y clásicas de Piazzolla. Piazzolla hizo una desviación personal, pero el tronco del tango hay que buscarlo en las raíces, de abajo para arriba.
D. S.: –Ocurre esa frase que dice: “Nada más viejo que el diario de ayer”. A mí me parece muy antiguo Piazzolla. Pero no por lo que hizo, porque fue alucinante; me refiero al uso que se hizo de su obra. Me parece mucho más transgresor Troilo, o Arolas, Gardel.
A. E.: –Los años ’20 y ’30 fueron años modernos para la humanidad, de creación artística en todos lo niveles; pero a partir de los ’60 se produjo un estancamiento. Los años de entreguerras fueron revolucionarios. Y en el tango se nota claramente con la aparición de los arreglos. Hay que buscar contenidos y raíces que tengan una identidad más sólida.
–Para la ortodoxia del tango ustedes deben ser bichos raros...
D. S.: –Hay gente que dice que no somos tango y no sabe cómo ubicarnos en las bateas de las disquerías. No vamos a tocar a festivales de rock, porque no somos rock. No somos folklore, ni tango. Pero somos las tres cosas, en realidad. Creo que está todo inventado; entonces, lo único que a uno lo puede hacer original es tener una verdadera propuesta personal y que tenga que ver con lo que sos, lo que tenés para decir. En nuestro caso, la lírica y la música de Acho son muy personales. Es un presente no forzado, una música que coquetea con el pasado, como debe ser.
A. E.: –Aunque suene paradójico, es fundamental tener la base, el conocimiento y el estudio del pasado para poder proyectarte al futuro. Mientras más quieras romper y revolucionar adentro de una estética, más tenés que conocerla. He escuchado mucho la ideología que sostiene que “prefiero no conocer ni escuchar para poder ser original”. Y creo que para ser original tenés que conocer todo, saber cómo se hizo, y a partir de esa estructura podés crear algo nuevo que complemento con aquello. Hay bandas de rock que atrasan cincuenta años con respecto a la estética del rock. Están inventando algo que se inventó hace cincuenta años. Y escuchan música de esa época como inspiración o modelo de creación. Algo dice de la humanidad, del sistema. Porque si surgiera una corriente estética revolucionaria, contracultural, amotinada, escandalosa, como fue el rock en sus comienzos, el sistema lo desactivaría. Y así fue. Se popularizó, se llevó a los shoppings y auspician empresas de gaseosa y celulares. Se desactivó como bocina de mensajes subversivos y marginales. Desapareció la parte transgresora que tenía.
–Cuando recién empezaron, en una entrevista dijeron que el tango necesitaba “volver a ser marginal para recuperar ese costado transgresor”. ¿Sucedió realmente eso?
A. E.: –Cuando comenzamos, el tango era definitivamente marginal. La gente de nuestra generación nos miraba con cara muy rara y nos preguntaba, sorprendida: “¿Van a hacer tango?”. Son los mismos que ahora naturalmente van a escuchar tango o van a la milonga a bailar. O tocan tango. Es algo totalmente contracultural, totalmente marginal, en donde la gente que nos escucha es hasta más joven que nosotros, porque ven que hay un vehículo de verdades que no está contaminado por la institucionalidad de los medios de comunicación y la industria.
D. S.: –Y ahora nos pasa al revés, porque hay muchas orquestas de gente más joven tocando tango y que quizá no tienen acceso a lugares como el Tasso. Entonces también se nos mira como lo institucional, pero estamos lejos de eso con la música que hacemos. Y a pesar de que hemos pateado el tablero en todos los sentidos –desde la instrumentación hasta los géneros–, hay orquestas que nos miran como los que estamos institucionalizados.
A. E.: –Es bastante irónico. Algunas de esas orquestas jóvenes nos miran como “algo instalado”, como si fuéramos una parte careta del tango, a pesar de nuestra ideología rupturista, sólo porque tenemos mucho tiempo de trayectoria. Otros jóvenes del tango actual nos ven como delirantes, como tipos que rompieron el tango demasiado.
D. S.: –De todos modos noto un quiebre en el tango actual, entre los que quieren viajar a Japón y ganar guita, y los que defienden la marginalidad y sostienen que cuanto más marginal, oscuro y reventado, más copado sos. Pero el tango sigue siendo marginal porque hay poco público. Es de culto, no es masivo. Hay muy pocos, como el Negro Lavié y Adriana Varela, que lograron ser bastante masivos.
A. E.: –Parte de la gracia del género es esa dicotomía, también. Representa a la Argentina a nivel internacional, porque en el mundo nos conocen por el fútbol, Maradona y el tango. Hace ciento y pico de años, una pareja fue a bailar al Vaticano para ver si el Papa aprobaba o no esa “danza pornográfica”. Entonces es inevitable que haya un costado que es una gran vidriera, que a veces le juega en contra al género, porque se queda en la postal, fosilizado. Pero siempre convivió esa parte institucional con la parte marginal. Del barro surgen ideas que después pasaban por poetas que traducían una realidad que salía de abajo y llegaba a los salones de Barrio Norte. Tipos elegantes, con esmoquin, tocaban los temas de Arolas, que era un cuchillero de barrio. Hay gracia y morbo en esa relación. Nosotros tocamos para los emperadores de Japón o en una embajada en Londres, pero lo que hicimos fue mostrar nuestro tango. El tango siempre dijo verdades, desde su espíritu punk y de barro. Y eso fue lo que cantamos. Si te quedás en la cáscara careta y no sacás los pies del plato, es un embole. Y si lo único que hacés es petardear y putear desde tu barcito de esquina y no querés ocupar otros lugares, tu mensaje se va a morir ahí.
D. S.: –De todas formas, si la tuya es quedarte en tu barcito de esquina petardeando, yo lo respeto. Lo que pasa es que hay muchas orquestas jóvenes que tiran ésa, pero después tocan en el Festival de Tango de la Ciudad, cosa que no hacemos nosotros. También hay algo de postura en muchos casos. Hay que hacer lo de uno y no subirse tanto a ningún caballo, porque el tango no lo hemos inventado nosotros. Tampoco la fórmula de tango del futuro está inventada. No hay un solo camino.
A. E.: –Hay una variedad grandísima de tango. Cuando empezamos, era raro tocar tango sin academia y buscar el sabor popular, más analfabeto, más callejero, sin piano.
–La Chicana intentó siempre acercarse al tango antiguo, al más popular, y alejarse de la academia. ¿Creen que lo lograron?
A. E.: –Hace diez años, un psicoanalista me dijo: “Tenés que hacerte cargo. Para culto, lo de ustedes es popular. Y para popular, es muy culto”. Dentro de lo popular, nunca vamos a lograr la popularidad que tiene la cumbia villera, y dentro de lo culto nunca vamos a lograr la academia del Kronos Quartet. Y la gracia es eso: tener elementos de lo académico, de vocabulario formal, que nos permitan darle nivel a lo popular, para no aburrirnos. Ahí encontré la paz. Creo que es lo suficientemente popular y culto. Y hay gente que lo entiende.
–¿No era inevitable que abordaran el tango desde el rock? No se podían escapar de la cultura y negar todo lo que había pasado en la música en las dos décadas que el tango estuvo dormido...
A. E.: –Era un dique que se tenía que romper. Lo que hicimos no lo inventamos nosotros, pasó en muchos lugares del mundo. En Inglaterra, por ejemplo, en los años ’60 empezó un movimiento muy fuerte de acercamiento entre el rock y las músicas tradicionales inglesas, el folk. Cuando a algo depurado por el tiempo le agregás actualidad, se produce algo genial. También pasó en España con el flamenco y en Estados Unidos con el country. Entonces, cuando a nosotros en 1996 se nos ocurrió esto, estábamos redescubriendo la pólvora, algo que era muy obvio. Cuán fuerte habrá sido la resistencia y el rechazo que le inculcaron a nuestra generación hacia el tango para que, con una música tan rica y tan linda, toda una generación no se diera cuenta de que eso estaba ahí virgen para ser explorado y aprendido. Era difícil animarse y nos preguntábamos quién iría a vernos, si íbamos a predicar en el desierto.
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