MUSICA › SUNA ROCHA MUESTRA SU DISCO LA CRIOLLA MIENTRAS SE ILUSIONA CON GRABAR TANGOS
A la vez que asegura que intentó registrar temas que “tuvieran que ver con la tierra”, la cantante cordobesa confiesa que escucha más música del resto del mundo que de la Argentina. “Es que yo soy ésta, pero también aquélla”, se ríe.
Tal vez sea un chiste, una ironía o un exceso de sinceridad. Cualquiera de las tres opciones podría caberle a la confesión: “Estoy escuchando música de todo el mundo; lo que menos escucho, hoy, es música de acá”. Es cierto que Suna Rocha, la confesora, ha cantado rock and roll, folk japonés, bossa nova y hasta piensa grabar un disco de “tangos modernos”, pero no lo es menos que esa misma persona nació enraizada con la música popular en Tulumba, paraje del norte cordobés que se besa con Santiago del Estero; que apenas llegó a Buenos Aires fue mimada por Mercedes Sosa; que su voz es una de las más respetadas del folklore argentino actual; y que su flamante disco lleva un nombre que coincide poco con la sentencia: La criolla. “Es que yo soy ésta, pero también aquélla”, intenta zanjar la cantora y sonríe, mientras cuenta cómo es su nuevo trabajo, íntegramente grabado en Córdoba. “He tratado de grabar temas muy criollos, con los que evidentemente me identifico, y que tienen que ver con la tierra, con el ritmo cuadrado de la chacarera. Por eso ‘la criolla’, porque soy tan criolla como la chacarera. Yupanqui me dijo una vez: “Me gusta de ti, tu criollidad y algunas de tus consideraciones’. Jamás le pregunté cuáles”, vuelve a reír Rocha, sobre el grueso del disco dado por “Cerro Salamanca”, la chacarera de Carlos Di Fulvio que lo abre; “Calamuchita linda”, el festivo escondido de Ica Novo; la nodal “Viene clareando”, de Yupanqui, y una nueva versión de “Canción con todos”, el clásico de Tejada Gómez y César Isella.
Grueso porque hay un fino, dado por dos riesgos de esos que la cordobesa suele tomar. Por una bellísima versión de “Te abracé en la noche”, del cantautor uruguayo Fernando Cabrera, y por “América”, el tema de José Luis Armanteros y Pablo Herrero, que se convirtió en hit en la voz de Nino Bravo. “Lo tomé como un desafío personal, porque la verdad es que soy una enamorada de la unión de los pueblos de América latina, y traer ‘América’ para mi terreno fue como colaborar con ese sentimiento. Le pusimos bombos, quenas y charangos y ahora sí tiene más sentido que lo cante yo y no Nino Bravo, que era un europeo”, se ríe la cantante. “Para colmo, han editado una versión nueva en España y la han hecho bolsa.”
–Fue más riesgoso, se intuye, hacer una versión de “Te abracé en la noche”. Cabrera es un compositor muy personal, casi único.
–Y me encanta, tanto como Eduardo Mateo. En realidad, quiero hacer muchas cosas: he cantado rock and roll, bossa nova y de hecho escucho músicas de todo el mundo... Lo que menos escucho, hoy, es música de acá. Siempre siento la necesidad de transitar por otros colores musicales.
–Otra vez el péndulo “soy ésta, pero también soy aquélla”.
–(Risas.) A ver: pese a que me he aquerenciado a esta ciudad, sigo siendo una criolla, sigo teniendo un espíritu de mujer provinciana con ciertas costumbres y formas de expresión, muy propias de la región donde nací. Uno siempre es el resultado del lugar donde ha nacido, y por eso he grabado “Cerro Salamanca” o “La Otumpeña”. La verdad es que de grande me doy cuenta de lo importante que fue haber tenido ese paisaje que me sostuvo, allá en Tulumba, para estar parada en un lugar que no es ese paisaje. Me siento con autoridad musical como para poder dar un giro de 180 grados, y poder expresarme igual.
–Como el que dio entre S.O.S. Agua, su “moderno” disco anterior, y éste, mucho más telúrico.
–Y me gusta así, porque todo va andando con los tiempos... El espíritu, el alma, los sonidos, todo va poniéndose a la par de esto que llamamos progreso, como la ventanita esa de Internet por la cual podés pasearte por el mundo. He empezado a usarla y me ha nutrido mucho, porque hay gente que cree que porque sos folklorista comés asado y tomás vino todo el día.
–Ah, ¿no es así?
–(Risas.) Sí, pero “también” como asado y tomo vino. Digo también, porque “también” me gusta la comida francesa. Igual, tengo ciertas preocupaciones. Es un gran desvelo para mí saber hasta dónde va a llegar esta cosa de la cibernética aplicada a la música, y entonces siento que sería bueno hacer un poco de silencio, porque el silencio también es música. En eso estoy ahora, en adentrarme en lo sonidos primeros y ver qué sale. Tal vez mi próximo disco tenga que ver con esto, porque ante todo me considero una mina de la tierra, provinciana, y no necesito buscar para descubrirme. Tengo muy claro de dónde vengo y hacia dónde voy.
–Con un plus entre medio, que fue Mercedes Sosa presentándola ante el gran público en aquella serie de Luna Park, en 1984, o participándola del disco Como un pájaro libre.
–Lógico, sí. Aquél fue un lindo encuentro para mí y para Raúl Carnota. Una gran ayuda, porque agarramos el camino más corto. Mercedes nos dio su gran masividad y la gente nos conoció enseguida. No tuvimos que golpear puertas para ser conocidos. Pero también fue importante para mí el encuentro con Carnota, porque él tenía temas propios y una personalidad muy presente, era muy él. Me llamó la atención desde que lo vi en el boliche de Talcahuano y Santa Fe, donde nos juntábamos con los chicos de Cantoral, con Marziali y con el Quique Llopis. La verdad es que me quedé prendida a la manera de tocar de Raúl. Me sorprendió el swing folklórico que tenía, pese a ser un porteño. Hablaba y era un porteño, pero cuando tocaba parecía un santiagueño... La cuestión es que le fui a pedir el “Grito santiagueño”, que fue el tema que hicimos con Mercedes, y dio como resultado Guadalupe, que hoy tiene 30 años (risas).
–¿Cuánto hay de verdad en esa fantasía de grabar un disco de “tangos modernos”?
–Tengo la suerte de vivir en el edificio en que vivió Gardel y la sensación es que su espíritu anda por ahí (risas). Más allá de eso, es un género al que le tengo mucho respeto y me quiero dar ese gusto. Canté en la Orquesta de Raúl Garello, también en la Filiberto y adoro a Eladia Blázquez... No hay tanta distancia entre el deseo y la realidad, quiero decir.
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