Miércoles, 30 de abril de 2014 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA A DAVE MUSTAINE, CANTANTE Y GUITARRISTA DE MEGADETH
La “Filarmónica del Colorado” tocará el jueves en el Malvinas y el viernes en Vorterix, a veinte años de su primer desembarco porteño. “Sólo queremos hacer canciones y que la gente diga: ‘Mirá a estos tipos, pasó el tiempo y siguen siendo formidables’”, afirma Mustaine.
Por Mario Yannoulas
Desde hace mucho tiempo se sabe en la Argentina que ir a ver a la “Filarmónica del Colorado” es sinónimo de ir a un show de Megadeth. Enterado o no de esto, Dave Mustaine –“el Colorado”, su líder intemporal– diagramó su último gran experimento hasta el momento: tocar con una orquesta sinfónica hace un par de semanas. “Vamos a interpretar unas canciones y después, a hacernos unos tatuajes... Mentira, es un chiste.” Tantas veces tildado de agrio, el guitarrista y cantante apela al humor para abrir el diálogo con Página/12, antes de sus presentaciones de mañana en el estadio Malvinas Argentinas y del viernes en el Teatro Vorterix. “La mamá de un amigo trabaja en la Opera de San Diego, le comenté que siempre me hubiera gustado tocar la guitarra eléctrica con una sinfónica, y los convenció. El repertorio lo elegimos entre todos, me pareció divertido tocar música de Vivaldi, Wagner y Bach”, explica.
Mucho se habla sobre la filiación –más o menos lejana– que existe entre una pata del heavy metal y la música clásica, al punto de abundar experiencias de cruce en bandas consagradas como Deep Purple, Dream Theater, Malmsteen y los ex compañeros de Mustaine, Metallica: todas, a su modo, se mezclaron con intérpretes de saco y moñito. Pero, a juzgar por los comentarios y lo que se pudo ver vía web, esta experiencia en la que el rockero se adapta a la orquesta, y no al revés, no fue grata. Antes de que ocurriera, el propio Mustaine parecía preverlo: “La música de Megadeth no tiene tanta influencia clásica como me hubiera gustado”, revela. “Todo el mundo sabe que (el legendario guitarrista de Ozzy Osbourne) Randy Rhoads, por su formación, tenía mucha influencia de música clásica. Sin embargo, las canciones de Ozzy, que es de lo que me enamoré, no son eso. Es como cuando suenan temas de Twisted Sister: Dee (Snider) es un amigo y un tipo inteligente que compuso viejos himnos, pero si uno canta esas canciones (tararea “We’re Not Gonna Take It” y “I Wanna Rock”), se da cuenta de que no tienen nada que ver con lo clásico. Quiero decir que, aunque sea una estética que me puede atraer, no es con lo que me crié como compositor. A muchos guitarristas de heavy metal les debe pasar algo parecido.”
Quizás, al estar acostumbrado a ser único líder desde hace ya treinta y un años, Mustaine sólo se sienta cómodo al mando de su propia filarmónica. Sin ir más lejos, el éxito mundial de Megadeth no tuvo sólo que ver con su indudable talento para componer canciones, sino también con haberse rodeado de guitarristas sobresalientes que le permitieron vestir de cierta épica y virtuosismo a su repertorio: desde Chris Poland hasta el actual Chris Broderick, pasando por Marty Friedman, quien integró el grupo mientras duró su clímax compositivo, durante la primera mitad de los ’90. Curiosamente, tanto en Thirteen como en Super Collider, sus más recientes trabajos de estudio, Megadeth se despojó de la épica y, en cierta medida, también del virtuosismo. En su lugar, entregó canciones ágiles, más sencillas y próximas al hard rock.
–Endgame tenía muchos solos de guitarra, algo que no tuvieron Thirteen ni Super Collider, sus dos siguientes trabajos. ¿Fue una decisión?
–No lo creo, así salieron las canciones. Puede tener que ver con esto que se fue dando a través de los años, con la transferencia de archivos, las descargas y esas cosas, de que las bandas tuvieran que reinventarse porque se les hacía muy difícil sobrevivir. Como nosotros siempre contamos con una gran base de fans y un largo catálogo musical, pudimos hacer más o menos lo que quisimos. Así y todo, Super Collider fue probablemente la última vez que hayamos creado canciones orientadas a la radio y su público. Ahora firmamos con Universal, me dieron mi propio sello (Tradecraft) y me dijeron que podía hacer lo que quisiera. “¿De verdad?”, pregunté. “Sí, David, lo que quieras.” Entonces volví a escuchar todos nuestros viejos álbumes, hice una lista de las canciones que más me gustan y encontré un patrón. Todo se va a notar en el siguiente material, estoy muy entusiasmado por nuestro próximo disco.
–No parece tan conforme con lo último que hizo. ¿Cree que estos dos últimos trabajos encarnan una identidad distinta de la banda?
–Sí. Tiene que ver con lo que decía acerca de los sellos, el management y los tiempos que corren en la industria. Cuando uno tiene un trabajo, viene el jefe y le dice qué hacer, no hay mucha opción. Hay que hacerlo. Cuando firmás con una discográfica, si no les gusta lo que hiciste, son capaces de mandarte al estudio a empezar de nuevo y eso es horrible, lo odio. Varias bandas importantes están rompiendo con sus sellos y nosotros estamos tratando de sacar esas cosas de nuestra cabeza. Sólo queremos hacer canciones y que la gente diga: “Mirá a estos tipos, pasó el tiempo y siguen siendo formidables”.
–Logró grabar dos veces seguidas con la misma formación después de catorce años. ¿Cuán importante es eso?
–Es muy importante, así es más fácil acordarse de los nombres de todos (risas). Sí, es diferente, el tema es que fueron dos discos para estos cuatro tipos juntos, pero fueron muchos para (el baterista) Shawn Drover, para Chris y muchísimos más para Dave Ellefson. No hay mucho misterio, cuando una banda está activa durante tanto tiempo, sus miembros crecen diferente: algunos se casan y tienen hijos, otros mueren. Y ante eso, hay que hacer cambios. Si tuviera que armar la misma banda que tuve desde el principio, Megadeth se habría extinguido, porque el baterista murió. La cosa es que hay que avanzar, y muchas veces cambiar los músicos es la única forma de hacerlo. En cuanto a la música, me cuesta comparar porque pienso que cada disco es diferente al anterior. Soy como un papá que tiene muchos hijos: podrán llevar el mismo apellido y parecerse un poco, pero son todos distintos.
–Es conocida su adhesión al cristianismo y cómo usó esa creencia para superar adicciones. ¿Qué rol juega hoy la religión en su vida?
–No creo en la religión en sí misma: en su nombre hubo guerras, abusos sexuales, robos a gente que no tenía ni para comer. Yo creo en Dios, eso es todo. No hablo mucho del tema ni impulso a la gente a que lo haga. Vos debés tener tu equipo de fútbol preferido, pero no necesariamente hablás de eso adonde vayas. Bueno, alguna gente sí lo hace, pero otra no. Mi equipo de fútbol americano son los Raiders, mi cuadro en la Premier League es el Arsenal, una de mis selecciones favoritas por supuesto que es la argentina, pero respeto y valoro también a Francia o Brasil. ¿Hablo de eso con todo el mundo? No, es personal. Así lo tomo.
–Se cumplen veinte años de la salida de Youthanasia. ¿Estas fechas en Buenos Aires van a tener que ver con eso?
–En realidad, el 20º aniversario exacto empieza recién a partir del 31 de octubre y estamos conversando sobre hacer una gira de celebración que duraría un año. Lo que pasa es que, cuando uno tiene un catálogo tan extenso, algunos discos cumplen su 20º aniversario, pero otros el 25º. Killing is My Business... está por llegar a los 30 años, entonces podríamos hacer una gira aniversario cada año por el resto de nuestras vidas. Tiene que ver con lo que comentaba respecto de las posturas y convicciones que uno tiene en la vida. Si estuviéramos en un avión a punto de tirarnos en paracaídas y yo te dijera que saltes, estoy seguro de que no me harías caso sólo porque creés que es “lo que hay que hacer”. Lo harías sólo si estuvieras convencido. Si nos convencemos, celebraremos los veinte años de Youthanasia, pero no lo vemos como algo inevitable.
–Además de eso, se cumplen veinte años de sus primeras presentaciones en la Argentina, y de la creación del ya tradicional grito “¡Megadeth, aguante Megadeth!” cuando tocan “Symphony of Destruction”. ¿Es un hecho significativo para usted?
–¡Lo es para ustedes! Es increíble que la Argentina y su público hayan hecho más popular a “Symphony of Destruction” en el mundo. Puedo contarle a cuántos países lejanos vamos, y la gente grita “¡Megadeth (silencio) Megadeth!”. Otros dicen “¡Awana Megadeth!”. Y no es “Awana”: es fuckin’ “¡Aguante!”.
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