MUSICA › MALEFICA, DE R. STROMBERG
Se sabe que las series norteamericanas atraviesan una época dorada, congregando la atención semanal de millones de televidentes –y cibernautas– dispuestos a seguir las desventuras de los protagonistas de turno. Protagonistas que son, en la mayoría de los casos, cualquier cosa menos buenos. Basta ver a Walter White (Breaking Bad), Don Draper (Mad Men), Tyrion Lannister (Game of Thrones) o Frank Underwood (House of cards) para comprobar la empatía generalizada por esos seres tan oscuros como inteligentes, sagaces a la vez que manipuladores. Quizá por eso Hollywood, que será cualquier cosa menos tonto, puso el ojo en los clásicos de la literatura infantil para revisionarlos desde una óptica lúgubre, sucia y alejada de los colores pasteles asociados al cine sub-10, esmerilando la bondad intrínseca de sus criaturas. El resultado es un tríptico conformado por Blancanieves y el cazador, Hansel y Gretel: cazadores de brujas y La chica de la capa roja.
A ese grupo se le suma ahora Maléfica, nueva versión de La Bella Durmiente de Disney, centralizada ahora en la “historia jamás contada” de la bruja, según promete la sinopsis. Esto es: sus motivaciones y el instinto maternal detrás de la observación pasiva del desa-rrollo de la niña. Pero todo lo anterior queda en el terreno de lo propuesto, ya que el film de Robert Stromberg elige quedarse en una superficie artificiosa plástica, tipificada, poco consecuente con la oscuridad de una mujer emocionalmente herida, solitaria y profundamente despechada, amagando con una aproximación más adulta que sin embargo nunca llega.
El rey en su momento no sólo rompió el corazón de Maléfica prometiéndole besos de amor verdadero y demás, sino que también, literalmente, le cortó las alas, convirtiéndola en una paria dentro de las hadas. El resto es historia conocida: el nacimiento de la princesa, los buenos augurios, la abrupta aparición de la bruja y el arrojo de la maldición del pinchazo. Monopolizado por una Angelina Jolie siempre en pose y consciente de su pertenencia al star system, el film seguirá la preocupación creciente de Maléfica para con la niña (Elle Fanning, la actriz con el rostro más palaciego de Hollywood) mientras vive exiliada del reino y es cuidada por tres pequeñas hadas. Que ellas tengan un grado de estupidez supino digno de Los Tres Chiflados explica por qué la nena hace literalmente lo que se le canta, paseando por el bosque y cruzándose una y otra vez con la “malvada”.
Hacen falta dos escenas, un par de minutos y nula progresión dramática para que las dos se lleven de maravillas. Lástima que el hechizo es irreversible, por lo que la amenaza del letargo devendrá en certeza al otro día de soplar las 16 velitas. A partir de ahí, el guión de Linda Woolverton (la misma de El rey león y la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton) propone un cambio radical en la personalidad de su protagonista, convirtiéndola en una fémina dispuesta a todo con tal de salvar a la pequeña. El problema es que todo se da a los ponchazos, como si Stromberg pensara que el espectador no tuviera la suficiente paciencia e inteligencia para aprehender la capacidad de lo sugerido. Y ante ese pecado, no hay efecto especial que valga.
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