Viernes, 20 de junio de 2014 | Hoy
MUSICA › ELI SUAREZ, DE LOS GARDELITOS, ANTES DEL DESEMBARCO EN EL LUNA PARK
Aunque reconoce la importancia de la cita, el músico, que debió reemplazar a su propio padre, señala que la banda ni se deslumbra ni pierde la esencia: “Nuestra ideología nunca fue de resentimiento, siempre buscamos cosas buenas”, argumenta.
Por Mario Yannoulas
Hace veinte años, en el mismo lugar, el Indio Solari enfriaba una botella de champagne. La Renga había hecho su primer Obras, y el entonces cantante de los Redonditos de Ricota, que ensayaban arriba, les preparaba una felicitación. Diez años después fallecía Korneta Suárez, fundador y líder de Los Gardelitos, que habían tomado la sala de abajo cuando los Redondos se disolvieron y La Renga ascendió al piso de arriba. Hechas tras una puerta alta de madera de Almagro, esas trasmisiones dibujan una bella alegoría para el funcionamiento familiar de Los Gardelitos, que ahora ocupan aquel primer piso. Sentado a la mesa de una amplia cocina, Eli Suárez, hijo y heredero natural de Korneta, líder del actual trío de “rock sudaca”, contempla la tapa de Ciudad Oculta, el disco del grupo tras seis años, y encuentra la llave para abrir su arca conceptual: seis canciones suyas –debutó como compositor–, seis de su viejo y un paso libre de hedonismo por lo que queda del rock barrial antes de su desembarco de hoy en el Luna Park. “Nuestra ideología nunca fue de resentimiento, siempre buscamos cosas buenas, como hablar de la sonrisa de Gardel que ilumina la ciudad. No decimos: ‘Vamos al Luna, prendamos fuego la calle Corrientes’. Nuestro público se deja conmover por lo que decimos y está formado por gente que quizá no se ve en otros recitales. El rock toca una fibra en la sociedad a la que otros movimientos nunca llegaron. Somos conscientes de eso y respetamos nuestra esencia”, recalca el guitarrista y cantante. “Los Gardelitos siempre dijimos cosas que estaban ocultas, y lo oculto no necesariamente es malo, como tantas bandas under que los monopolios tapan”, aclara. “Uno piensa en el Luna como algo glamoroso, pero tratamos de escapar a la obviedad. Somos fieles a nuestra raíz sin descuidar lo que viene, que tendrá relación directa con lo que fue. En esa conexión entre presente, pasado y futuro podemos besar la eternidad.”
–El disco se llama Ciudad Oculta, pero el dibujo de la tapa muestra alguna otra esquina de la ciudad, ¿por qué?
–Es la Esquina Carlos Gardel, del Abasto. La canción que abre el disco, “Puño y letra”, remite a ese barrio, y cuando la estrenamos usamos una escenografía hecha en base a eso. En vez de una luna, había un sol. El tema juega con eso desde un punto de vista poético y social, como abrigar los ideales para que no se caguen de frío en una época tan escéptica y carente de utopías. Cuando apareció la idea de tocar en el Luna Park cambiamos el sol por la luna, y después se nos ocurrió que el disco se llamara así, porque es algo que nos marcó. La primera vez que subí a un escenario fue en un Ciudad Oculta Rock, cuando mi viejo me invitó a tocar con Los Gardelitos un par de temas que están en este disco: “Blues de los pantalones” y “Una estrella en el mar”. Ahí empezó a agitarse mi sueño, adentro del sueño de él. En realidad, la idea surgió un día en casa, hace mucho. Le dije a mi viejo: “El nombre Ciudad Oculta tiene poesía”. Me contestó que había pensado lo mismo y que estaba bueno para hacer un disco. Empecé a jugar con los sentidos que le podíamos encontrar, a desmitificarlo y darle un vuelo poético, porque somos esclavos del lenguaje. Uno dice “Ciudad Oculta” y piensa en la sección de Policiales, pero nosotros queremos que piensen en la parte de Cultura. Participé trece veces de esos festivales, hay gente muy ávida de escuchar buena música y que tiene una cultura más genuina, que se identifica con el alma de las personas por sobre los estereotipos, que señalan que el arte debe estar de Rivadavia para allá. Hay que salir de la obviedad, no van a escuchar la historia del padre borracho y la piba en la zanja. Tampoco cumbia villera, “pibes chorros” o apología, sino una búsqueda en relación con expresiones genuinas de nuestra historia, desde el tango y el folklore hacia adelante. Como cuando nos autodenominamos “rock su-daca”, para transformar un término despectivo en algo positivo.
–La mitad de las canciones las compuso usted y la otra mitad eran de su padre. ¿Trabajó pensando en el material que ya había?
–Exactamente. Tenía en cuenta qué canciones de mi viejo iban, y sólo tenía definido uno de mis temas, “Puño y letra”, que tiene dos años. Después fui buscando las músicas y cerrando las letras, siempre en función de complementar lo hecho. Hubo una especie de diálogo muy íntimo a través de las canciones, busqué lazos para que todo fuera una misma cosa. Inevitablemente, se nota el estilo de cada uno. Al menos eso me dijeron.
–¿Queda más material de Korneta para editar?
–Hay temas que la gente llegó a grabar en vivo y quizás estén en Internet. La idea era sorprender. El primer concepto fue retomar la esencia. Seleccioné esas seis canciones que armonizaban entre sí y me puse a trabajar en lo mío. Estos temas no son descartes, son algunos de los mejores que hizo Korneta, eran ases en la manga que teníamos con él en vida. Tiene mucho de lo que expresa “Pájaro y campana”, el chamamé que le dediqué, que tiene algo melancólico y festivo a la vez. Mi viejo dejó mucho material que en algún momento se va a acabar, y eso me empuja a componer. Apelar a la empatía es crucial, por la fidelidad y sensibilidad del público que nos sigue, a diez años del fallecimiento del creador, frontman carismático y cantante. Es inédito. Algunos te dicen: “Estuviste mucho tiempo sin componer”. Qué sé yo. A mí hay cosas que me pegan muy fuerte. Preferí estar años preparándome antes que hacer cosas que no me convencieran, por respeto a la memoria de mi viejo y quienes nos apoyan.
–Hablaba antes del lenguaje, ¿cree que términos despectivos como “sudaca” han perdido potencia con los años?
–Somos como maestros de kung-fu, que usan la energía del enemigo. Puede que haya cambiado, pero en el fondo sigue siendo igual, porque lo que se rebaja es lo marginal. A nosotros nos decían: “Son marginales por sus letras y porque tocan en la Oculta”. Al ser sudamericano ya sos marginal. El tango era música de los suburbios y hoy se conoce en el mundo entero. Un tipo como Roger Waters, que a pesar de llenar nueve River graba un clip en la villa de Retiro, muestra una postura política. No tenemos nada en contra de nadie, pero no nos referimos a la “ciudad mágica” de la que habla Tan Biónica. Estamos hablando de otra ciudad, y no sólo por una cuestión social. Tratamos de escapar de lo frívolo, hablamos de cosas que nos pueden doler, pero siempre transmutándolas en algo positivo, sin perder de vista el ideal. El hecho de tener fe en que las cosas pueden cambiar para mejor nos aleja de ese resentimiento que nos achacan.
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