MUSICA › ENTREVISTA A LA PIANISTA Y DOCENTE HILDA HERRERA
La autora de “La diablera” no oculta su orgullo al hablar del Cimap –Creadores e Intérpretes de la Música Argentina en Piano–, el espacio de formación que conduce desde hace ya doce años. Hoy se podrá ver a este semillero de pianistas dedicados al folklore.
› Por Karina Micheletto
“Si a usted le preguntan a cuál de sus hijos quiere más, o cuál le parece más lindo, ¿usted qué contesta?” Así define Hilda Herrera su relación con sus obras, el modo en que entiende una labor de compositora que ha dejado hitos tan versionados como “La diablera”, o “Zamba del chaguanco”, o la chacarera “La huesuda”, o la tonada “De tinajas”, además de chaya, tango o milonga, entre sus más de sesenta obras. Con ese mismo espíritu define también otra de sus facetas importantes esta pianista que, a los 80 años, es toda una referencia en su instrumento dentro de la música argentina: Herrera no oculta su orgullo al hablar del Cimap –Creadores e Intérpretes de la Música Argentina en Piano–, el espacio de formación que conduce desde hace ya doce años, y que es todo un semillero de pianistas dedicados al folklore, además de una usina generadora de ediciones de partituras, discos y hasta formaciones como el septeto que próximamente hará su debut. Pero, antes, y sosteniendo una continuidad que es ya de por sí todo un logro, el Cimap se muestra una vez por mes en el ciclo Argentina desde el piano, llevando a este instrumento obras de Cuchi Leguizamón, Chacho Müller, Eduardo Falú, Remo Pignoni, Polo Giménez o de la misma Herrera –“idea de los muchachos, ¡a mí no me gusta el burro por delante!”, aclara ella, con una sonrisa. Hoy a las 20.30 habrá una oportunidad para ver a este seleccionado de grandes pianistas recorriendo La historia del piano en el folklore, en el Centro Nacional de la Música (México 564), con entrada gratuita.
Dependiente de Dirección Nacional de Artes y la del flamante Ministerio de Cultura de la Nación, el Cimap hace un trabajo que incluye la realización de arreglos y composiciones dentro de los ritmos y formas de la música argentina de raíz popular, además de estas instancias de presentaciones al piano, más las ediciones de discos y libros de partituras. Los pianistas “más veteranos” del Cimap –Lisandro Baum, Liliana Campo, Sebastián Gangi, Matías Martino, Nicolás Müller, todos ellos en verdad jóvenes músicos, a los que se sumó Santiago Primo– son los que tienen a su cargo estos conciertos en los que Herrera también será de la partida. La tenaz labor de Hilda Herrera es aún anterior al Cimap: ya desde su trabajo como docente en el Conservatorio Manuel de Falla, la pianista había conformado el Cirma, también enfocado en transmitir a las nuevas generaciones el “tesoro” de la música argentina, en aquella oportunidad formando a ejecutantes de todos los instrumentos. “En ese entonces en el Manuel de Falla no se ahondaba en la música folklórica, y eso me daba mucha pena. Con el total apoyo de Eduardo Rodríguez Arguibel, por entonces director del San Martín, pude empezar a pensar por primera vez en un grupo de jóvenes que se dedicara a conocer más de nuestra música”, relata.
Herrera tiene una certeza que repite como guía de un trabajo al que ha dedicado una vida y que la ha llevado a la acción en su rol docente: “Siempre estuve convencida de que la música nuestra, que es lo que a mí me mueve, es una mina de oro. Hay una cantidad de ritmos, géneros en todo el país, que todavía tienen que ser realmente explotados, valorados en toda su dimensión. Lo sigo considerando una deuda pendiente”, asegura. “Es tan rica la Argentina en música, que siempre creí que se debía hacer mucho más de lo que se hace, sobre todo a nivel pianístico. Un poco con esta idea de llamar gente para ver las cosas más a fondo presenté el proyecto de aquel Centro de Investigación y Recopilación de la Música Argentina (Cirma)”, recuerda. El cambio de gestión interrumpió abruptamente el trabajo, que finalmente pudo ser retomado en 2002 en el Cimap.
–¿Y en todos estos años, de qué logros, por ejemplo, se enorgullece?
–Pudimos editar cinco libros de partituras de todas las regiones, con trabajos hechos por los alumnos, sobre los géneros y los ritmos de la Argentina. El gravísimo problema que hemos tenido con la música folklórica fue la falta de partituras. En el tango hay mucho y muy bien escrito, en el folklore, no. Siempre, en cada lugar que actuaba, me decían: ¿y dónde está lo que usted toca?, ¿dónde podemos ver los arreglos? Y siempre respondía lo mismo: están en mi cabeza. De ahí surgió un poco la idea de que los libros son necesarios y esperados.
–¿Hay mucha diferencia en ese aspecto con el tango?
–¡Claro! En el tango hay mucho, y sobre todo bien escrito. Si tomamos, por ejemplo, las partituras de Salgán –que para mí es el máximo maestro de tango– su escritura es perfecta. Son partituras que pocos pueden tocar, son para grandes pianistas. En cambio, en folklore hay poco: están las cosas que escribió Ariel Ramírez, que tiene un repertorio fantástico, y son partituras sencillas, pero no mucho más. Nosotros profundizamos, por ejemplo, con Eduardo Falú, y él lo pudo ver. Ese es otro orgullo.
–¿Cómo fue?
–Antes de morir estuvo en uno de los conciertos del Cimap y estaba emocionadísimo. Decía que por primera vez en su vida estaba escuchando su música en el piano, que podía advertir otras cosas. Por suerte pudimos hacerle ese homenaje en vida. Estaba fascinado, y nosotros también, porque lo que sonaba era otra cosa, cuando la música es llevada de un instrumento a otro, toma otra relevancia, muestra otras características. Y esto es especialmente valorado en un momento en que la melodía prácticamente ha de-saparecido de la música popular.
–¿Por qué dice eso?
–La música actual es ritmo y nada más, hay poco de melodía. No quiero generalizar, porque hay excepciones, pero lo que escucho como tendencia no son melodías, en todo caso son brevísimos momentos, células de melodías, pero sin un desarrollo. Si uno compara la riqueza melódica, además de la armónica, de una obra como la de Falú... el presente es más pobre. Pero no soy pesimista de ninguna manera: hay muchos jóvenes creando con seriedad, me emociona encontrarlos en todo el país cada vez que salgo, tienen un gran motor para hacer cosas. Y ellos también advierten la pobreza de lo que se escucha actualmente.
–Habló de los logros. ¿Qué sería lo que falta?
–Lo único que yo deseo es que este proyecto tenga continuidad. Esa es mi mayor ambición: que no se trunque, como pasa a veces con los proyectos que dependen de la administración pública. Yo no soy eterna, ni mucho menos, pero siempre tuve muy en claro algo: quería estar tranquila sabiendo que, cuando yo ya no esté, habrá otros que van a tomar mi lugar. Hoy creo que eso lo he logrado, estoy orgullosa de eso. Estos chicos se merecen poder seguir creciendo.
–Su vida estuvo marcada por la docencia. ¿Qué la llevó a tomar este camino?
–En un principio, la necesidad. Yo siempre había pensado que no tenía pasta para maestra, que no era lo mío. Pero por esas cosas de la vida me encontré con que tenía dos chicos que mantener y, habiendo obtenido el título de maestra y bachiller, lo único que podía hacer era entrar de maestra de música. Resultó que sí tenía pasta. Nunca pensé que iba a terminar siendo una parte fundamental de mi vida. Pasé por todos los lugares: jardín, primaria, secundaria, conservatorio. Siempre viví de la docencia, ése fue mi ingreso. Y una hermosa forma de vida.
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