Dom 22.06.2014
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MUSICA › STEVE REICH ACTUARA HOY EN EL CICLO COLON CONTEMPORANEO

El regreso del restaurador

El creador del minimalismo, uno de los músicos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, será uno de los pianistas de su propia obra, Music for 18 Musicians, en la que resulta notoria la influencia de modelos rítmicos de Africa y Oriente.

› Por Diego Fischerman

Una de las historias posibles se escribe con rebeliones. Liszt, Wagner, Richard Strauss y Mahler habían llevado a un cierto abismo la tonalidad funcional, el sistema que había servido de sostén a la música durante unos tres siglos. Schönberg reaccionó contra lo que parecía un callejón sin salida y dio un paso más allá, primero con el atonalismo libre y luego organizándolo en el dodecafonismo. En época de revoluciones, la vieja idea romántica de originalidad llegó, también, a un extremo: cada obra debía inaugurar una estética. Y en época de debacles como las dos guerras mundiales, la idea del control, y de un nuevo punto cero a partir del cual fundar la música del futuro, acabó, paradójicamente, convirtiéndose en oficial.

Por fuera de los lugares de circulación de la música de tradición académica, llegando a veces desde el jazz y prestando oídos –y ojos– a lo que aparecía desde el rock, un grupo de músicos estadounidenses, en los ’60, encabezó la nueva revolución. Y los viejos revolucionarios, por supuesto, la negaron y hasta se rieron de ella. Donde las vanguardias de la generación anterior habían hecho lo indecible para abolir la sensación de pulsación, las repeticiones textuales y cualquier movimiento melódico que pudiera restablecer una idea de melodía, estos nuevos compositores trabajaban sobre acordes reconocibles como tales –y a veces con uno solo–, repetían pequeñas partículas melódicas o rítmicas y renunciaban al desarrollo, y de variación progresiva, tal como se habían cristalizado en el clasicismo y sobre cuya base se había asentado incluso el dodecafonismo. Se cuenta que, cuando se estrenó Four Organs, de Steve Reich, una mujer del público gritó: “Está bien, confieso”. Había nacido el minimalismo.

Reich estuvo en Buenos Aires hace dos años, para participar del ciclo de música contemporánea del San Martín. Y vuelve esta ciudad para participar como uno de los pianistas en Music for 18 Musicians, que se presentará hoy 22, a las 17, en el Colón, como parte del ciclo Colón Contemporáneo. “Es una obra que no tiene nada de mecánico”, dice a Página/12 Micaela Haslam. La cantante y directora de Synergy Vocals viene trabajando con Reich desde hace más de diez años, como intérprete y entrenadora/directora musical de muchas de sus obras. En este caso, dirige a un grupo de músicos locales, entre quienes está la pianista Haydée Schvartz y el coro de cámara Nonsense Ensemble, y uruguayos. “Son los propios músicos los que dan las señales para los cambios de sección”, explica. “La hemos hecho en muchísimos lugares y es notable cómo siendo siempre la misma obra es cada vez algo distinta. Se aprende muchísimo en cada caso, con la interacción con cada música y en cada circunstancia particular.”

Music for 18 Musicians pertenece a un segundo período de obras de Reich, menos esquemático que el inicial y donde resulta notoria la influencia de modelos rítmicos de Africa y Oriente. Se estrenó en 1976 y su primera grabación en disco se publicó en 1978 y en el sello ECM, identificado mayormente con el jazz y con músicos como Keith Jarrett. En todo caso, lo que fue revolucionario acabó convertido en música de película y el minimalismo fue perdiendo mucho de su poder de irritación. Reich es, no obstante, uno de los músicos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y, según críticos tan disímiles como sólo pueden serlo los de The New Yorker y los de la revista especializada inglesa Gramophone, es el más importante entre quienes están vivos. Formado en la Juilliard y en el Mills College de San Francisco, donde tuvo como profesor a Luciano Berio, graduado en Filosofía en la Universidad de Cornell y ex baterista de jazz, pertenece a una generación que, más allá de lo que decían los libros, vio que las grandes novedades llegaban desde otro campo que el de la tradición académica. “Guillaume Dufay escribió una misa sobre el tema ‘L’homme armée’. ¿Y eso qué es? Una canción popular”, decía a este diario en su anterior visita. “Siempre, ya desde la Edad Media y hasta el siglo XX, las músicas populares habían estado entre las fuentes de todos los grandes compositores. Mozart, Beethoven, Haydn; después Bartók, Stravinsky, aunque mintiera y dijera que no, Kurt Weill y el cabaret trabajaron con las músicas populares de su tiempo. El divorcio llegó recién con Schönberg, o tal vez antes, con Mahler, aunque allí estén esos valses y esas canciones populares. Allí se desdibuja el papel de la melodía, el ritmo se va haciendo cada vez más inasible. Y eso es artificial. Esa separación no es natural en absoluto. Yo llegué a la música tarde, a los 14 años. En ese momento, gracias a amigos, fue como si abriera una puerta que había estado cerrada o, mejor, cuya existencia ni siquiera conocía. Y me enamoré del jazz, y luego de Stravinsky y Bach. Cuando empecé a estudiar música, encontré que todo aquello por lo que había querido ser músico no estaba allí. Y me rebelé. Pero no fue una revolución. Fue una restauración. Fue volver a un estado natural de las cosas. A una música en la que pudiera encontrarse aquello que me había hecho amar la música: la melodía, la armonía, el ritmo.”

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