Lun 09.06.2014
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MUSICA › RECITAL DE JORGE FANDERMOLE EN EL TEATRO COLISEO

Un minucioso artesano de canciones

› Por Sergio Sánchez

Jorge Fandermole es un músico atípico. A la vez que se lo considera un referente indiscutido de la música popular argentina, su figura no ha trascendido como sí lo hicieron otros compositores e intérpretes de su generación. Sin embargo, no es un artista ignorado ni un autor de culto. En todo caso, Fandermole –quien alguna vez integró lo que se conoció como la Trova Rosarina– elige transitar otro camino. Un sendero alejado de las luces y el ruido. El rosario deja que hablen sus canciones; como manifiesta en “Canto versos”: “Yo canto versos de mi sentir y los condeno a sobrevivir”. La misma idea yupanquiana de no sentirse más que la canción. De eso se trata Fander, un exquisito disco doble con viejos y nuevos temas que el cantautor compartió el sábado en el Coliseo, junto a 1500 personas. Después de nueve años sin publicar material nuevo, Fandermole demostró que es un minucioso artesano de la canción y que entra y sale del folklore sin forzar nada. Acompañado por una banda talentosísima, recorrió las nuevas composiciones y revisitó piezas como “Río marrón” y “Carcará”.

Nada sería posible sin el significativo aporte de sus músicos: Marcelo Stenta (guitarra), Fernando Silva (bajo, contrabajo y violoncello), Juancho Perone (percusión), la ocasional participación del joven y talentoso Julio Ramírez (acordeón) y el gran aporte de Carlos “Negro” Aguirre (piano), un músico entrerriano con vuelo propio. “A la hora de hacer un disco independiente confluyen afectos, voluntades y compromisos, y uno no sabe cómo agradecer todo eso”, dijo Fandermole y repartió agradecimientos por doquier. Un rato antes, Fander salió solo al escenario y abrió el concierto con un estreno, “Guitarra”, canción que habla sobre “la certeza y el azar”. Su música contiene ambas cosas. La certeza de ser consecuente con su región cultural –el Litoral y la inevitable Buenos Aires– y el azar que lo hizo nacer a orillas del Paraná y no en otro lugar. El río es un elemento fundamental en su obra. En su nuevo disco le rinde tributo en la preciosa “Agua dulce”, una pieza que promete instalarse en el repertorio popular argentino. Durante casi dos horas y media, el autor de “Canción del pinar” demostró la diversidad que corre por sus venas. Sonaron la chaya “La luna y Juan”, el candombe “Aquí está la marcha”, la chamarra “Chamarrón de proa” y las chacareras “La luminosa” y “Corazón de bombisto”. Fandermole consigue silencio y calidez hasta en la chacarera. Una de las mejores fue “Mala hora”, con notables arreglos de voces. El momento más emotivo fue durante los bises. “‘Oración del remanso’, por favor, Fander”, gritó más de uno. Y el rosarino les dio el gusto. El aplauso fue tan ensordecedor que el músico tuvo que salir a tocar una más, “Sueñero”.

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